Humanamente comprensible: Zapatero entrega la cuchara con un año de adelanto porque a nadie le apetece ir por su propio pie a recibir una tunda de escándalo. La que le esperaba al leonés en las elecciones de 2012 habría hecho época. Ya es humillante que te coma la merienda un tipo como Rajoy, avalado por dos derrotas escasamente honrosas -la primera, directamente de dimisión al amanecer- y sin otros méritos presentables que saber hacer la estatua y capear temporales con el gesto inmutable. Que lo haga por goleada y sin bajarse del autobús, como está telegrafiado, es para pasar el resto de la vida en una cabaña en la punta del Kilimanjaro.

Mejor que ese marrón le empape a otro. A él, que le quiten lo bailado. Ni en sus sueños más tórridos de parlamentario de medio pelo pudo imaginar que iba a estar once años sobre el machito del PSOE y nada menos que ocho (si es cierto que agota la legislatura) como presidente del Gobierno español; no necesariamente el peor, por cierto. Para haber llegado de chamba, no es mal balance. Si el tembleque de piernas no le hubiera hecho cambiar dos carriles a la derecha y acariciar el catecismo rancio de la secta que ve rojos y separatistas por todas partes, tal vez hasta habría tenido un lugar destacado en la Historia. Claro que de haber sido así, ahora no estaría arrojando la toalla con un proceso de paz en el microondas y los brotes verdes de la economía esperando nacer.

Eso se va a quedar así. Ojalá saberse amortizado y libre de mendigarse la reelección le sirviera para entonar el "de perdidos, al río" y dedicara los doce meses que le quedan a hacer butifarras a los supertacañones europeos que le marcan las líneas de puntos por las que recortar derechos. Ojalá también que la conciencia de no tener que rendir cuentas ante las urnas le hiciera mandar a hacer gárgaras a todo el búnker que se opone a la normalización de la vida política vasca. Hubo un tiempo no muy lejano en que parecía que eso era lo que le pedía el cuerpo, pero parece que la oportunidad pasó.

Aunque haya alegrado el fin de semana mediático, el anuncio de su tocata y fuga no cambiará nada sustancial. Como interino, seguirá siendo la misma veleta que ha sido en su última época como titular. Lo único novedoso es que al PP se le redoblará el ansia por cobrar la herencia y reclamará el adelanto electoral cada cinco minutos. Mientras, los socialistas entretendrán al respetable con una batalla en el barro para decidir quién se pegará la gran bofetada que no ha querido recibir Zapatero.