Madrid, 24 dic (EFE).- Tal vez no sea una tradición española pero no se puede negar que poner un árbol de Navidad en casa se ha convertido en una costumbre muy extendida que deja, tras las fiestas, casi dos millones de abetos a los que les costará mucho sobrevivir y adaptarse a un nuevo clima.
Desde viveros de Navarra y Girona, principalmente, miles de estos abetos son arrancados del suelo cada año y trasplantados a una maceta en el mes de noviembre, en espera de ser trasladados a las grandes ciudades donde se venden como ornamento navideño.
Después, cuando las fiestas llegan a su fin y comienza la dura cuesta de enero, el árbol pierde su sentido en las casas y la mayoría son recogidos por los ayuntamientos para una supuesta replantación que pocas veces se produce.
Tras estar preparados para afrontar un invierno frío y húmedo en la zona norte de España, los árboles pasan un mes dentro de las casas, con un clima primaveral, sin luz, sin humedad y cerca, por lo general, de la calefacción.
Este tratamiento de choque los afecta "enormemente" y les deja "muy dañados", ha explicado a Efeverde el conservador de plantas del Real Jardín Botánico de Madrid, Mariano Sánchez García, que añade que lo que se recupera finalmente es un árbol "casi muerto".
La especie más utilizada es la Pícea abias, más conocida como abeto rojo, una planta propia de zonas del norte de Europa, que fue introducida en la península ibérica en la zona de los Pirineos y en algunas áreas de la sierra de Guadarrama.
No sería un problema plantar más abetos en estas zonas, cuenta Sánchez, pero esta medida tiene un límite de espacio a corto plazo, ya que si sólo entre los madrileños se pusiera de moda comprar un árbol "¿dónde pueden replantarse 50.000 abetos recuperados cada año?"
La opción escogida por la mayoría de los ayuntamientos es recuperar los árboles, dejarlos durante un período de aclimatación en los viveros municipales y los que sobreviven replantarlos en los parques y jardines.
A juicio de Mariano Sánchez esos abetos no serán plantas "naturalizadas" en regiones a las que no pertenecen.
Desde el Colegio de Ingenieros de Montes llevan años, sin embargo, apostando por que la gente compre en Navidad árboles naturales cultivados en vivero y no uno artificial.
"Asumimos que se va a seguir adornando con un árbol y, para quienes lo hagan, la opción del árbol natural es mucho más ecológica", asegura el director técnico de esta institución, Jesús González.
González defiende que el árbol natural es cien por cien reciclable, porque se replanta o se tritura para conseguir abono, y mucho menos dañino para el medio ambiente que los de plástico, porque durante sus años de crecimiento "fija CO2".
Los grupos ecologistas son los más reacios a este planteamiento y defienden la búsqueda de alternativas ornamentales que no conduzcan a tener que elegir entre árbol natural o artificial.
Desde Ecologistas en Acción enmarcan la compra de árboles dentro del despilfarro "enloquecedor" de estas fechas.
El portavoz de esta organización, Luciano Labajos, señala que la elección del consumidor es fundamental y pide que se reconvierta el cultivo de árboles de Navidad en un cultivo de coníferas autóctonas, con mayores posibilidades de sobrevivir y de adaptarse posteriormente al clima mediteráneo.
Alternativas también hay: árboles de papel, de materiales reciclables o comprar ramas y no el árbol entero, una tendencia que se ha extendido por algunos países europeos con la que, quizá, se salve más del cinco por ciento de los árboles usados, porcentaje que, según Labajos, raras veces se supera en España. EFE