vitoria. Con la corrida de rejones del pasado martes día 9 termina otro año de la feria taurina de La Blanca. En esta edición la nueva empresa gestora del coso, dirigida por el empresario Tomás Entero, se ha visto en la necesidad de buscar fórmulas que movieran al público alavés hasta la plaza de toros.
La empresa se enfrentaba en Vitoria al reto de levantar una feria que caía inexorablemente tras haber confiado demasiado en las denominadas figuras del toreo, lo que supone atenerse a las exigencias de éstas en cuanto a contrataciones y, lo más importante, en cuanto a las características del ganado. En esta ocasión se imponía una feria que lograra reducir los precios de coste de temporadas anteriores. La idea ha sido prescindir prácticamente de esas figuras del toreo y programar carteles baratos, con un denominador común y dirigidos a públicos segmentados. Una corrida mixta, una torista, otra mediática, otra del entorno, la de las figuras y los rejones. Hay donde elegir. Mercadológicamente la propuesta es correcta e incluso innovadora, sin dejar de ser una decisión arriesgada.
Las mencionadas fórmulas han funcionado en gran medida si bien en ningún caso se ha dado un reventón de taquilla ni las entradas han superado los tres cuartos de aforo. De esta manera parece ser que Vitoria se mantiene en lo que venía siendo la tónica habitual de ferias anteriores. Aún así, podemos considerar que el volumen de público ha disminuido en espectáculos como el de rejones que por lo general suponen lleno o casi lleno. La crisis, cómo no, se deja notar en todas partes y, por supuesto, también en los toros, un espectáculo que a todas luces resulta caro para el gran público.
No obstante, mantener los volúmenes de entrada de otras ediciones significa no haber caído en interés, lo que ya es importante. A priori significa también la existencia de un público fidelizado con el que se puede contar feria tras feria pues acude al coso invariablemente. Es muy importante tener un conocimiento concreto de este público porque ayuda a programar nuevas variables y a hacerlo antes con seguridad que con valentía.
En el apartado ganadero, el resultado ha sido positivo. La presentación del ganado ha sido correcta en la mayoría de los casos. Es ahí donde surge el pero. Las presentaciones de los toros de las figuras han bajado el listón de ferias anteriores y eso es ya mucho bajar. Así, en cuanto a presentación, los toros de la corrida del día del blusa para Morante de la Puebla, dejaron mucho que desear. Los que en esa misma corrida estaban destinados a Cayetano (nunca comparece Cayetano) eran de una presentación sumamente ínfima e incluso vergonzosa, por debajo de lo admisible en las plazas menos exigentes de segunda categoría. Algo parecido sucedió en la corrida de las denominadas figuras. Si bien es verdad que los toros de Victoriano del Río lucieron preciosas láminas y se comportaron como desean los toreros, también lo es que gran parte de ellos llegaron a Vitoria con las edades recién cumplidas y que sus tamaños no son dignos de esta plaza. Ha sido en estas dos corridas en las únicas en que el tercio de varas ha desmerecido o no ha existido. En ese sentido hay que cuidar y saber lidiar con las imposiciones de este tipo de toreros y de su entorno.
La actuación de los veedores se ha dejado notar en la diferencia de hechuras entre los toros de Morante y los de Cayetano, ambos de un mismo hierro, pero totalmente distintos o en la selección de los toros del lunes día 8 para El Cid, Manzanares y Perera. Fundamental ponerle solución a esto porque si las figuras vuelven a tomar la batuta destrozan la feria, algo que ya se vio en años anteriores en los que la plaza pasó de ser considerada la mejor de segunda categoría a convertirse en lugar de recreo y esparcimiento de toreros destacados. Sólo fue cuestión de dejarles coger confianza.
En cuanto al nivel artístico de la feria, el hacer de los toreros ha sido acorde a sus circunstancias. Emotiva la despedida de José Ignacio Ramos; curiosa la comparecencia de Paquirri, ausente con parte de baja en la feria anterior y con un giro en su estilo habitual; interesantes las actuaciones de Fandiño y Urdiales ambos con gran despliegue de voluntad; bonitas pero totalmente faltas de emoción las de las figuras, desde Morante a Perera pasando por Talavante, éste fuera de cacho como norma habitual, El Cid y Manzanares, ambos con lucidas faenas ante toros terciados, anovillados y tontorrones; arrolladores Hermoso y Leonardo.
En definitiva y salvo puntualizaciones, la apuesta ha funcionado pero siempre en el sentido de que se trataba de levantar una feria. No empezábamos de cero pero tampoco llegábamos desde la excelencia que en su día parecía que conseguíamos. En ocasiones, los tiempos de crisis son buenos tiempos para hacer reformas. Se ha visto en otras plazas cercanas como la de Azpeitia y allí, al igual que en Vitoria, las cosas han funcionado. La idea, continuar en salir de lo convencional y prescindir, en la medida de lo normal, de aquellos que organizan y mandan en las casas de los demás.