A la Green Capital le gusta pedalear. Desde 2006, los viajes diarios en bicicleta se han triplicado y protagonizan ya el 7% de los desplazamientos diarios en Vitoria. Son cada vez más los gasteiztarras que valoran la funcionalidad de este vehículo en una ciudad tranquila y llana. Y también son cada vez más los ladrones que descubren en este sistema de transporte un lucrativo nicho de mercado. Sólo el año pasado, se robaron alrededor de 1.400. Y la cifra no deja de crecer. En parte, porque cada vez hay más bicis en la calle. En parte, porque faltan espacios seguros para guardarlas. Y en parte, también, porque los propios ciclistas urbanos pecan de exceso de confianza. Según una encuesta realizada por la asociación Bizikleteroak, la mayoría de usuarios se olvida de la importancia de candar de forma segura sus vehículos poniendo el hurto en bandeja.
El sondeo, que ha llegado a más de 200 personas, revela que el 58% de los ciclistas utiliza un único candado cuando deja su bicicleta en la calle. Y esta evidente falta de seguridad ni siquiera guarda relación con el coste de las bicis: dentro de ese porcentaje están incluidas las más caras, por encima de los 1.000 euros. Además, aunque la mitad de los encuestados reconoce que el candado que más confianza le inspira es el de la U rígida, sólo el 18% lo utiliza (sólo o junto a un segundo de otro tipo). Aunque el robo de una bici nunca es plato de buen gusto, los ciclistas tienden a jugar con la suerte antes que a pagar un poco más por un artilugio que combata mejor los robos. Y eso que la U nunca supera los 50 euros.
El candado que más se sigue llevando es el de espiral, aunque junto con la cadena de eslabones es el modelo que más fácil se lo pone a los ladrones de bicicletas. Los usuarios lo saben, ya que en la encuesta sólo el 6% de las personas que utiliza este tipo de candado sostiene que le inspira más confianza que cualquier otro. Y la tipología de los hurtos corrobora esta afirmación: según el sondeo, el 65% de los usuarios que sufrieron el robo de su bicicleta la tenía fijada con el modelo de espiral. Pero, aun así, a los ciclistas urbanos les cuesta desprenderse de su candidez. De hecho, entre los dueños de bicicletas con un precio superior a 1.000 euros, las tres cuartas partes siguen con este amarre y el resto ni siquiera dispone de uno porque evita dejar su bici en la calle.
Tanto exceso de confianza bien pudiera deberse a que habitualmente el ladrón no se lleva el vehículo entero ni una parte esencial. Así le ha sucedido al 60% de los encuestados que pasaron un mal trago. Sin embargo, resulta curioso que el susto, por muy leve que sea, no anime a todos los ciclistas a reforzar la seguridad. El 36%de las personas a las que le han sustraído la bici tres o más veces sigue usando el candado modelo de espiral. Todo un canto a la creencia en la bondad humana que acaban por refrendar quienes dejan que sus bicis duerman en la calle (el 8%) o quienes se atreven a dejarlas sueltas (el 14,4% de los robos). Como para lamentarse después.