Vitoria. El pasado fabril de Nanclares de la Oca ha asegurado su futuro. No en vano, el Gobierno Vasco ha decidido iniciar los trámites para calificar como monumento al horno de calcinación de Nanclares de la Oca, visto el interés cultural que presenta. Algo que en la práctica supondrá garantizar todas las labores de conservación de esta instalación para la obtención de cal, ubicada en el centro de la localidad y a la que se accede desde la calle Los Molinos.
Las tareas de restauración serán de lo más variadas, dado el actual estado de abandono. Según especifica la resolución del viceconsejero de Cultura dictada el pasado 7 de febrero, las actuaciones deberán ir dirigidas a recuperar el carácter exento del horno, a consolidar muros y a limpiar y reparar la cámara de cocción, que para quemar la caliza necesitaba una temperatura de 900-1.000º. También se preservarán las escalaras adosadas para acceder a la parte superior y se recuperará o, en su defecto, se documentarán otros elementos que pudo tener la estructura, como boquillas de ventilación o rejillas no visibles en la actualidad. Según parece, la parte superior fue modificada porque los grandes vanos que presentaba en un principio fueron cegados.
Sin embargo, esta hipótesis es difícil de contrastar con los planos originales o con cualquier otro archivo que atestigüe su diseño. Las conjeturas también se trasladan al mismo origen de este horno, que se cree que se debió construir en la segunda mitad del siglo XIX. Por lo que, en definitiva, parece que pudo funcionar a lo largo de esa centuria y prolongarse, quizás, hasta principios del XX.
vestigio inigualable De lo que no quedan dudas es de que se trata de un vestigio inigualable de la arqueología industrial. A diferencia de los caleros artesanales, que funcionaban de forma intermitente y para uso determinado, el de Nanclares era de tipo continuo. El motivo de ello era su mayor altura, de 15 metros, aumentaba la capacidad de carga, así que a medida que descendía la cal, se podían echar nuevas capas por el tragante. Aunque, eso sí, había que esperar una semana hasta que toda la fabricación acabara.
Su producto final, la cal hidráulica, se utilizaba para la construcción, puesto que al ser pulverizada y mezclada con agua, fragua como el cemento. Un motivo que llevó al horno a ser un centro de producción importante para la época. Todo un referente histórico de la actividad y del pasado industrial de Nanclares, con una presencia iconográfica importante en el centro del pueblo y para zonas próximas por sus 15 metros de altura que no pasan desapercibidos.