Vitoria. El tramo de la carretera de Esquibel que discurre junto al Centro de Protección Animal del Ayuntamiento de Vitoria se ha convertido en un siniestro lugar al que acuden ciudadanos desalmados a abandonar a sus perros. Para no tener que pagar la tasa de depósito que se cobra en la perrera, muchos atan a los animales a la verja y, simplemente, se van. Los canes, aterrados, muerden las correas o estiran de ellas hasta liberarse y vagan por el lugar hasta que son capturados, atropellados o fallecen por inanición o sed. Los usuarios de esta vía, acostumbrados a este triste panorama, solicitan al Consistorio que tome cartas en el asunto y evite que la zona se transforme en un "cementerio de animales" permanente.

Jon transita a diario por esta carretera y a menudo ha sido testigo de escenas "lamentables". "Un perro de unos veinte kilos fue atropellado encima de la línea continua de la carretera el pasado 9 de enero, con riesgo añadido para el tráfico. Otro, de unos ocho kilos, fue literalmente destrozado a medio metro del anterior el 15 de este mes. Dos en poco más de un mes, que yo haya visto", relata.

Este ciudadano, preocupado por el estado de los animales, recogió hace tres años una perra sin dueño en esta misma zona. La subió a su vehículo y la trasladó al Centro de Protección de Animales. "Afortunadamente, la asociación APA-SOS consiguió a los dos meses que fuera adoptada por una familia de Alemania", recuerda.

Pero estos no son los únicos casos registrados en la zona. En 2008, una perra pinta de unos diez kilos de peso se pasó el mes de mayo completo entorpeciendo el tráfico en la rotonda de Mariturri. Aunque varios conductores trataron de recogerla para evitar que muriera atropellada, el animal evitaba el contacto con los humanos y huía. Finalmente, tuvo que ser atrapada por el personal de la perrera.

Los usuarios de esta carretera saben que el motivo por el cual aparecen tantos perros abandonados, sin chip y por tanto no identificables, es que para depositar a los perros en el centro municipal hay que pagar una tasa, dinero que muchos no están dispuestos a abonar. Aprovechan las horas en las que no hay personal en el centro para dejarlos por los alrededores y huir. "La solución pasa por una labor de concienciación contra el abandono", apunta Jon.