Lo cuenta el retablo mayor del Santuario de La Encina en tallas, pero ayer la villa medieval de Artziniega quiso escenificar el litigio que mantuvo con la vecina Ayala hasta lograr levantar el citado templo en sus dominios, mediante una partida de ajedrez en la que damas, caballos, torres, alfiles, reyes y peones eran personas de carne y hueso que defendieron los colores del milenario tablero. Así, las negras representaron al escudo de los dos lobos de Ayala, mientras las blancas personificaron al vencedor bando local, en lo que fue la decimotercera edición del mercado de antaño.

En las inmediaciones, el Arca de Ginés entretuvo a los visitantes con su ya tradicional exposición de animales de granja, mientras en el redil de infantes los txikis disfrutaron de los juegos de una guardería muy medieval que dio la oportunidad a los aitas y amas de visitar el mercado con la tranquilidad que da tener a los peques a buen recaudo.

No obstante, las principales novedades de la jornada se centraron en las inmediaciones de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, cuyo interior volvió a albergar una Misa Medieval en Latín con toda la pompa y boato que requiere la más pura ortodoxia cristiana. Es decir: bendición con agua y botafumeiro, canto gregoriano y curas recitando en latín y de espaldas a los feligreses.

En el pórtico de este templo soldados, espadas y armaduras desfilaron ante los presentes para explicar desde la evolución de la lucha con espada y lanza, hasta la ceremonia de investidura de un auténtico caballero; mientras, en Goiko Plaza, los artistas de la localidad se afanaban en pintar al fresco un mural que quedará para la posteridad en la entrada del ayuntamiento viejo, al tiempo que los infantes de la villa sorprendieron al personal con un espectáculo de marionetas que narró la tragedia de Romeo y Julieta.

Duelo por amor Y es que esta ya tradicional cita con el siglo XV (200 años después de que Alfonso X el Sabio fundase el lugar) ha hecho especial hincapié esta edición en eso de los problemas del corazón en el Medievo, y como broche de oro contó con la escenificación de un auténtico duelo por amor, aunque tampoco faltaron a su cita ni el despiece del cerdo ni el desfile de tocados medievales a cargo de las dulces mancebas del lugar.

Por lo que respecta al casco histórico, todas las señales que identificaban el progreso amanecieron cubiertas, incluso el asfalto con paja, mientras las calles, plazas y casas se hallaban engalanadas con pendones y escudos. Todas ellas fueron invadidas por un ejército de juglares, trovadores, tullidos, vasallos y nobles mercaderes, junto a parias, magos, rapsodas, artesanos, saltimbanquis, peregrinos, malabaristas, doncellas a caballo, aguadores, buhoneros, zancudos, barberos-sacamuelas, titiriteros, leprosos, pícaros, halconeros, afiladores, magos y un sinfín de personajes de la más vil ralea.

No en vano, la feria contó con varios grupos de animación callejera como el local Builaka, en torno a mil vecinos ataviados de época y cerca de 120 puestos de productos artesanos. Todo un éxito de participación. Rosquillas de las Madres Agustinas, chocolate navarro, jarrones en madera de olivo, bolsos de cuero, joyas en plata, tocados en lino, flores de madera, perfumes y jabones naturales, plantas aromáticas y curativas para todo tipo de males, así como mermeladas realizadas a base de perejil, ortigas, calabacín e incluso cebolla atrajeron la mirada de los cientos de personas que se acercaron a realizar un auténtico viaje en el tiempo, que también contó con otras vistosas actividades y entretenimientos.

Entre otros, los puestos de talla y vidrio para niños, un taller novedoso de elaboración de espadas, e incluso un sorteo de puchera, así como exhibiciones de elaboración de txakolí en directo, cuentacuentos del bosque con el grupo Tragaleguas o exposición de aves rapaces, sin olvidar a los artesanos del Museo Etnográfico que salieron a la calle con talleres de elaboración de cestos y fideos, o la fragua con cuyo fuego se moldearon espadas.