la agresión homófoba sufrida por dos jóvenes durante la noche de Halloween en Bilbao estuvo muy cerca de convertirse en tragedia. Ambos se encontraban junto a un ascensor que enlaza el barrio de Begoña con el Casco Viejo cuando, según su testimonio, fueron abordados por cuatro menores de entre 15 y 17 años con los que empezaron a discutir, antes de ser atacados por uno de ellos a golpes y con una navaja. Como consecuencia de la disputa, una de las víctimas sufrió importantes heridas en el abdomen, que provocaron su ingreso en el Hospital de Basurto en estado muy grave; el otro joven debió ser asistido por cortes en la espalda, aunque de menor gravedad. La Ertzaintza arrestó a todos los agresores en las horas siguientes al suceso. En último lugar, al presunto autor material de las puñaladas, que había logrado escapar inicialmente.

Atendiendo a lamentables historias como ésta, que se ha producido en una comunidad a priori tolerante con el colectivo homosexual como la vasca, la pregunta que surge es evidente. ¿Nos encontramos ante un hecho casual o habitual? Pese a que la mayoría de ataques con tintes homófobos que salen a la luz pública están marcados por la extrema violencia, como el que hace tres años sufrió un gasteiztarra en las piscinas de Mendizorroza a manos de cinco menores, otras formas de discriminación no tan visibles siguen siendo de lo más habituales. Así lo consideran al menos los colectivos de apoyo al movimiento LGTB consultados por este periódico, quienes también tienen constancia de numerosos casos de agresiones físicas que ni siquiera se denuncian.

Ataques como el de la capital vizcaína, de hecho, emergen como la punta del iceberg de una "enfermedad" enraizada en la sociedad a pesar de los avances dados en los últimos años; una homofobia latente que "no está curada", según constata la portavoz de la asociación gasteiztarra 7 menos 20, Leticia Gómez de Segura. "No son hechos casuales, porque hay más agresiones que las que se conocen, como las verbales. Vivimos en una sociedad homófoba, la raíz del problema sigue. No hace falta pegar ni insultar a nadie porque todavía se siguen oyendo comentarios del tipo yo no voy a bares de ambiente por si piensan que soy maricón", argumenta Gómez de Segura. La psicóloga del servicio municipal de información y asesoría para el colectivo LGTB (Énfasis), Mónica López, también corrobora esta tesis. "Afortunadamente, las agresiones físicas de esta envergadura no son habituales, pero si como agresión entendemos la homofobia verbal o una discriminación más sutil si está a la orden del día", lamenta.

Situaciones y comportamientos que, por desgracia, se dan con mucha frecuencia en el ámbito escolar hacia menores indefensos que deben sufrir lo más parecido a un infierno. Según advierte la especialista, los últimos estudios certifican que la homofobia, la lesbofobia y la transfobia ya se han convertido en la primera causa de acoso escolar. "No sólo se persigue y machaca al que es homosexual, sino también al que lo parece. Se le pueda dar desde un empujón, a ignorarle, hacerle la vida imposible o no dejarle participar en las actividades del grupo", enumera López, ampliando el enorme abanico de actitudes discriminatorias que suelen padecer numerosos jóvenes.

En enero de este mismo año, se celebró en Barcelona el primer juicio por acoso escolar homófobo en el Estado, contra cuatro menores que amenazaron, insultaron y agredieron repetidamente a una compañera cuando descubrieron que su amor adolescente era otra chica. Las implicadas apenas habían alcanzado los 14 años de edad. A pesar del enorme paso dado por la madre de la joven denunciando este caso, López alerta de que ésta no es una circunstancia habitual. "Por desgracia, los propios padres tapan muchos casos de bullying no acudiendo a los tribunales, por no pasar el mal trago de que salgan a la luz pública", advierte. Una peligrosa espiral que según la mayoría de militantes del movimiento LGTB debe comenzar a erradicarse desde la educación.

Uno de ellos es el gasteiztarra Sejo Carrascosa, quien da por hecho que "los mecanismos de desprecio" contra el colectivo siguen existiendo y apunta a fomentar "no sólo la educación que pueda darse en el colegio, sino una más amplia, en valores y de un nivel más social". A su juicio, desde luego, "existen actitudes machistas y homófobas de jóvenes adolescentes que antes no se veían". Carrascosa reconoce que el colectivo homosexual "no está en un camino de rosas, sino viendo un poco la luz", en alusión a los avances dados en los últimos tiempos. "No hay que tener mucha euforia, porque esos pasos no son tales, siguen siendo cuestionados", en alusión, por ejemplo, al recurso de inconstitucionalidad impulsado por el PP contra la reforma legislativa que homologó el matrimonio homosexual. "Aunque no vamos para atrás, podemos asistir a una involución en cualquier momento", advierte.

más casos Ekaitz Herrero, portavoz del colectivo Gaztehgam en Bizkaia, también incide en la necesidad de impulsar una educación centrada "en las personas, no en el género, en mirar al otro y respetarle tal y como es". Este joven activista alerta de que en los últimos días su colectivo se ha encontrado no sólo con la agresión a navajazos del pasado domingo, sino con más casos que no se han hecho públicos por expreso deseo de las víctimas.

Herrero matiza, no obstante, que las agresiones son "cada vez menos habituales, pero sí más graves", y achaca gran parte de esta responsabilidad a "un sistema educativo impuesto y un sistema de seguridad que no funcionan". ¿Pero vamos hacia atrás? "A veces parece que sí. Aunque no es lo habitual, no me atrevo a decir que sólo son casos aislados". Leticia Gómez de Segura, por su parte, cree que la homofobia que se da en el territorio "no es el de no tolerancia, porque te permiten la vida, pero siguen tratándote como si fueses el otro por tu orientación".

"Quizá no se haya hecho el trabajo adecuado, desde la educación Primaria, que es donde hay que empezar a trabajar esas ideas erróneas y estereotipos que reciben los niños a través de tantos canales", añade Mónica López. El debate sigue abierto. Y a pesar de las dificultades, la mayoría intenta lanzar un mensaje positivo. "Hay mucho camino, pero se andará", sentencia Gómez de Segura.