Vitoria. El robo del Códice Calixtino de la Catedral de Santiago ha puesto de manifiesto que la codicia de los amigos de lo ajeno no respeta ni escrituras sagradas como ésta, que es una joya bibliográfica, del siglo XII, formada por cinco libros que, además de transmitir los milagros del apóstol de la seo gallega, se califica como la primera guía para peregrinos al detallar con qué fuentes de agua potable, hospitales e iglesias se podían encontrar en el Camino. Pese a esta pérdida de incalculable valor, las alarmas no han saltado en las iglesias alavesas, quienes aseguran tener a buen recaudo su patrimonio artístico desde que hace doce años la Diputación urgió al obispado a blindar sus tesoros mediante su traslado al Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria.

Sólo en agosto de 1999, cuatro meses después de su inauguración, la pinacoteca de la Catedral nueva albergaba ya 234 piezas de distintas épocas, desde las de los primeros templos mozárabes hasta las del sofisticado barroco, lo que da una muestra de hasta qué punto se logró reducir la indefensión de los santuarios alaveses. De hecho, tal y como aseguran fuentes de la Diócesis de Vitoria, el mayor expolio que sufrió este territorio histórico se puede ceñir a una período de tiempo concreto: desde 1965 hasta 1980, ya que desde entonces los hurtos "han sido menos notorios".

Uno de los más sonados y de los que se consiguió recuperar varias de las obras saqueadas es el que acabó precisamente en 1980 con el arresto de unos ladrones en Miranda de Ebro, a quienes se les incautó varias tallas e imágenes. Más reciente, en 1999, es el que sacó a la luz la Brigada de Patrimonio Artístico, después de que la Guardia Civil arrestara en Madrid a un empresario por tener en su domicilio dos esculturas de dos iglesias alavesas a las que tenía la intención de sacarlas a la venta en el mercado negro. Una de ellas era la imagen de San José, del siglo XVIII, cuyo robo fue denunciado en 1998 por el párroco de Tuesta, un pequeño pueblo perteneciente a Valdegovía. La otra talla era la que representaba a una Andra Mari, del siglo XIV, de la ermita de San Juan de Elburgo a la que sus habitantes habían perdido de vista el 5 de marzo de 1998.

Erik 'el belga' Poco a poco los vecinos de los pueblos alaveses han comprendido que por el bien de las imágenes es mejor guardarlas en el museo, ya que además éste les ofrece la posibilidad de devolvérselas temporalmente por sus celebraciones religiosas. No en vano, el temor a una posible sustracción es más que lógico si se tiene en cuenta que no se descarta que entre los cacos que han actuado en Álava, aparte de bandas locales, estuviese el mismísimo Erik 'el belga', a quien se le atribuyen 6.000 robos, 2.000 de ellos cometidos por todo el Estado. En el currículum de este mangante del arte sacro también se añadían su actuaciones en medio centenar de los museos más importantes del mundo, puesto que, según dice, a día de hoy casi tienen las puertas abiertas puesto que "las alarmas se desconectan desde fuera".

Aunque sorprenda que este bandido redimido, hoy mecenas respetable y restaurador prestigiosísimo, pudiera llegar hasta Álava, cabe recordar que en estos lares también hay joyas casi equiparables al Códice Calixtiano. Una de ellas se conserva en el Archivo Histórico Diocesano de Vitoria: la Bula otorgada por el Papa Honorio III, en 1222, por la que tomaba bajo su protección a la Colegiata de Armentia, sus canónigos y sus bienes.