ESTAS notas que me siento a redactar tienen algo de esas cartas póstumas que dejan algunos suicidas. Quienes las lean lo harán después de que haya ocurrido lo inevitable. Nadie se alarme. Hablo sólo de mi reestreno radiófonico, que por esas paradojas espacio-temporales, habrá tenido lugar horas después de que yo envíe estas líneas al periódico, pero horas antes de que ustedes las lean. Me voy haciendo una idea de que aprender a vivir entre hoy y mañana será una de las principales tareas que me aguardan en los próximos meses.

No les puedo contar, por tanto, cómo fue el nacimiento de Gabon en Onda Vasca. Espero que lo noticiable, en todo caso, se quedase en la deliciosa sensación de vértigo y miedo de las auténticas primeras veces y en cuatro anécdotas para aburrir dentro de un tiempo a cualquier víctima propiciatoria. Convenientemente exageradas, naturalmente. Por lo demás, ayer entre las diez y las once y media de la noche no debería haber ocurrido nada más -y nada menos- que la inauguración de un espacio donde las palabras se sientan cómodas, valoradas, seguras y, lo más importante, libres. La última, eso debe quedar claro, la tendrán siempre las y los oyentes, que habrán elegido libre y voluntariamente sintonizar ese punto del dial y que tendrán al alcance de sus dedos la facultad de abandonarnos sin que nadie les pida cuentas.

No hay programa -nuevo o veterano- que no se anuncie como la reinvención definitiva de la radio, el bálsamo infalible contra todos los males y el generador instantáneo de la felicidad de quienes reciben sus benéficas ondas. Me temo que no es el caso de Gabon. Lo nuestro es más modesto, pero también sincero. La receta que combina información con opinión es, con total seguridad, la más utilizada ahora misma de este a oeste y de norte a sur del espectro radioeléctrico. Si algo nos distinguirá, y en ello sí que nos aplicaremos, será la preparación, la forma de servir la mesa, y el paladar exquisito de quienes nos presten su tiempo desde el otro lado. Las ruedas de molino quedan fuera del menú.

Guiados por la experiencia, hemos comenzado con lo mínimo imprescindible. Los formatos chachipirulis de los arranques suelen convertirse en mazmorras inexpugnables para cualquier brizna de creatividad que brote después. Será una estupenda señal que el programa que vino al mundo ayer, minutos antes de que la renovada Onda Vasca cumpliera su primer año, no tenga mucho que ver con el que escuchen dentro de unas semanas. Sé que nos ayudarán a conseguirlo.