Poner el motor en marcha para meterse en la autopista en busca de aventuras, al igual que se describe en la canción Born to be wild, parece ser una letra inspirada en Juan Carlos Suso e Iñigo Díaz, dos vitorianos que participarán del 28 al 29 de enero en la concentración motera invernal más dura del mundo: la Elefantreffen, que se celebra en la pequeña localidad alemana de Passau. En concreto, sus más de 2.000 asistentes se reúnen en un precioso macizo montañoso conocido como La selva negra. Pese a esta denominación, el blanco será el predominante, puesto que de ese color amanecen las tiendas de campaña, tras las gélidas temperaturas de 21 grados bajo cero que se han alcanzado de media, desde 1956, el año en el que comenzó este evento.
Aunque la imagen inicial que se tiene de sus aficionados es de chicos duros que visten de cuero, lo único heavy que se verá en esta reunión multitudinaria será el descenso de laderas heladas a lomos de las dos ruedas. El resto de actos, por el contrario, estará plagado del lado más humano de los motoristas. Así, por ejemplo, una práctica habitual es el intercambio de comida y de obsequios entre los participantes. Dado que acuden personas de toda Europa, lo habitual es llevar llaveros o pegatinas alusivas a la ciudad natal y banderines o bufandas, estas últimas muy apropiadas para resguardarse del frío, con los colores del equipo. "Yo llevaré del Baskonia porque me han regalado varias cosas al enterarse el club de que voy a participar", cuenta Juan Carlos, de 43 años, que lleva media vida, cinco lustros, conduciendo motos.
la compra de la BMW R-80RT
El error de un funcionario
Otra prueba de que la concentración de los "elefantes" es tranquila y relajada, sin conciertos de música estridentes, es la pacífica celebración de antorchas en homenaje a los compañeros que dejaron su vida en la carretera. No en vano, el verdadero viaje para estos dos vitorianos precisamente empieza en la capital alavesa el próximo 25 de enero. Por delante les esperan tres jornadas de ida en la que se despertarán a las 6.00 horas y se acostarán cuando el sol se ponga. Deben de aprovechar todas las horas de luz que puedan para atravesar los cerca de 2.300 kilómetros que les separan del país germano.
Madrugar en cuanto amanezca es más que necesario ante el reto que ambos gasteiztarras se marcaron el pasado julio, cuando en una comilona su amigo Iñigo le convenció de que le acompañara en la iniciativa. "Para él es su tercera vez, por eso deseamos rizar el rizo y llevaremos vehículos veteranos como la Vespa 200 de 1985, propiedad de Iñigo", añade este hombre que en menos de diez días se subirá a lomos de una BMW R-80RT, de 1987. Se trata de una joya que adquirió en septiembre para cumplir la promesa a su amigo. "Su propietario, un gaditano, la vendía por Internet restaurada así que me fui hasta Cádiz e hice el viaje de vuelta con ella. Es una unidad exclusiva, imposible de encontrar en manos de algún particular". El motivo de ello se explica porque en este vehículo sólo puede cabalgar la Guardia Civil. Sin embargo, en 2002 un error de un funcionario hizo que ésta se pusiese en pública subasta, cuando lo habitual es sólo los coches de la benemérita salgan en ella.
Extremar el pilotaje
A 90 km/h como máximo
Llevar estas dos reliquias de dos ruedas ralentizará el itinerario con el fin de no forzar su maquinaria. Por ello, se extremará la precaución en el pilotaje, con una velocidad máxima de 90 Km/h. "Nuestro mayor miedo es que se rompa el motor y que dé al traste con la aventura", confiesa.
Para evitar los pequeños imprevistos que surjan en el camino, estos dos motoristas llevarán recambios, como los cables de embrague. Unas reparaciones que serán más que probables ante la crudeza del clima centroeuropeo a lo largo del primer mes del año.
Contrario a lo que pueda parecer, los problemas también han empezado antes de que llegue el momento de la salida. A día de hoy estos dos hombres se esfuerzan por pisar el acelerador de los patrocinadores. Una ayuda económica que podría ahorrarles los 4.000 euros que Juan Carlos calcula para costear la indumentaria adecuada que resista al frío, la gasolina, peajes y noches en hostales hasta llegar al campamento. En su caso, tan sólo cuenta con el apoyo financiero de Rótulos Oketa, la empresa de la que es gerente.