presidente de ryanair
vitoria
INVENTOR del marketing, fundador de la estrategia, transgresor y deslenguado, Michael O'Leary (1961, Mullingar, Irlanda), ha creado un modelo de negocio tan poco ortodoxo como lucrativo. Usando fórmulas como la venta a bordo, los juegos por internet, el alquiler de coches y las reservas de hotel para incrementar el dinero ingresado por la venta de billetes de los asientos de la aerolínea, ha catapultado a la compañía y se ha convertido en multimillonario. Su agresivo estilo de dirección, siempre encaminado a reducir costes y su actitud hostil hacia competidores, autoridades aeroportuarias, gobiernos y sindicatos, son sus credenciales. Una tarjeta de visita que han hecho de O'Leary el alto ejecutivo de una aerolínea (junto con Richard Branson) mas conocido a nivel mundial.
Experto en todo tipo de shows y famoso por sus bravuconadas, parece un amante del transformismo. Disfrazado de Papa Noel, ataviado de torero, enfundado en un bañador de señora y con una banda de Miss Fly..., adorna mil y una poses al más puro estilo Mr. Bean. En el plano doméstico, la cosa cambia. Porque allí, O'Leary es un hombre de 50 años, amante de la hípica, que vive en una granja cerca de Dublín con su mujer y sus cuatro hijos, no coge vacaciones y acude a diario a su trabajo en su Mercedes con licencia de taxi para poder circular por el carril bus.
Considerado por muchos como un bufón sin ética, en las apariciones públicas de O'Leary sobresale el efectista factor sorpresa, el mismo que decide instalar aquí o allá un nuevo centro neurálgico y el que opta, sin previo aviso, por suprimir rutas o inaugurar otras. Y maquillar, con suplementos de todo tipo, el precio final de sus superchollos. El empresario irlandés al frente de la aerolínea desde 1994 (cuando era una pequeña compañía con vuelos sobre todo regionales), es considerado un tirano y un déspota por muchos de sus empleados. Entre los publicistas corren, sin embargo, ríos de tinta sobre si su estrategia de cabrear a todo el mundo es de suicidas o de genios.
La coincidencia es unánime, es un artista del marketing viral. En una vieja entrevista de 2003, O'Leary reconocía que mientras British Airways gastaba tres millones de libras en anuncios de televisión, ellos ni siquiera tenían agencia de publicidad y lo hacían todo en casa. "El centro de nuestra estrategia es gastar lo menos posible en publicidad", decía. Se calculó que un anuncio en el que aparecía el Papa explicando a una monja que el secreto de Fátima eran sus tarifas, les había generado cinco millones de euros en publicidad en medios en todo el mundo y no les había costado ni una libra. Eso y la imagen de una bailarina de striptease vestida de colegiala para anunciar tarifas calientes, o la del presidente Nicolás Sarkozy y su mujer con el mensaje: Con Ryanair toda mi familia puede venir a mi boda, avalan sobradamente su trayectoria.