Vitoria. Los menores extranjeros no acompañados que llegan a los diferentes centros de acogida de las administraciones forales o centros concertados vascos conocen la droga e incluso la consumen, pero no hasta el punto de la adicción. El estrés que les genera el proceso migratorio les sitúa como un colectivo especialmente vulnerable a caer en la espiral de los estupefacientes, legales o no, como así concluye el estudio Drogodependencia en menores extranjeros no extranjeros: su derecho a una educación y salud de calidad, elaborado por el Observatorio vasco de Drogodependencias.
Es en estos jóvenes foráneos donde la inseguridad propia de los adolescentes se acrecienta sobremanera. La angustia por su futuro comienza nada más pisar la Comunidad Autónoma Vasca (CAV), donde chocan con la realidad. La pérdida de sus expectativas de trabajar en un breve plazo de tiempo y de enviar las respectivas remesas genera en ellos melancolía y tristeza que puede desembocar en conductas a favor de las drogas. Los deseos de integrarse en el grupo de su misma nacionalidad, así como la lógica curiosidad que despierta en todo joven lo prohibido subyacen también entre las causas que les empujan hacia el consumo. Dos motivos que hacen que el principal factor que les lleva a tomarlas son el grupo de iguales que frecuenta el menor inmigrante y sus estilos de vida. "Si en un momento dado, en el grupo lo que se lleva o lo que parece estar de moda es consumir, pues con toda probabilidad consumirán", destaca este informe de 2009 a partir de las 93 entrevistas en profundidad realizadas junto con los cinco grupos de discusión.
En el documento se comprueba que aquellos jóvenes de menor edad que proceden de lugares más occidentalizados, que han pasado bastante tiempo en la frontera y que se han desplazado por diferentes ciudades, centros e incluso han deambulado por las calles, mantienen una relación más estrecha con los diversos vicios. "Si a todos estos factores les añadimos el provenir de familias desestructuradas, la drogadicción se convierte en un factor intrínseco a este colectivo", añade el trabajo del Observatorio vasco de Drogodependencias.
En este sentido, uno de los educadores que ha colaborado en el proyecto explica que "observamos que no son jóvenes con un problema de consumo de drogas, sino con un grave problema de exclusión: a mayor situación de desprotección, frustración, soledad y desesperanza, mayor es el consumo de drogas".
disolvente y hachís Los testimonios recogidos en el informe evidencian el recurso a las drogas, especialmente al disolvente, para evadirse de los problemas que les rodean, de no sentir las penalidades o euforia, para cometer actos que de otra forma no harían.
La mayoría de los jóvenes adictos a este inhalante se ha iniciado en el país de origen, principalmente en ciudades fronterizas. "Algunos han pasado un tiempo en Tánger o en Ceuta mientras esperaban para cruzar el Estrecho y ha sido en esos momentos cuando han iniciado su consumo, fundamentalmente de disolventes y hachís", resalta el documento.
El enclave marroquí de Tánger es el lugar de tránsito preferido por los menores que quieren cruzar a la Península. Una zona de incertidumbre donde no saben si van a pasar días, semanas o años. Allí, su objetivo principal es reunir el suficiente valor para colarse en algún medio de transporte de forma ilegal y tener la suerte de no ser descubiertos. "Yo lo he probado sólo una vez porque te dicen que tomes, que te ayuda a pasarlo mejor. Hay momentos que sólo quieres no tener hambre o que se te quite el frío. Pero ya no quiero más porque te deja muy loco", dice uno de los menas entrevistados.
Después del disolvente, el hachís es la siguiente sustancia más conocida y consumida, sobre todo entre los menores de origen magrebí. "Por la condición de Marruecos como productor de esta droga, su consumo goza de cierta permisividad social en bastantes lugares de origen", agrega el estudio. De ahí que muchos chavales extranjeros declaren con cierta naturalidad su consumo. No obstante, en comparación con el disolvente, una vez que llegan aquí muestran un consumo menos abusivo, algo más controlado, "y a veces más vinculado a su venta".
En la búsqueda de aceptación, los menas también prueban las drogas dominantes de los adolescentes autóctonos, como tabaco y alcohol. "En Marruecos toman drogas para pasar problemas, pero aquí los chicos toman para divertirse y pasar bien", explica otro testimonio. Aunque su consumo les crea sentimientos contradictorios, ya que su religión prohíbe cualquier droga.