Vitoria. La solidaridad y las ganas de dar una vida mejor a los niños que viven en pésimas condiciones han sido otra de las cosas que han caído en las garras de la crisis. El pasado año los menores de 7 años que viven en los campamentos refugiados del Sahara no pudieron formar parte del programa de acogida temporal que los trae a diversas partes del Estado durante el verano. Un motivo que hizo que se tuvieran que quedar en su tierra, los campamentos instalados en Tinduf, en el occidente de Argelia, sin beneficiarse de una estancia que les garantiza todo tipo de atenciones médicas y aportes nutricionales, de los que suelen carecer en su lugar de residencia.
Los programas peligraron porque no hubo familias suficientes que quisieran abrirles las puertas de su hogar. Pero no por falta de ganas, sino por los problemas que acarrea los 500 euros de media estatal que cuesta traerlos, si bien en Álava, éstos cuentan con la subvención del vuelo o de la entrada a las piscinas.