una moto no siempre es un vehículo que te lleva y te trae con cierta celeridad y ventajas patentes sobre los coches a la hora de aparcar. En ocasiones, el chasis metálico que se aúpa sobre las dos ruedas envuelve sentimientos y despierta pasiones, tanto en la persona que gobierna el manillar como entre quienes observan embelesados desde la acera. Sucede con las Vespas y las Lambrettas, auténticas obras de arte en movimiento que arrancan miradas por donde quiera que van. Y más si, como en el caso que nos ocupa, cuentan con denominación de origen. Porque las máquinas que integran el Vespa Club Vitoria Vintage acreditan un pedigrí de más de treinta años. Todas ellas fueron ensambladas antes de 1980 y, por lo tanto, manifiestan a través de sus placas de matrículas el lugar en el que fueron adquiridas.

Es el caso del scooter de Rubén, una preciosa Vespa S gris del año 1957. Ayer se sumó por primera vez a las salidas que organiza el club, le fue infiel a su Ducati de carretera y se animó a pasearse a lomos de toda una clásica. Matrícula de Vitoria sin letra, ahí es nada. Su padre la guardaba en un almacén y llevaba camino de convertirse en chatarra hasta que se animó a restaurarla. "A ver si no me da ningún disgusto mecánico", comentaba sonriente antes de echarse a la carretera camino de Andagoia.

Quien sí que se topó con contratiempos técnicos fue Julius. El embrague de su Vespa amarilla se negó a trabajar en sábado y la rueda trasera se quedó bloqueada. Así que andaba dudando si ir de paquete con alguien o si quedarse en tierra. Javi tampoco tuvo suerte y su moto ni siquiera llegó a salir del garaje. "Son motos antiguas y a veces dan problemas mecánicos. No es lo habitual, pero a veces llegan estas rachas", se lamentaba Txetxu, el presidente del motoclub.

Ex pelotari profesional, el presi siempre suspiró por una Vespa, pero hasta que no dejó la profesión no tuvo tiempo para dedicarse a ello. Ahora, a sus 43 años, guarda tres máquinas con el sello de Piaggio en su garaje. Una Super de 125 del año 1973 (matrícula de Vitoria, letra A), una 160GT de 1974 (letra B) y una moderna PX200 de 2002. "Es en la única moto en la que me fijaba cuando la veía pasar por la calle. No me compraría ninguna otra, salvo una Lambretta", reconocía.

Asier, el benjamín del grupo con 31 años recién cumplidos, montaba precisamente una impecable Lambretta 150 de color azul fabricada en 1965. También hace dos años la rescató del establo en el que reposaba desde que su padre dejó de usarla y se puso manos a la obra para restaurarla. Prefiere no sacar cuentas de lo que se ha dejado en el proceso, "aunque sí que sale un pico", aseguraba. Dinero, no obstante, gastado con alegría, ya que el contemplar cómo la moto cobra poco a poco forma a golpe de esfuerzo de mecánico y de piezas compradas por Internet no tiene precio. Resulta casi tan satisfactorio rehabilitarla como luego disfrutarla sobre el asfalto. Ahora que ya ha puesto a punto el scooter de Innocenti, se ha animado a hacerse con una pieza de la competencia: una Vespa 160 de 1977.

Alfonso y Vicente, ambos a lomos de sendas Vespas GT160, completaron el grupo que ayer se echó a la carretera rumbo a Andagoia. Se trataba de la undécima quedada celebrada este año por el Vespa Club Vitoria Vintage, que a lo largo de 2010 ha desarrollado el proyecto 12 alaveses y una Vespa. La idea, que concluirá en diciembre, ha llevado a los miembros del motoclub a recorrer doce localidades en las que nacieron otros tantos alaveses ilustres. Ayer tocaba visitar el pueblo natal de Pascual de Andagoia, un conquistador nacido en 1495 que al cumplir 20 años partió, en plena época de colonización del continente americano, hacia América Central con el fin de colonizar tierras desconocidas. Un alavés de fuerte temperamento, taciturno. Los historiadores señalan que fue el primer descubridor del Perú, aunque su delicado estado de salud le impidió quedarse en aquellas tierras. Regresó a Panamá, donde difundió la noticia sobre la existencia de ese rico imperio.

A unos 70 kilómetros de media, los miembros del motoclub invirtieron la mañana en llegar hasta Andagoia, conocer el pueblo, tomarse un café y regresar a Vitoria para comer en el restaurante Trafalgar de la calle Herrería. "Preferimos volver antes de que oscurezca, porque estos focos no dan una luz muy buena", admitía Txetxu. Es lo que tienen las motos vintage, un gran potencial estético pero ciertas limitaciones propias de la tecnología de hace más de medio siglo.

El mes que viene cerrarán este fantástico itinerario cultural alavés en Eguilaz, hogar del tristemente célebre Sacamantecas. Un personaje alavés que pasará a las páginas de la historia por ser, probablemente, el primer asesino en serie de España. Entre 1870 y 1879, mató y violó a seis mujeres, cuatro de ellas prostitutas, de edades comprendidas entre los 13 y los 55 años. Se le imputaron otros intentos más que no pudo consumar y murió por garrote vil en la prisión del Polvorín Viejo de Vitoria. De cara al año que viene manejan distintas ideas con las que tematizar sus salidas, siempre con un toque alavés. Aprovechando que Vitoria ha obtenido el título de Green Capital europea, tal vez se animen a recorrer los puntos más verdes y biosostenibles del territorio, un proyecto divulgativo en el pudiera ser que las instituciones les echaran una mano. En todo caso, el próximo día 20 se reunirán para debatirlo y hasta entonces todo se andará... sobre dos ruedas.