Érase una vez un castañero que harto de no encontrar ningún fruto otoñal de esta clase por el bosque, decidió descansar en un árbol. Absorto este hombre en su descanso, no reparó en que una pequeña voz le recriminaba una y otra vez que le estaba pisando. Hasta que el enano, de nombre Fermín, se cansó y alzó la voz con todas sus fuerzas. Su presencia entonces ya no pasó desapercibida por el asador de castañas, quien del pánico inicial echó a correr. Pero por poco tiempo. El susto se disipó en cuanto se acordó de la cara de bueno que tenía el duende. Éste resultó ser mágico al hacer que no sólo estas frutas resurgieran, sino por poseer el paraguas Bartolo, que puede volar hasta ellas, siempre y cuando la ocasión lo requiriera.
La historia de cómo Joseba Echarri conoció al enano de las castañas es el primero de los dos cuentos que este navarro contó ayer a los 256 niños de Infantil del colegio Urkide de la capital alavesa. Pero no será el único centro escolar privilegiado. Otros doscientos alumnos de 3 a 5 años del colegio Veracruz les seguirán. "La idea surgió cuando hace 19 años me dijeron en un colegio navarro, que además de darles castañas que aprovechase para contarles un cuento", explica este castañero cuentacuentos, cuyos relatos, desde entonces, han sido escuchados con atención por 25.000 menores navarros.
Del duendecillo que tenía pintado en su horno de carbón surgió esta iniciativa a quien más tarde César Oroz, conocido humorista gráfico de diarios y revistas, como El Jueves, se encargó de dibujar. "Oroz es quien ha puesto rostro a los personajes de estos cuentos, que se han publicado porque hace tres años nos los compró el Gobierno de Navarra. Se han vendido 3.000 ejemplares de Los cuentos del enanito Fermín", agrega este hombre.
Pese a que cada año los libros que salen al mercado tienen una temática diferente, todos ellos tienen una finalidad pedagógica, como la crítica al uso excesivo de ordenadores y videoconsolas, como con Se me ha olvidado jugar o el del consumo responsable del agua.
Este año la desigualdad económica es la protagonista por la crisis. Es por ello que la segunda narración de este hombre se centra en un niño que presume de zapatillas nuevas, cuando otros compañeros de su clase no pueden permitírselas porque sus padres están en paro.
Echarri tiene claro por qué compagina su empresa de jardinería con ser un cuentacuentos-castañero por las mañanas. "He intentado que se conozca la profesión del castañero, porque a los niños no les suelen atraer al haber en el mercado tantas chucherías".
Sin embargo, las lecciones de este navarro no acaban con los dos cuentos. "El cucurucho que os voy a dar para envolver las castañas lo tenéis que usar dos veces, porque el papel sale de los árboles. Luego, lo podéis aprovechar para colorear los dibujos de los personajes que allí vienen", explicó a los atentos asistentes antes de proceder al reparto de las castañas.
Sólo hay dos requisitos para poder degustar este manjar otoñal. Bailar al son de Cómo me pica la nariz mientras se está en al cola y ya, cuando las pequeñas manos sujeten el ansiado paquete, desabrocharse la cremallera de la boca que hasta entonces Echarri había impuesto a todos sus espectadores para asegurarse de que lo único que reinase en sus narraciones fuese el silencio.