elciego. Miren Martínez, una joven de 31 años de Elciego, no guarda rencor a los servicios sanitarios de La Rioja. Y eso pese a que estuvo a punto de perder un dedo por la negativa de los servicios de Salud de la comunidad vecina a enviar una ambulancia para su traslado medicalizado. Pese a todo, la víctima más notoria de la crisis sanitaria provocada por el Gobierno de La Rioja, que veta la atención especializada a los ciudadanos alaveses en sus centros hospitalarios, quiere que su voz se oiga "para que situaciones como la que viví no le ocurran a otras personas. Que este escándalo sirva de escarmiento a quienes tenían que encontrar una solución rápida y se retrasaron peligrosamente".
Miren reposa ahora unos días. Se encuentra de baja en la bodega en la que trabaja, una explotación vitivinícola familiar muy conocida en Rioja Alavesa. Como en todos los trabajos que tienen un carácter familiar, en el día a día se hace de todo. Unas veces toca trasegar vino de una barrica a otra y en otras ocasiones hay que realizar el trabajo de campo, cuidar los viñedos de donde proceden las uvas que luego se transforman. Precisamente, ahora tocaba ese otro trabajo: el cuidado de la viña. Y la pasada semana, concretamente el miércoles, el día de mayor contestación en Rioja Alavesa por la decisión riojana de no seguir atendiendo pacientes de Álava, se afanaba, junto al resto de la familia y otros trabajadores, en la poda de los sarmientos para dejar descansar la planta. Se trata de un trabajo casi mecánico cuando se domina. Sin embargo, por accidente sufrió un corte en una mano que se protegió como pudo, ya que sangraba en abundancia. Pidió a los compañeros que la llevaran a Logroño, al complejo hospitalario San Pedro, que se encuentra a una quincena de kilómetros del lugar donde trabajaba.
Según comenta ella misma, llegó a las 12.33 horas al Servicio de Urgencias, donde fue atendida de inmediato, como suele ser habitual en estos casos. Los médicos de ese servicio "me quitaron el vendaje que me había puesto y el guante y comprobaron que me había cortado el dedo pulgar, aunque continuaba en su sitio gracias a la sujeción que habíamos puesto".
En primer lugar los doctores logroñeses cortaron la hemorragia y realizaron las primeras curas, mientras esperaban la llegada del traumatólogo para ver la forma de que no perdiera el dedo. Éste, al llegar, comprobó que había posibilidades de reimplantarlo, pero la operación "era muy delicada y se tenía que hacer con microcirugía y ese servicio no lo tiene el Hospital San Pedro de Logroño". Así que como suele ser habitual en estos casos, los servicios administrativos se pusieron en marcha, primero para comprobar cuál era el lugar de cotización de Miren y posteriormente para ver qué centros había donde se pudiera llevar a cabo la operación de microcirugía. Y las opciones se decantaron por San Sebastian, por el Hospital Donostia.
Y comenzaron los problemas. "Como me correspondía el País Vasco y no La Rioja se llamó a una ambulancia de Osakidetza para que realizara el traslado", pese a que en Logroño existe un nutrido servicio de vehículos medicalizados para el traslado de enfermos. Pero las horas iban pasando y la ambulancia no llegaba, así que desde San Pedro se realizaron nuevas llamadas. Los traumatólogos y Miren estaban preocupados, porque desde que se había producido el corte hasta la reimplantación no se podían superar las seis horas, ya que después de ese tiempo no se aconseja intentarlo, porque ya habrá comenzado la necrosis del miembro cortado.
En Leza hay una ambulancia, pero ésa no se puede utilizar para los traslados, ya que Rioja Alavesa, y más en estas conflictivas circunstancias en las relaciones entre las dos regiones, se quedaría sin asistencia móvil. Así que se tuvo que esperar hasta que llegó una furgoneta, con sede precisamente en Elciego, que suele hacer los traslados para los pacientes que tienen tratamiento de diálisis. Para entonces eran ya las cuatro menos diez de la tarde, con lo que apenas quedaba hora y media para llegar a San Sebastian. Miren no recuerda como lo logró la furgoneta. "Volaba para tratar de llegar a tiempo para salvar mi dedo". A las cinco y media de la tarde entraba en el quirófano y era operada con éxito.
Sin rencor Ahora, ya descansando y recuperándose del susto, esta joven reitera que "no reprocho nada a nadie. Pero aunque mi vida no corría peligro, si que lo corría el perder un dedo. Por eso quisiera que lo que ha sucedido sirva de escarmiento a quienes tenían mejores soluciones a mano sin el agobio de las prisas, pero no dieron los permisos para poderlo hacer. Confío que, en el futuro, haya soluciones más rápidas que la mía".