Vitoria. Se dice que las estadísticas están para romperlas, pero a veces los números se empeñan en rebelarse al empeño de la buena voluntad de quien así lo intenta y es entonces cuando se cumplen las peores previsiones.

Algo así sucedió ayer cuando la famosa regla del 30 presagiaba que los incendios podían extenderse en la provincia. Y es que el territorio presentaba ayer las condiciones óptimas para que cualquier pequeño descuido terminara en llamas. Se daba la circunstancia trágicamente mágica de los más de 30 grados de temperatura, menos de 30% de humedad en el ambiente y más de 30 kilómetros por hora de rachas de viento. Y las administraciones ya habían avisado al respecto, incluso los expertos estaban sobre aviso ante posibles incidentes.

Pero así como en otras ocasiones la moneda se lanza al aire y sale cara, ayer la caprichosa diosa Fortuna eligió que fuera cruz y, a primera hora de la tarde, el aviso de que parte del territorio alavés ardía en llamas se convertía en realidad.

Al parecer una quema de rastrojos no se controló como debiera y provocó que Trebiño reviviera los trágicos momentos que el año pasado también la hizo protagonista del mayor incendio del ejercicio. Una acción que, a pesar de estar prohibida, se realiza con demasiada asiduidad y que conlleva siempre más riesgos de los que la gente piensa. Y más cuando la regla del 30 no falla.