LA llamada a la oración del muecín abre la puerta de Eastliegh. A mediodía, las calles del suburbio de Nairobi están abarrotadas y varios tenderetes se desparraman por sus calles, muchas llenas de basura y sin asfaltar. Algunas mujeres visten niqabs de tonos oscuros y, si se afina el oído, no hay rastro de swahili en ninguna conversación. La mayoría habla somalí. El barrio de Eastleigh, que acoge la mayor concentración urbana de refugiados somalíes en Kenia -alrededor de 300.000 personas, muchas sin registrar-, se conoce como Little Mogadiscio. Pero la pequeña capital somalí del sur no es solo uno de los barrios humildes más efervescentes de la ciudad, con cientos de pequeños negocios por doquier. Su buena salud financiera provoca suspicacias. Según varios informes, en Eastliegh se blanquea dinero de los rescates de piratas en el golfo del Adén y se inyectan fondos a la milicia radical Al Shabab, vinculada a Al Qaeda, que recluta a combatientes para su causa en el suburbio keniano. ONGs y agentes sociales advierten de que las acusaciones tienen una base poco sólida y amenazan con estigmatizar aún más a los inmigrantes somalíes, muchos de ellos refugiados huidos del caos y el desgobierno que se instaló en el cuerno de África tras la caída de dictador Siad Barré en 1991 y la posterior lucha por el poder.
Un informe de la oficina de narcóticos estadounidense pone cifras al miedo. "El incremento de blanqueo de dinero de fondos de la piratería somalí es un problema substancial. El sistema financiero de Kenia podría estar blanqueando cerca de 100 millones de dólares al año, incluyendo el tráfico de estupefacientes y los fondos de la piratería", señala.
La aparición del problema no es casualidad. De 2007 a 2009, el gobierno keniano no realizó ni una sola detención por blanqueo de dinero. El documento cita a las hawala de Eastliegh, un sistema de transferencias muy usado entre los refugiados somalíes -así como en Afganistán y el mundo árabe- porque no requiere documento de identificación para recoger el dinero. También hay hombres de negocios que apoyan la causa. "Eastliegh se ha convertido en un centro de remesas informales para la diáspora somalí. Se transmiten millones de dólares cada día desde Europa, EEUU y Canadá hacia a todos los rincones de Somalia", reza el texto. El informe La economía de la piratería de la consultora Geopolicity publicado el mes pasado apuntala las cifras de la oficina de narcóticos de EEUU. Según el estudio, aunque la mayoría de pagos de rescate se realizan por el aire -un avión sobrevuela el navío secuestrado y deja caer el dinero, sistema presuntamente utilizado en el pago del rescate del atunero vasco Alakrana- dura poco en territorio aguas somalíes, "hay evidencias de que una parte significativa del montante entregado, entre el 40 y el 50%, se transfiere fuera de Somalia mediante sistemas informales de envío de dinero", asegura. En 2010, se pagaron unos 238 millones de dólares en rescates.
El bombeo de dólares, vía ilícita o no, está cambiando la cara de Little Mogadiscio. Pese a ser un barrio humilde, en cuatro años los alquileres han subido un 50% y circulan historias que este diario no ha podido confirmar de edificios comprados a tocateja y con dinero en metálico. Para Fozi Ali, etíope que llegó al barrio hace seis años, los cambios son evidentes. "Han construido centros comerciales y restaurantes, muchos bancos han abierto sucursales? antes no había casi nada de eso. Eastliegh está creciendo a una gran velocidad", asegura. Se revuelve incómodo cuando se le pregunta si el blanqueo de dinero de los rescates de la piratería ha sido un empujón decisivo. "Es imposible saberlo. Cualquiera puede enviar dinero desde Somalia hacia cualquier parte del mundo de forma casi anónima. ¿Piratas? Quizás sí, quizás no. El problema es que aquí hay muchos somalíes y Somalia se relaciona con la piratería. Eso puede ser injusto", desliza.
El think tank World Peace Foundation también señala a Kenia como una de las fuentes de ingresos de la delincuencia organizada somalí. Pero no sólo apunta al país africano. "Cerca de 1.500 piratas están involucrados, con siete sindicatos y unos pocos jefes que controlan empresas, separadas sobre el papel pero vinculadas a la red, que aportan financiación desde Kenia, Dubai o Líbano, entre otros", asegura.
El Gobierno de Kenia niega que haya un problema en Eastliegh. El año pasado, su portavoz, Alfred Mutua, tildó de "meras especulaciones" las noticias de blanqueo de dinero de rescates de la piratería o el reclutamiento de jóvenes por Al Shabab en Little Mogadiscio. "Recibimos informes, pero gracias a nuestro aparato de seguridad de alta inteligencia lo hicimos imposible", se jactó. A principios de año, la policía detuvo por primera vez a seis kenianos y un nigeriano con pasaporte británico por, presuntamente, querer alistarse en las filas del grupo fundamentalista somalí.
A Yusuf le suenan lejanas las peroratas gubernamentales sobre seguridad. Tiene 18 años y hace dos huyó de Somalia. Accede a hablar con DEIA sólo bajo condición de anonimato. Pide que no se publique su apellido. "O me alistaba a Al Shabab o huía del Somalia, y yo no quería que me mataran, era un niño, mi sueño es ser futbolista y vivir en paz", explica. Sonríe cuando oye que Al Shabab no ha puesto sus zarpas en Little Mogadiscio. "Esos jodidos grupos intentan reclutarte aquí mismo", dice. Sabe de qué habla porque le tocó de cerca. "Mohammed Said, uno de mis compañeros del equipo de fútbol Somali Peace Stars se juntó con gente extraña y un día desapareció. Hace más de un año que no le veo. Me dijeron que estaba en Somalia, pero no sé".
La policía ha aumentado la presión en Eastliegh, y realiza redadas en el barrio. Para el etíope Fozi es un mero teatro. "Piden la documentación y, si no la tienes y no puedes pagarles un pequeño soborno, te detienen", dice. La desesperanza de una Somalia destrozada y una vida de inmigrante ilegal en Kenia aportan candidatos al extremismo. "Aquí hay mucha gente desesperada que perdió todo menos la vida. Y si no tienen nada y están desesperados ¿cómo no va a ser fácil lavarles el cerebro?", opina.
El equipo de investigación independiente Humanitarian Policy Group pide prudencia. Avisa de que los refugiados de Little Mogadiscio son víctimas del abuso de la policía y se corre el riesgo de estigmatizar a la población inocente. "Hay una creciente percepción, entre autoridades y ciudadanos, de que los somalíes son una importante amenaza para la seguridad nacional", advierten. El etíope Fozi usa otras palabras para pedir lo mismo: "La mayoría de gente del barrio ha sufrido mucho, es duro ser refugiado, somos víctimas, sólo buscamos vivir en paz", pide.