Barcina del Barco Burgos. Las voces contrarias a Garoña no se cansan de exigir el cierre inmediato y definitivo de la central nuclear burgalesa. La tradicional manifestación anual que en la mañana de ayer recorrió el entorno de la planta, y ya van 32, supuso una buena prueba más de ello. La elección del 11 de septiembre para celebrar la marcha no fue casual, justo seis meses después del desastre nuclear de Fukushima. Con este recuerdo muy presente, alrededor de un millar de personas reivindicaron el fin del recinto atómico más antiguo del parque estatal lanzando un nítido mensaje a los representantes políticos. Tanto a quienes ahora gobiernan en Madrid, encabezados por un José Luis Rodríguez Zapatero que dio el visto bueno a la última prórroga de la vida útil de la planta, como al Partido Popular, cuyos máximos representantes siempre han defendido la continuidad de Garoña más allá del 5 julio de 2013, última fecha prevista para su cierre. "Un modelo energético sostenible no puede incluir la energía nuclear".

El manifiesto elaborado por la Coordinadora contra Garoña, organizadora de la manifestación, puso el dedo sobre la llaga de las catástrofes nucleares que se han sucedido desde 1979, con Harrisburg como protagonista, y exigió un calendario de cierre de todas las plantas del Estado "para enterrar de una vez por todas esta sucia tecnología". La marcha, algo más numerosa que el año pasado, partió como suele ser habitual a mediodía desde la pequeña localidad de Barcina del Barco, recorrió sus calles principales, y se dirigió después hasta las puertas de la central donde una hora y media después un enorme candado simbolizó la clausura del recinto.

No faltaron las habituales consignas contra la actividad desarrollada en Garoña y las empresas eléctricas más importantes del Estado, que a juicio de los organizadores "siguen aumentando sus ya abultadísimos beneficios" a costa de exponer a las localidades del entorno, entre ellas Gasteiz, "a un innecesario riesgo". Alfonso Ribote, portavoz de Ekologistak Martxan, responsabilizó al Gobierno central por "obligara la ciudadanía a "soportar ese peligro" durante dos años más. "No deberíamos estar aquí", censuró antes de dar lectura al manifiesto.

Basta ya de amenaza nuclear; Oña, oña, oña, Garoña ni de coña; No tenéis cerebro, estáis matando al Ebro; o Presupuestos nucleares para escuelas y hospitales fueron sólo algunos de los cánticos que los manifestantes corearon durante el recorrido, que tampoco olvidó su carácter festivo. Sobre todo cuando la tuna punk hizo acto de presencia en la recta final de la marcha. Aunque con un despliegue policial bastante más discreto que en ocasiones precedentes, varios agentes de la Guardia Civil -incluido un helicóptero- se encargaron de cortar las carreteras adyacentes y supervisar que no se produjeran incidentes.

Fukushima nunca más, Garoña cierre ya, el lema elegido para esta ocasión, fue amarrado en forma de pancarta a las puertas de la central nuclear como contraposición al mensaje que ya, vallas adentro, colocaron en su día los trabajadores de la planta: Garoña es segura. Continuidad. Carlos Bravo, responsable de Energía de Greenpeace, confió en que la de ayer sea la última ocasión en que una manifestación deba exigir el cierre de la central burgalesa, aunque no escondió su temor a una nueva prórroga. "Haremos todo lo que esté en nuestras manos para que no se dé", advirtió.

El ecologista apostó por un nuevo modelo marcado por el protagonismo de las energías renovables, de las que España ya es exportadora, y recordó que una política "pronuclear" como Angela Merkel procedió al cierre de siete centrales alemanas tras la catástrofe de Japón "y no ha pasado nada". "Aquí se podría hacer lo mismo ya", sugirió Bravo.