En las películas policiacas, la tensión acumulada se desvanece cuando el delincuente es escoltado por los agentes y acaba entre rejas. Pero la realidad tiene la fea costumbre de empeñarse en superar la ficción y en dar lugar a episodios tan curiosos como tristes. El calabozo no siempre representa el final de los quebraderos de cabeza de los agentes, sobre todo cuando los detenidos ocultan elementos peligrosos en los orificios más recónditos de sus anatomías. A lo largo del último mes se han vivido dos escenas atípicas en la comisaría de la Ertzaintza de Portal de Foronda, ambas relacionadas con objetos escamoteados por los arrestados. La primera acabó con un pequeño incendio, pero la segunda tuvo como colofón el Hospital Santiago. La pregunta resulta casi obligada. ¿Qué ganan los detenidos creando un alboroto en el calabozo? "Saben que todo lo que les suceda en ese recinto es responsabilidad nuestra, así que intentan sacar provecho de la situación", aclara un agente de la Policía autonómica consultado por este diario.

El primer susto llegó hace cosa de un mes. Un ciudadano de origen norteafricano arrestado por un delito menor fue a parar a las dependencias policiales de Vitoria. No causó problemas en ningún momento y nadie sospechó que algo pudiera ir mal hasta que un intenso olor a quemado saturó el lugar. Cuando los sobresaltados agentes se adentraron a la carrera por el pasillo y se asomaron al interior de la celda, vieron que la manta y la esterilla que se les entrega a todos los arrestados estaban ardiendo. Un humo negro y espeso colmaba la estancia y dificultaba la respiración. Rápidamente, sacaron al hombre y apagaron las piezas de tela sin demasiada complicación. No hizo falta ni tan siquiera echar mano de los extintores. Cuando examinaron el lugar, descubrieron un mechero. El individuo lo llevaba oculto en el interior del recto y lo extrajo cuando supo que podía proporcionarle más juego.

Después de aquel episodio reinó la calma, hasta el pasado sábado. Otro hombre, también de origen africano, fue detenido por robar en El Corte Inglés y también fue trasladado a la comisaría de la Ertzaintza en Vitoria. Como ordena el protocolo, se le practicó un cacheo preventivo superficial en el lugar de los hechos y uno más exhaustivo en Portal de Foronda. Para evitar que el arrestado se sienta vejado, la exploración se realiza por partes y nunca se expone al detenido completamente desnudo. Primero se le revisa de cintura para arriba y luego el resto. Aunque durante la detención y el traslado en coche patrulla el hombre no dejó de insultar y amenazar a los ertzainas, durante el cacheo colaboró totalmente y no ofreció resistencia.

Una vez en la celda, regresaron los gritos. Cuando los agentes se preocuparon por lo que pasaba, el individuo extrajo un cutter de tamaño considerable que llevaba escondido entre las nalgas y comenzó a rajarse el pecho y la tripa. Quiso el azar que no acertara a dar con la parte cortante y acabó arañándose con la cara posterior del filo. La escena dio lugar a un considerable barullo dentro de la comisaría, ya que hubo que evacuar al herido al Hospital Santiago, donde se le mantuvo bajo estrecha vigilancia. Finalmente, de madrugada, el arrestado pasó a disposición judicial por lo que no tuvo que regresar a la comisaría.