Los vitorianos que acogen en verano a niños saharauis se han dado cuenta de que ésta es la mejor opción de dar a conocer la existencia de los campamentos de refugiados en Tinduf (Argelia). Afirman ser los mejores embajadores de esta causa porque así lo han comprobado cuando se les acercan sus vecinos y les preguntan: "¿Cómo es que el chaval necesita venir aquí? ¿Pero por qué si tienen que salir del calor viven en tiendas de campaña?".

Es entonces cuando entienden que nadie por gusto propio decide irse a vivir a un sitio en el que tienen que soportar temperaturas de 50 grados al estar en pleno desierto. Su piel poco menos que se derrite bajo esas condiciones en las que malviven con la esperanza de poder volver algún día a la tierra de la que proceden y de la que tuvieron que expatriarse sus padres a raíz del ominoso pacto tripartito de 1975 que entregó el territorio a Marruecos y Mauritania.

Miles de ciudadanos respaldan cada año la entrega de alimentos y material que envían las ONG para la supervivencia de los refugiados. Pero no es suficiente. Los padres alaveses que abren sus puertas a niños criados en los campamentos de refugiados ven cómo por ellas entra un chaval delgado que en ocasiones padece déficits nutricionales o incluso oftalmológicos. "Viven en la zona occidental de Argelia, llamada Hamada, una de las zonas más duras del desierto en las que el pueblo saharaui lleva viviendo 35 años en el exilio. Si para las personas es duro vivir en esas condiciones, para los más vulnerables, los niños, lo es más mostrando carencias odontológicas y falta de atenciones médicas", explican desde la Asociación de Familias de Acogida de Niños Saharauis de Vitoria (Asafanis), quien necesita a cuatro familias dispuestas a traer a uno de estos menores. Su llegada está prevista para el 23 o el 24 de junio, dos turnos en los que un autobús dejará a los 45 menores en Lakua, una hora después de su aterrizaje en Loiu, mismo aeropuerto desde el que partirán esos mismos días, pero de agosto. Los que se solidaricen con el programa Vacaciones en paz, al que se pueden adherir en el 945 173 811, no tienen que correr con los gastos de los billetes ni con los de las visitas al médico o la de la compra de gafas ya que el Ayuntamiento y la Diputación corren con los gastos, incluso con los del carné de las piscinas.

Con esta acción se pretende que aunque sólo sea durante dos meses al año los menores puedan seguir un régimen alimenticio adecuado para poder afrontar el año con más salud. También se les da la oportunidad de conocer otros lugares que no sean las dunas del Sahara, descubrir los árboles, el mar o algo tan simple como el grifo de agua. Pero también aprender una lengua extranjera y dar a conocer el problema en el que se encuentra su país.

maite pera

Este año trae a dos hermanos

Para la gasteiztarra Maite Pera este es el quinto año que trae a Jalihenna, de 11 años. Este verano podría ser el penúltimo para que este pequeño pase sus vacaciones en la capital alavesa, ya que el programa Vacaciones en paz, se dirige a menores de 7 a 12 años. Sin embargo, el vuelco que ha sufrido la vida de este niño ha ampliado el límite. "Como se ha quedado huérfano de padre ahora igual podría venir hasta los 14 años", cuenta esta mujer que tiene dos hijos Luis, de 27 años, y Eider, de 21 años, emancipados por sus estudios fuera de la capital.

Sin embargo, este año Jalihenna no vendrá solo. "Voy a traer también a uno de sus siete hermanos, Said, de 8 años, porque estoy viendo que con la crisis no hay tantas familias dispuestas a acoger", detalla Maite, quien recomendaría a todo el mundo esta experiencia "porque es buenísima y ayudas a que los niños pasen la ITV".

A lo largo del año mantienen contacto a través del móvil y en alguna ocasión ha ido a visitar a su familia, donde se dio cuenta de que a una de las sobrinas de Jalihenna la han llamado Eider, como su hija. Se adaptan rápido a su nueva vida, pese a que en un inicio les sorprende lo verde que es todo o la lluvia. "Un día hasta tocó el suelo, al estar mojado, cuando veníamos por la calle Olaguíbel".

alicia arenal acoge a ayoub (9)

"La fruta es como una golosina"

Para Alicia Arenal va a ser el segundo año que trae a Ayoub Mohammed Salem, de 9 años. Un chaval que aunque espabila rápido con quien mejor "se arregló" al principio de su estancia fue con sus dos hijos, David (8) y Erik (5). "Le encanta ir a las piscinas, a los parques y estar en la calle, como cuando le llevamos al pueblo a recoger renacuajos". También disfruta cuando llega la hora de la comida, en especial, si hay tortilla de patata y fruta, de postre. "Para ellos son una golosina. Les gusta tanto como el chocolate o los chupa chups".

Alicia aún se acuerda del primer día, cuando llegan los niños con un cansancio extremo. "Su viaje dura un montón porque desde su campamento al aeropuerto militar de Argelia tardan unas tres horas. Y vienen desorientados, con una mochila pequeñita sin apenas ropa". Aunque en ella nunca faltan los detalles de artesanía, como pulseras o collares, que sus familiares dan a los padres de acogida como señal de agradecimiento. El año que viene tiene intención de ir a visitarle con su hijo mayor.

Isa garcía y Pablo Cámara

"Es educado y tranquilo"

El matrimonio formado por Isa García y Pablo Cámara acogió el año pasado por primera vez a Ahmed, de 8 años, con quien repetirán dentro de quince días. "Estábamos esperándole en el centro cívico de Lakua, pero no le identificábamos con la foto que le habíamos enviado", recuerdan el primer día de este chico "educado y tranquilo", que demuestra un tremendo respeto a las personas mayores. Aunque, eso sí, se asustó el día que le llevaron a la revisión médica. "Le compramos un maletín médico de juguete para que perdiese el miedo a los pinchazos para el día que se hiciese el análisis de sangre".

Tampoco olvidan el día en el que Ahmed dibujó una casa con lluvia, en vez de con un sol por lo mucho que le llama la atención, o de lo contento que se puso otra vez al ver tronar un día que se encontraban en la plaza de La Provincia. Como otras familias de acogida, mantienen contacto a través del móvil. Y, aparte, Pablo fue a visitarle a su campamento en Dajla, gracias a los viajes que organiza Asafanis. Él fue en diciembre, pero también hay otro trayecto en Semana Santa.