vitoria. La polémica acerca de la apertura de una mezquita en el barrio de Zaramaga continúa candente. Después de que la asociación de vecinos Iparralde canalizara el descontento vecinal en forma de una manifestación que tomó la calle el pasado jueves tras una pancarta que rezaba No a la mezquita en Zaramaga, basta ya, el temor a posibles conflictos aumenta. Aunque el portavoz de este grupo vecinal, Fernando Cuesta, aseguraba a este periódico que no se trataba de una conducta racista, sino de un temor de los residentes que el alcalde no se había molestado en palpar antes de descalificar, la realidad ha dejado ver otra cosa.
Ante los últimos acontecimientos, desde la comunidad musulmana de Vitoria se apuesta por un diálogo que conduzca a una solución. Así lo aconseja Abdessamad Amain Jamal, que en su día fue representante de una mezquita vitoriana y que vive en la capital desde hace 20 años. "Lo mejor sería reunirse y que haya un diálogo constructivo para llegar a la solución mejor para todos", explica. Sin embargo, esta opción parece poco probable en términos de respeto a juicio de lo visto en la manifestación del jueves. Las razones que se esgrimieron entonces se referían a la necesidad de una normativa que regulase los lugares de culto respetando siempre el derecho ciudadano a disfrutar de su libertad de culto. Pero la duda sobre el fondo de aquellas palabras asaltaba al resto de la ciudadanía al comprobar que en algunas de las pancartas que acompañaban al grupo se podían leer frases como Mezquita ez, Mucho miedo a los musulmanes o Ayuntamiento irresponsable. Estas leyendas destapaban más motivos que el explicado por los portavoces de la protesta contra la mezquita de la calle Martín Olave. Según los vecinos que se sienten agraviados, la calle en la que se ubica la lonja llamada a acoger el templo de un grupo de gasteiztarras de origen paquistaní es demasiado estrecha como para recoger el tránsito de fieles que se espera en las cinco horas de culto que establece el rito musulmán.
A juicio de Amain Jamal esto se puede solventar, como ha sucedido en otras mezquitas, solicitando a los adeptos que no se concentren en las inmediaciones. "Hay que ser crítico en sentido positivo. Entiendo que esto puede molestar aunque las oraciones son a horas puntuales y se trata de pedir que no lo hagan. El problema está en que, muchas veces, aunque existe racismo, hay gente que no te lo dice a la cara", lamenta.
Se puede convivir A juicio de lo comprobado hasta ahora, este trasfondo podría tener mucho peso en la conducta de algunos vecinos del barrio obrero. "Parte de la sociedad no quiere ver a los musulmanes. Pero la sociedad tiene que darse cuenta de que todos debemos convivir", explica Amain Jamal. Por ello, pide a la ciudadanía que se informe un poco más sobre su colectivo. "Muchas veces el rechazo de la gente se da como consecuencia de la ignorancia sobre el tema. Pero no todo el mundo es igual", admite conciliador.
De momento, la mano para obtener la solución está tendida. Ahora se trata de que tanto los miembros de la futura mezquita como el grupo de vecinos opositores a la habilitación de la misma accedan a encontrar puntos comunes en lugar de opuestos.