Francisco J. Ayala, uno de los biólogos evolutivos más respetados del mundo y una autoridad en la materia en Estados Unidos, ha dedicado buena parte de su vida a batallar contra el movimiento que defiende el diseño inteligente. En su conocido libro Darwin y el diseño inteligente: creacionismo, cristianismo y evolución (Alianza Editorial, 2007), rechaza de plano estas teorías pseudocientíficas, ya que, de ser ciertas, harían de Dios "el mayor abortista del mundo". Para Ayala los organismos vivos están llenos de deficiencias y disfunciones, de manera que, si hubieran sido diseñados por un ingeniero, este sería inmediatamente despedido por su empresa. El sistema reproductor femenino es revelador. "El 20% de todos los embarazos acaba en abortos espontáneos durante los dos primeros meses, debido a que el sistema reproductor humano está muy mal diseñado. Las mujeres tienen el conducto natal muy estrecho para el paso de la cabeza del niño como consecuencia del agrandamiento evolutivo de nuestro cerebro. Si Dios es el responsable de ese diseño, eso le convierte en el mayor abortista del mundo, que tiene que dar cuenta de veinte millones de abortos anuales". Ayala pone más ejemplos de mal diseño: la mandíbula humana es demasiado pequeña para los dientes, de manera que nos tienen que sacar la muela del juicio y enderezar los dientes, y el ojo humano tiene un punto ciego, porque el nervio ocular cruza la retina en su camino hacia el cerebro.
La contundente opinión de este madrileño nacionalizado estadounidense, que fue asesor de Bill Clinton, se ha considerado muy relevante en Estados Unidos, país instalado en un tradicional fundamentalismo religioso. En 1987 se prohibió la enseñanza del creacionismo científico en el sistema escolar de Estados Unidos. Tomó el relevo el diseño científico. La batalla se planteó de distrito escolar en distrito escolar. En 2005 un juez federal declaró inconstitucional la decisión del condado de Dover, en el estado de Pensilvania, para que sus alumnos estudiaran la teoría del diseño inteligente como alternativa a la evolución darwinista. El juez consideró que aquella enseñanza era un "argumento religioso" y "una redenominación del creacionismo, no una teoría científica".
Pero la guerra no ha acabado y se cuentan por docenas los procesos judiciales abierto en varios estados de EEUU. El último ejemplo de controversia se sitúa en Texas: el pasado septiembre las autoridades educativas decidieron incluir en los libros de texto de secundaria materiales relacionados con la evolución frente a las pretensiones de los partidarios del diseño inteligente. Además de en Gran Bretaña, el debate se ha extendido en los últimos años a Alemania, Italia, Polonia y Holanda.
Pese a su contundente rechazo a la teoría del diseño inteligente, Ayala, que fue dominico en su juventud, sostiene que "no hay contradicción necesaria entre la ciencia y las creencias religiosas". La razón de ello es que ambas "tratan de asuntos diferentes que no se superponen". Según Ayala, se puede ser perfectamente partidario de la teoría científica de la evolución de las especies y creer en la existencia de un dios creador, personal y providente. En otras palabras: el concepto científico de evolución no niega la noción metafísica y teológica de creación a partir de la nada, ni a la inversa.
Pero no todos los científicos comparten esta última opinión. Es el caso de Eustoquio Molina, catedrático de Paleontología en la Universidad de Zaragoza: "Hay algunos científicos evolucionistas, como Ayala, que dicen que no encuentran contradicción entre los datos científicos y las ideas religiosas. No estoy de acuerdo. Considero que si la narración bíblica no es cierta hay que abandonar también la religión. En este sentido creo que los fundamentalistas que interpretan sus libros religiosos literalmente son más congruentes con sus ideas que los renovadores, si bien estos son menos peligrosos", concluye.