VITORIA. Cuando los rescoldos de un fuego encuentran al viento como aliado acostumbran a revivir para lograr que allí donde sólo había cenizas vuelvan a crepitar las llamas. Ahora, éstas ya son incendio, al menos, en Zaramaga. No en vano, lo que empezó como un discurso populista nacido al calor del pasado periodo electoral y azuzado por una asociación vecinal con estrechos vínculos con el PP (Iparralde) contra el proyecto de abrir una mezquita, se ha convertido en un problema de odio racial de consecuencias incalculables. De hecho, la fachada del local elegido por una agrupación de paquistaníes para poder rezar en el citado barrio amaneció ayer con pintadas despectivas hacia el colectivo musulmán, con insultos de índole xenófoba y con esvásticas y una diana. Toda una declaración de intenciones.

"España no es un zoo". "Stop Islam; moros no". Frases como éstas ensucian la dignidad de la ciudad desde que resaltan sobre el blanco de la fachada del local alquilado por un grupo de musulmanes para construir allí una mezquita. El local de Martín Olave, independientemente de los recelos vecinales y de la intención del alcalde, Javier Maroto, para forzar el traslado del recinto, tiene todos los permisos en regla y sólo el rechazo de los residentes ha paralizado las obras que se debían hacer para adecuar la lonja. Ahora bien: tras los últimos acontecimientos parece razonable que los precursores del templo puedan reconsiderar su postura. De hecho, el ataque de ayer no es el único que ha tenido que sufrir el establecimiento. Hace escasas fechas (el 2 de julio), el mismo amaneció salpicado con sangre de cerdo animal impuro para los musulmanes y con restos de esta especie, como cabezas claramente identificativas como propias de la especie porcina. ¿El objetivo? Achantar al grupo de musulmanes convirtiendo la lonja en impropia para ejercer como fieles del Islam.

Entonces, los atacantes rompieron la cadena y el candado que cerraba la puerta de madera de acceso a la lonja y, una vez dentro, arrojaron los trozos de carne de cerdo y una cantidad de sangre, vedados por el Corán como alimentos, al suelo del local. Los daños fueron descubiertos por los promotores de este centro de oración, que denunciaron los hechos ante la Ertzaintza, que abrió una investigación.

La asociación de musulmanes alquiló el local hace casi medio año y cuenta con la licencia municipal para acometer las obras, que no han podido comenzar por las dificultades que están teniendo, como por ejemplo por la negativa de la comunidad de vecinos del portal contiguo a una toma de agua. De hecho, la construcción de esta mezquita está rodeada de polémica desde que vecinos de la zona tuvieron conocimiento de la actividad religiosa que se iba a desarrollar en el local.

En estos meses se han celebrado varias manifestaciones en Zaramaga en contra de la mezquita, e incluso el alcalde de la ciudad, Javier Maroto (PP), ha planteado un local alternativo a los promotores de la misma para construir el templo, ya que considera que la calle en la que se quiere instalar es pequeña para acoger la afluencia de fieles que se espera. El Gobierno Vasco también ha tratado de mediar en este asunto y ya pidió al Ayuntamiento de la ciudad que ejerza su obligación constitucional de "garantizar y promover la libertad religiosa y de culto" en la ciudad.

Sea como fuere, lo cierto es que el actual equipo de gobierno municipal salió a la palestrar para condenar con contundencia la acción xenófoba. En ese sentido, el Ejecutivo popular rechazó "el ataque sufrido por la comunidad paquistaní de nuestra ciudad en el local de Zaramaga donde planea abrir una mezquita". "Hechos como estos señaló el alcalde, Javier Maroto, nos alejan del necesario entendimiento entre ciudadanos y son una muestra de intolerancia por parte de algunos". El primer edil recordó que su Gobierno "está realizando todos los esfuerzos posibles para lograr el consenso entre los vecinos y los promotores de la mezquita y encontrar, en el más breve espacio de tiempo, una solución satisfactoria para ambas partes".