Hace casi tres años que Amaya Nazabal Gaztañaga tiene una nueva abuela. Supo de su existencia un día que ojeaba en uno de los tablones de anuncios del campus de Álava que esta señora, que hoy tiene 85 años, quería compartir su casa con un alumno de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) que fuese de fuera de Vitoria. Y ella lo era. En concreto, de la localidad vizcaína de Erandio, donde residía hasta que decidió que la mejor manera de centrarse en sus estudios de Farmacia era la de afincarse en la capital alavesa. Se trataba de una oferta única con la que Amaya no se encontró de casualidad. "Cuando estaba en Irlanda, una de las monitoras ya me había hablado del Programa de alojamiento de estudiantes con personas mayores, así que cuando vi el cartel, llamé a la Diputación sobre junio o julio", recuerda esta joven que ahora tiene 21 años.
Después de esa primera toma de contacto, tuvo que rellenar un sencillo cuestionario para averiguar si quería compartir piso con un mayor "que fuera mujer u hombre" y también para saber si Amaya era una persona responsable. Los técnicos forales tardaron una semana en dar el visto bueno a esta relación de convivencia, que empezó con la presentación de ambas. "Fui a su casa para conocer cómo era ella y el piso. Me acompañó el responsable que supo manejar la situación para que ninguna de las dos nos pusiéramos nerviosas".
Era el primer día y como tal no pudo faltar la hija de la dueña del piso, porque como dice Amaya, "al final la relación de este tipo de convivencia es de familia". Pero además de estrechar lazos, también se consiguen ciertas ventajas, que no sólo tienen que ver con el coste cero que tiene el de vivir en una casa lejos de tu ciudad de origen. "Los mayores son personas muy tranquilas y sabes que te van a facilitar el momento en el que quieres estudiar, que no te van a poner la música alta". Aunque, sin duda, lo mejor para esta joven ha sido "la relación de confianza" que se ha creado porque al fin y al cabo es como tener una abuela más. De hecho, la buena señora hasta se preocupaba cuando Amaya algunos días decidía tomarse unas cañas después de las clases. "A veces me esperaba despierta porque se quedaba intranquila". Pero no era lo habitual. "Yo estaba de domingo a viernes en el piso, así que los sábados salía por mi ciudad", matiza.
La relación fue tan bien que se prolongó otro año más, en el que tampoco faltó el seguimiento por parte del Instituto Foral de Bienestar Social (IFBS). "El responsable se encargaba el primer mes de llamar todos los días para comprobar que no habría incidentes durante el período de prueba y luego también mantuvo el contacto".
Amaya inicia este mes 4º de Farmacia pero no lo hará con esta señora porque se va de Séneca a Granada. "Me ha dado pena, pero sé que puedo mantener la relación con ella", asegura esta joven.