vitoria. La consejera de Justicia y Administración Pública del Gobierno Vasco, Idoia Mendia, entregó ayer a los familiares de Primitivo Fernández de Labastida los restos de su pariente hallados en una pequeña fosa de la Guerra Civil situada en Álava. Concretamente, la cuneta se encontraba en la carretera A-2622, que une las localidades alavesas de Pobes y Espejo, a la altura del puerto de La Tejera, en Ribera Alta. Los trabajos de exhumación de esta fosa, en la que fueron hallados los restos de tres personas adultas, dos varones y una mujer, se realizaron los pasados días 19 y 20 de junio, previa notificación a los familiares que habían cursado solicitud en la Dirección de Derechos Humanos del Gobierno Vasco. El equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi encargado de los trabajos estuvo dirigido por Francisco Etxeberria, profesor titular de Medicina Forense de la UPV.

La fosa, de dos metros de longitud por cuarenta centímetros de ancho, es más bien un hoyo estrecho y alargado ajustado al volumen de los tres cuerpos que albergaba. Los restos humanos encontrados fueron trasladados al laboratorio de Antropología Forense de la Universidad del País Vasco en San Sebastián, donde se realizó el estudio antropológico. Junto a los restos, los investigadores hallaron algunos objetos como una peineta, corchetes, varias monedas, una hebilla metálica y suelas de caucho negro de alpargatas.

Primitivo Fernández de Labastida, labrador de profesión y vecino de Santa Gadea del Cid (Burgos), desapareció el 3 de septiembre de 1936 cuando tenía 35 años. Según testimonios orales de familiares y vecinos de Ribera Alta, él y sus dos acompañantes, según se cree el matrimonio de la localidad burgalesa de Villanueva-Soportilla formado por Florentino García Valencia y Mónica Barrón del Val, fueron asesinados por sus captores, un grupo de requetés que los fusiló y enterró en el mismo lugar en que han sido localizados sus restos.

La fosa fue localizada gracias a los testimonios recogidos por familiares y personas del entorno de la zona que en el momento de los hechos eran niños y adolescentes.

El caso de la Tejera se destapó al reconstruir la desaparición de Fernández de Labastida, un agricultor que colaboraba con el secretario vinculado a la izquierda del Ayuntamiento de Santa Gadea del Cid. La historia de este agricultor termina un 3 de septiembre de 1936, cuando dos requetés exigieron que le acompañaran para tomarle declaración en Vitoria. Nunca volvió a casa. Los testimonios que recogió su familia entonces hablan de que Fernández de Labastida fue fusilado.