Bilbao. ¿La situación es tan grave como afirman las ONG europeas?
Lamentablemente sí. Casi un millón de personas permanece viviendo en condiciones deplorables en las calles, parques, patios de iglesias, y otros espacios públicos o privados. Tanto en la ciudad de Puerto Príncipe como en las secciones comunales de la circunscripción de Croix de Bouquets, Leogane, etc..., cientos de familias permanecen debajo de pequeñas e improvisadas carpas de plásticos, telas y cualquier material que les dé protección y cobijo. El impasse planteado sobre la reubicación de las familias, la propiedad de los terrenos o la clasificación de las viviendas afectadas, se encuentra en un limbo. En muchos casos la subvención de esas casas se paraliza por la documentación de unos terrenos, que en principio son del Estado y este no sabe que son suyos. En un país como Haití, y mucho menos en las condiciones actuales, no podemos exigir formalidades.
¿Existe mucha descoordinación?
En Haití la descoordinación es el grito de todos los sectores y actores que trabajan en la zona. Y hasta el mismo grito es descoordinado, no hay ritmo ni melodía. El gobierno se queja de las ONG y estos, a su vez, viven criticando al gobierno.
¿Cómo está respondiendo la población?
El pueblo haitiano tiene una capacidad de resistencia increíble, contrario a la percepción de muchos; creo que en América no existe una población tan pacífica. Las condiciones de Haití no son para estar con los brazos cruzados y esperando. El pueblo ha tolerado muchas cosas, hasta el punto de aceptar que fuerzas internacionales pisoteen su bandera. La pregunta es: ¿hasta cuándo soportará Haití? Hasta hace poco, la población se mostraba tranquila y esperanzada, pero no hemos sabido aprovechar esa tregua. El gobierno, las ONG y la comunidad internacional estamos desaprovechando ese nivel de tolerancia y podemos ser sorprendidos. Y en el sistema de cimarrones, histórico del pueblo haitiano, no debes sorprenderte por nada.
¿Cuál es su balance personal?
Mi intención no hubiera sido responder de forma pesimista, pero el balance es negativo. Los números lo explican, cientos de miles de personas en las calles, las condiciones sanitarias agravadas con el cólera, solo ha llegado el 20% de los fondos comprometidos, se han gastado más de 30 millones en un simulacro de elecciones que no llevan a nada, el principal actor de importancia de la comunidad internacional, metido en un escándalo, sin dinamizar nada... y el tiempo se está agotando.