La palabra serendipia es una adaptación al castellano de la inglesa serendipity. No hay equivalente castellano aunque la palabra chiripa es muy próxima tanto sonora como conceptualmente. Aunque chiripa tiene un carácter más festivo, más casual. En la palabra inglesa no solo se trata de un descubrimiento casual sino también de algo que tiene que ver con la sagacidad del que hace el descubrimiento. Casual sí, pero por alguien que está preparado para ver la importancia de ello. Digamos que es algo así como lo que decía Picasso, que la inspiración existe, pero que procures que te pille trabajando. Algunos autores han propuesto que la traducción sea serendipia, aunque el diccionario de la Real Academia de Española todavía no la admite.
El nombre de serendipia viene de una obra de Horace Walpole titulada Los tres príncipes de Serendip. Serendip es el nombre árabe de Sri Lanka; en la historia, los tres príncipes hacen un montón de descubrimientos por chiripa y por su gran sagacidad, y de ahí la palabra serendipity que sí que está en los diccionarios ingleses. Estos príncipes encontraban por casualidad respuestas a problemas que ni siquiera se habían planteado.
Ésa es la idea, descubrimientos que se hacen cuando se buscaba otra cosa. Estamos absolutamente convencidos de que las bebidas alcohólicas se descubrieron por serendipia. Quizá alguien con mucha hambre descubrió frutos demasiado maduros y hasta un poco podridos, pero se decidió a comerlos y entonces observó que aquellos frutos fermentados le ponían en un estado mental eufórico. Había descubierto las bebidas alcohólicas.
Seguro que todos hemos hecho alguna vez algún descubrimiento sencillo en el que ha influido la serendipia. Quizá el ejemplo más mencionado sea el de Arquímedes que, según nos cuenta la historia, descubrió su famoso principio cuando estaba en la bañera y de la que salió gritando ¡Eureka! Éste es un ejemplo que se suele citar como serendipia, pero nosotros tenemos nuestras dudas de que esa sea la palabra adecuada, pues Arquímedes tenía el encargo del rey de saber si una corona era de verdad de oro, y estaba dándole vueltas al tema y se le ocurrió la solución en el baño. Que se le ocurriera en el baño no significa que estuviera buscando otra cosa. Nos parece más un caso en el que la idea cristaliza en un momento determinado. Algo similar podríamos decir de la historia de Newton y la manzana. Nos cuentan que al ver cómo la manzana caía de un árbol, Newton se dio cuenta de la gravedad. La historia es apócrifa, pero aunque fuera cierta tampoco creemos que sea un buen ejemplo de serendipia pues Newton estaba pensando en la gravedad. Aquello pudo ser un detonante, pero no otra cosa.
Un buen ejemplo de serendipia es el de Michel Sveda, que era un estudiante graduado, que en 1937 se dio cuenta de que un cigarrillo que estaba fumando, y que se había contaminado con un compuesto que había sintetizado recientemente, tenía un sabor dulce. No estaba buscando un sustituto del azúcar, pero al percibir el dulzor se dedicó a investigar y descubrió una sustancia cuyo sabor era dulce pero que no tenía calorías. Así nació el ciclamato que fue utilizado ampliamente hasta que se sospechó que podía ser carcinógeno.
Otro edulcorante, hoy ampliamente utilizado, es el aspartamo, que fue otro claro ejemplo de serendipia. James M. Schlatter era un químico que trabajaba para G. D. Searle & Company y estaba tratando de desarrollar una droga contra la ulcera de estómago. Por accidente, ingirió una parte de uno de los productos que había sintetizado y resultó ser muy dulce.
Un caso de serendipia que nos agrada especialmente es el que ocurrió la noche del 5 al 6 de julio de 1989 cuando un grupo de investigadores de la universidad de Minnesota estaban probando una cámara de alta sensibilidad para investigación atmosférica que iría instalada en un cohete. En un momento dado apuntaron la cámara a un trozo del cielo que estuviera claro, sin importarles nada más. Cuando vieron su grabación descubrieron dos fotogramas que resultaban muy extraños. Eran fotos en blanco y negro en las que se veían unas columnas luminosas. Aquello les llamó la atención y siguieron investigando y entonces se dieron cuenta de que aquellos fotogramas los habían obtenido, tal como querían, en una zona clara sin nada especial, pero no le habían dado ninguna importancia a que debajo de esa zona se veían las nubes de una tormenta que estaba cientos de kilómetros al norte, asociadas con el huracán Hugo. Esas fotos fueron las dos primeras de un fenómeno que hoy conocemos con el nombre informal de sprite (duende) y el más formal de TLE (Transient Luminous Events: Sucesos Luminosos Transitorios). Son fenómenos eléctricos luminosos de duración muy breve -tan sólo unas centésimas de segundo- que se producen encima de las nubes de tormenta y están relacionadas con la actividad eléctrica de éstas. Para el grupo de investigadores de Minnesota fue una sorpresa, una serendipia, sin embargo no era totalmente nuevo. En 1925 C. T. R. Wilson, premio Nobel por haber diseñado la cámara de niebla -también conocida como cámara de Wilson- había predicho la existencia de descargas eléctricas a una gran altura encima de las tormentas. Con posterioridad se ha demostrado que los sprites forman parte de una gran familia de fenómenos que ocurren en la mesosfera, es decir la zona situada por encima de la estratosfera y debajo de la termosfera. O dicho de un modo más sencillo, entre los 50 y los 85 km de altura. Las fotografías en color de estos fenómenos son preciosas y los nombres que reciben no lo son menos. A veces, debajo de los sprites hay una especie de tentáculos -luminosos, por supuesto- que se llaman streamers (serpentinas). Hay otros de color rojo, y tienen cierto parecido con un dónut por cuya parte inferior les salen raíces, se llaman elves (elfos); otros son grandes chorros de color azul a los que han puesto como nombre blue jets (chorros azules) o chorros azules gigantes. Todos estos fenómenos han recibido gran atención y están estudiándose desde aviones y satélites. Hemos aprendido mucho sobre ellos, por ejemplo, que emiten radiación ultravioleta y rayos X, pero todavía no los comprendemos totalmente, ni tenemos claras sus implicaciones para nosotros.
En este caso vemos que la serendipia lo que ha hecho es desatar la curiosidad y la creatividad. Unos fotogramas llaman la atención de unos investigadores y de ahí surge que desconocíamos un montón de procesos eléctricos en las tormentas. En consecuencia se investiga e incluso se lanzan satélites para hacerlo mejor.
los científicos
Ciencia y creatividad
Cuando hablamos de creatividad solemos pensar en el arte. Alguien que escribe una novela o una poesía consideramos que es muy creativo y tendemos a creer que los científicos e ingenieros son gente de mente cuadrada faltos de creatividad.
En la tarea científica hay dos partes claramente diferenciadas. La primera es la de la elaboración de hipótesis a partir de unos hechos. Por ejemplo, unos hechos inesperados: de repente vemos en unos fotogramas unos sprites. Hay que elaborar una hipótesis sobre su naturaleza. Y después hay que demostrar que esa hipótesis es correcta o incorrecta y hay que crear experimentos que puedan hacerlo. Sin duda crear hipótesis es una labor tremendamente creativa y probablemente de la misma índole que la creatividad en literatura o en pintura. Pensar experimentos que validen una hipótesis o que la falseen también exige grandes dosis de creatividad. Tanto los artistas como los científicos tienen ratos de creatividad y ratos de trabajo duro, rutinario. Recordamos que leyendo la biografía de García Lorca descubrimos que por un lado estaba la inspiración, el primer borrador de una poesía, pero después estaba el trabajo duro de ajustar las palabras, pulirlas, cambiarlas, volver a leer y volver a empezar. Es decir, había inspiración y trabajo duro. Lo mismo ocurre con los científicos. Hay momentos de inspiración y después hay momentos de trabajo duro, repetitivo, rutinario.
Picasso decía que la inspiración existe pero que tenías que procurar que te pillara trabajando. Creemos que esto también es válido para la serendipia en el mundo científico. La serendipia es un momento de inspiración, un momento de creatividad: algo no funcionaba como pensábamos, una gran oportunidad de hacer algo nuevo. Luego hay que desarrollar hipótesis, hay que pensar experimentos de validación. Creatividad, trabajo duro, creatividad, trabajo duro...
La pregunta que nos hacemos es si de verdad en ciencia cuando las ideas están maduras siempre hay alguien que las descubre. Pensamos que hay casos en que efectivamente es así. Por ejemplo, la relatividad. Tras la demostración de Michelson y Morley de que la velocidad de la luz era constante, las ideas próximas a la relatividad estaban ahí: Poincaré y Lorentz casi llegaron a ellas. Es muy posible que si Einstein no hubiera existido, algún otro llegase a su misma conclusión. Eso en lo referente a la Relatividad Especial, pero ¿qué me dicen de la Relatividad General donde se dice que la gravedad es una curvatura del espacio-tiempo? Si no hubiera existido Einstein, ¿alguien habría llegado a las mismas conclusiones? Einstein dedujo que la masa y la energía estaban ligadas y que una se podía transformar en otra dando lugar a la fórmula más célebre de la física: E = mc2, ¿sin Einstein alguien habría llegado a esa conclusión? Einstein pensó que la radiación estimulada y ello años después dio origen al láser, ¿sin Einstein eso se le habría ocurrido al alguien? Seamos más prosaicos. Pensemos en el sencillo destornillador y tornillo. Pensemos en algo tan simple como un tirafondos para unir madera. No apareció hasta bien entrada la segunda mitad del segundo milenio. La caja de carpintero de los romanos tenía casi las mismas piezas que una de hoy, salvo dos piezas fundamentales: el tornillo y el destornillador. No sabemos quién inventó el tirafondos, con su cuerpo roscado cónico y una cabeza ranurada, ni el destornillador tan ligado al anterior; seguro que fue un genio de la carpintería o de la construcción de armaduras, ¿si no hubiera existido lo habría desarrollado otra persona o nos habríamos quedado sin ellos?
Estamos convencidos de que muchos inventos o descubrimientos se hicieron por casualidad, buscando otra cosa, pero que fue la gran sagacidad de la persona a la que le ocurrió el percance la que le permitió darse cuenta de sus posibles usos. Y también estamos convencidos de que muchas cosas de las que disfrutamos hoy en día no se hubieran realizado sin esa persona en concreto, la mayor parte de las veces desconocida, que hizo la aportación.