orduña. "Si yo aplicara las políticas que rigen el mercado en mi casa, mañana mismo pondría a mis hijas adolescentes de patitas en la calle, porque no me son rentables económicamente, sino más bien una ruina. Sin embargo, mi amor por ellas me impide hacer tal cosa y, en cambio, las seguiré dando todo lo que este en mis manos para proporcionarlas una educación, confiando en que algún día -calculo que dentro de unos 20 años- se valgan por si mismas". Esta fue una de las muchas reflexiones, no carentes de humor, que se pudieron oír ayer en Orduña en el marco del XIV Encuentro Rural de Cáritas que acogió esta ciudad vizcaína, perteneciente a las Diócesis de Vitoria, a fin de arrojar algo de luz sobre el camino a seguir "a corto y medio plazo" por estos hombres y mujeres a la hora de ejercer la labor altruista que desempeñan en todo Álava para ayudar a sus convecinos en la actual coyuntura de crisis.
La cita, a la que acudieron 71 personas de 16 municipios de todas las comarcas alavesas, comenzó con un análisis de las problemáticas existentes en las zonas rurales, de la mano del sociólogo de investigación de la Consultoría Invesco, Iñaki Ruiz de Pinedo, que aseguró que "en esta sociedad tan globalizada se nos abruma con tanta noticia de problemas, que a veces damos más importancia a una nevada que al hecho de que haya 20.000 personas paradas en Álava o al terremoto de Japón".
Habló largo y tendido de datos del paro y políticas de rentas y subsidios, pero insistió en que las políticas de inclusión no pueden basarse sólo en prestaciones de desempleo o en cifras económicas, ya que se corre el riesgo de estar abriendo nuevas brechas sociales, incomprensiones y conductas pasivas. Abogó por "dotar a la zona rural de instrumentos de integración activa, porque ante el actual panorama de falta de recursos se crean actitudes y situaciones sociales preocupantes, como es la de la generación de sentimientos sociales que responsabilizan a las personas que viven las situaciones de pobreza de quererse aprovechar de la situación. Y es cierto que hay vagos y maleantes, pero la mayoría de quienes perciben ayudas lo único que quieren es un puesto de trabajo y recuperar su dignidad", apuntó.
Consideró preciso "exigir a las instituciones que prioricen los programas sociales integradores, hacerlos más eficaces, aprovechar los recursos y, a la sociedad, que reconstruya solidaridades, trabaje desde los pueblos y sea motor de iniciativas sociales en este y otros ámbitos de la integración". A Ruiz de Pinedo le relevó Juan Antonio García Almonacid, técnico de Cáritas Española, quien recordó que "si no hay esperanza de cambio, la gente se conforma con las injusticias, pero cuando si la hay comienzan las revoluciones; y eso es lo que tenemos que hacer, empezar a hablar de posibilidades en este maremagno de problemas".
Aseguró que "nos han vendido al gran dios mercado, con sus grandes templos de consumo en los que solo se predica aquello de robaros los unos a los otros, y eso es lo que hay que poner en crisis. Se nos ha inyectado por vena la cultura del precio y se han olvidado de los valores, y puede que económicamente no podamos hacer nada desde nuestros pueblos, pero humanamente podemos hacer mucho". Por ello, animó a trabajar por cambiar el modelo de civilización "con una enorme crisis de valores" por un nuevo sistema "basado en el desarrollo de las personas, rescatando los vínculos humanos y el sentido, el empeño por el amor al prójimo y la caridad, apostando por la cooperación frente a la competencia, reivindicando la importancia de nuestros pueblos y gentes como aportación a lo que somos y no como un gasto, porqué sino mañana mismo pondría a mis hijas en la calle, ya que no me son rentables; pero no, porque abogo por recuperar la dignidad de la limosna, que en griego y en hebreo significa justicia en el reparto, no dar lo que nos sobra", sentenció, al tiempo que apuntó que "ya se que todo esto suena a rollo poético y no se cómo se hace, pero la solución pasa por ello: recuperar el valor de los pueblos".