EN España existen más de 1.800 kilómetros de infraestructuras ferroviarias en desuso que han sido reconvertidas en itinerarios cicloturistas y senderistas en el marco del Programa Vías Verdes. Una de esta veintena de rutas tiene especial protagonismo en Álava con la adaptación del recorrido que seguía el tren vasco-navarro hasta 1967.

Una idea que impulsó Juan José de Herrán y Ureta con la propuesta de un proyecto que uniera a través de un ferrocarril de vía estrecha Bilbao y Vitoria y que se llevó finalmente a cabo gracias a la iniciativa privada. La idea original terminó siendo una realidad mucho más ambiciosa que unió Bergara con Vitoria llegando hasta Estella y que hizo su primer recorrido a finales del siglo XIX, aunque fue en los años 30 y 40 cuando experimentó su mayor esplendor.

Desde entonces, el que se conoció como el trenico trasladó a miles de alaveses y formó parte de la memoria colectiva de los vecinos del territorio. "A los pueblos alaveses les dio bastante vida y gente que no había salido de su provincia o su zona lo hizo por primera vez. Supuso una revolución sociológica y comercial y, de alguna forma, acabó con la endogamia de los valles gracias a que la gente se desplazaba a las fiestas de otros pueblos y a otras áreas a comerciar y así conocía a más personas", explica el experto en la historia del vasco-navarro, Javier Suso.

Hoy algunos de los que subieron tantas veces a él todavía agudizan el oído para tratar de escuchar aquel beep tan familiar que anunciaba la llegada del trenico al pueblo. Pero aquellos tiempos quedaron atrás y ahora es el ring de las bicicletas el que recuerda que un día los vagones se llenaban de vecinos, comentarios y retratos de la época. Sobre todo en la Llanada, donde la cercanía a la capital y el acondicionamiento de este antiguo recorrido como vía verde se ha convertido en un gran atractivo con una amplia oferta cultural reflejada en pequeñas iglesias rurales con encanto, ermitas, molinos y, cómo no, las viejas estaciones que se niegan a que esta ruta caiga en el olvido. "La hemos documentado con carteles para que la gente recuerde lo que fue. Son unos paseos comodísimos que puede hacer todo el mundo y que permiten mantener el patrimonio ferroviario", afirma Suso.

cultura e historia Así las cosas, este trayecto más cercano a la capital ofrece un recorrido de 19,3 kilómetros que parte de Vitoria y termina en el túnel de Laminoria. Una parte más cultural que no deja de rodearse de los bonitos paisajes que ofrecen los amplios campos y de los distintos hitos de lo que el trenico dejaba a su paso. Así las cosas, y pendiente aún de que el Ayuntamiento acondicione el tramo entre la ciudad y Otazu, es precisamente en esta localidad donde la mayoría de los aficionados comienza su viaje. Allí se puede ver una de las siete estaciones que tiene esta primera parte del recorrido. Precisamente tras el paso por las cercanías del Cementerio de El Salvador, se llega al segundo pueblo de la ruta, Aberásturi, donde se puede ver uno de los ejemplos más bellos de uno de los apeaderos restaurados de la época.

La tercera parada la marca Andollu, que ofrece la posibilidad de desviarse para ver uno de los puntos de mayor interés de la zona. Y es que el Santuario de Nuestra Señora de Estibaliz es un excelente mirador de la comarca y permite no sólo ver el templo, sino también aprovechar las instalaciones recreativas y el merendero del parque local para retomar fuerzas de cara a continuar el resto del sendero.

Éste continúa a través de Trokoniz, Erentxun y Jauregi hasta llegar al túnel de Laminoria y pasando cerca de lugares recomendables como Gauna. Es precisamente en este punto donde se puede visitar el Palacio de Salvatierra-Gauna, el Castillo de Henayo y acudir al casco histórico. Por el recorrido también existe la posibilidad de encontrarse con otros lugares con encanto como los molinos de Erentxun o Jauregi o el puente de Otazu.

Como una locomotora...