Vitoria. Para la psicoanalista Olga Montón la mejor frase para salir del mundo de las drogas y de cualquier adicción en general es "no hacer insoportable lo imposible". La responsable de la ponencia de esta mañana Una mirada piscoanalítica del cine asegura que inherente a tosdo ser humano es el sufrimiento de una pérdida. Todos la sentimos, pero en el caso de la adicción, se cree que con el consumo de ese objeto se va a completar ese vacío. No necesitan nada más y evitan la relación con la sociedad en todos los ámbitos.
¿Por qué la mirada psicoanalítica que hace es desde el cine?
El psicoanálisis siempre ha tenido una relación especial con las artes y, en especial, con el mundo cinematográfico. La gente no se atreve a ir a exposiciones pero sí al cine porque es para todo el mundo. Con esta idea organizamos desde hace nueve años unas tertulias, llamadas El séptimo, en un bar de Madrid una vez al mes, con las películas que están en cartelera. No se trata de hacer psicoanálisis porque la película es ficción. Cada persona la ve desde su posición. Pasa por nuestro incosciente y cuando uno la comenta se da cuenta de que cada cual hace una interpretación diferente de la misma.
En esta sesión se van a proyectar tres cortos. ¿Qué adicciones tratan?
Luis Soto, de Irene Arzuaga. Está protagonizado por un ludópata enganchado a la Lotería. Está convencido de que le va a tocar a él, a diferencia del resto del mundo que acepta que va a perder el dinero. En 0,8 milígramos, de Imanol Ruiz de Lara, se habla sobre el tabaco, otro objeto sustituto. En este caso, se produce porque hay algo del llenado de los pulmones que nos hace sentir llenos. Exprés, de Daniel Sánchez Arévalo, trata sobre el estrago que sufre una madre de una heroinómana, que explota al igual que una olla exprés porque ve que estos enfermos optan por no elegir la vida, con su lema Yo con mi caballo estoy completo.
¿De qué manera cree que el cine trata las adicciones?
De forma muy diversa. Para mí este último corto es muy bueno por cómo las trata, sobre todo, al hacerlo desde el punto de vista de la madre. La película Trainspotting (Danny Bopyle, 1996) también me gusta por lo bien que lo refleja con los seis primeros minutos, cuando el protagonista dice: La sociedad te dice elige un empleo, elige una vida... Hasta que acaba diciendo: ¿Por qué iba a querer yo hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida. No hay razones, ¿quién las necesita cuando tienes heroína?.
¿Hay algún metraje que pueda servir de ejemplo para alguien que quiera desintoxicarse?
No hay una película en especial porque para el abordaje de las adicciones desde el psicoanálisis no tenemos recetas únicas. Es diferente para cada persona. Hay que buscar qué lugar tienen las adicciones para ese sujeto porque es diferente para cada uno.
¿Cuál es la clave de un tratamiento, entonces, para frenar esa espiral de autodestrucción?
El sujeto no sólo quiere su propio bien, sino que también a veces quiere su propio mal. Es parecido a lo de que el hombre no sólo es un lobo para el hombre, sino que también para sí mismo. La adicción es una especie de muerte que produce una pequeña satisfacción. El goce tiene dos caras y hay una que va en contra nuestra. Hay terapias que ésto no lo tienen en cuenta y las toxicomanías vuelven a aparecer.
¿El séptimo arte hace un tratamiento diferenciado de las adicciones en función del género?
En el psicoanálisis no hay clasificaciones de mujeres, hombres o ancianos. Pero en el cine yo creo que sí que hay más películas dirigidas al público masculino. Las que tengan como toxicómanas a las mujeres hay menos. Pero en su caso se distinguen porque en las adicciones graves, como las heroinómanas, tienen que ver con el lazo al partenaire. Acceden porque están enamoradas de un adicto.
¿La relación entre cine y toxicomanías cambia con el tiempo?
En los años 30-40, estaba muy en auge las de Hitchcock. Siempre hay una interpretación, más allá de lo que se dice, hay algo que hay que descifrar. Ahora estamos en un momento de pretender que con los objetos puedes llenar tu vacío. Por eso el capitalismo tiene tanto éxito, porque encaja en esa pérdida. La industria farmaceútica nos quiere medicar a todos siempre, incluso en un duelo, pese a que es imposible estar feliz en todos los momentos.