A las 7: 15 horas suena el depertador en la casa de cultura de Araia. Como cada mañana desde que empezó agosto, Enrique Alba se levanta de la litera. Le pesan los párpados pero no tiene tiempo para remolonear en la cama al tener que ducharse y desayunar, a la vez que sus otros catorce compañeros con los que desde hace quince días comparte habitación, comedor y baño, además de los trabajos de recuperación de un refugio para montañeros en Araia. Sin embargo, no son los únicos en participar en este campo de trabajo. Otros 16 voluntarios, de entre 18 y 26 años venidos de todo el Estado, les precedieron la última quincena de julio. Dos de ellos eran alaveses.

A las 8.30 horas, Joseba "Apatz" espera al volante de uno de los cuatro todo terrenos para que tres de estos chavales suban y arranque rumbo a la senda PR-A11, que discurre a una altitud de 1.000 metros del parque natural Aratz-Aizkorri. El camino no es fácil. Media hora por delante les esperan los baches de una sinuosa carretera. Si el día acompaña, aparcan al lado de la cabaña Gaztazapadoi. En caso de lluvia, el barro obliga a dejar los vehículos algo antes: en la antigua fuente, debido al riesgo de que la pendiente complique la adherencia al suelo y acabe precipitando el coche por el barranco.

Cinco minutos después de que bajen por un camino cubierto por una espesa manta de hojas marrones, se encuentra la caseta de piedra de 80 años de antigüedad. "Estos chavales tienen un mérito terrible porque el refugio estaba antes que se caía, lleno de maleza", relata el alcalde de Araia, Diego Gastañares.

Enrique alba, 24 años

"Es mi quinto campo de trabajo"

Enrique Alba, un coruñés de 24 años, podría definirse como un adicto a los campos de trabajo. "Elegí pasar el verano así porque me gusta esta experiencia", comenta con ilusión este joven reincidente. Tanto es así que ya lleva cinco años haciendo de sus agostos unas vacaciones educativas. "Estuve tres años en los campos de trabajo de teatro y luego otro haciendo una maqueta de barro para un proyecto medioambiental de una casa ecológica en Madrid".

Le gusta cambiar la tematica de los mismos, a pesar de que para reconvertir esta antigua choza de pastores en un albergue para montañeros carezca de conocimientos de albañilería. "Antes de venir aquí no sabía nada, pero te enseñan", reconoce. Hace quince días apenas sabía cómo se hace la argamasa. Ahora, se muestra orgulloso de su granito de arena en Gaztazapadoi: "Para la fachada he retirado la arenisca y entre las piedras he ayudado a poner una masa de cal blanca, también hemos hecho algo del tejado de madera, aunque esto en verdad lo ha hecho el carpintero". Lo que peor llevó: madrugar.

Pero no todo va a ser sudor en la vida de estos jóvenes tan apañados. Este mismo viernes el alcalde les invitó a una cena de despedida en las piscinas de esta localidad alavesa, a la que también acudieron los responsables municipales que han participado en las obras: desde la teniente alcalde Mariví Guridi a los fontaneros, electricistas y carpinteros que han echado una mano en el refugio.

"El sábado pasado disfrutaron de La Blanca porque los fines de semana salen de excursión, como a Urkiola, y por las tardes de entreasemana hacian juegos o se iban a la piscina", explica Itxaso Ruiz, directora del campo de trabajo.

Álvaro véliz, 18 años

"He ayudado con el hormigón"

Álvaro Véliz Llanos tiene muy claras las razones que le llevaron a estar quince días lejos de su localidad natal en Sant Esteve, Cataluña. "Desde pequeño he ido a campamentos, así que los campos de trabajo me parecían una idea más alternativa. Además, siempre me ha gustado Euskadi", cuenta este chico de 18 años.

Su intuición no le falló. "Además de haber aprendido cosas y hacer turismo, he hecho amigos nuevos porque cuando vine al campo de trabajo no conocía a ningún voluntario".

Entre sus labores en el albergue, Álvaro se queda con una pequeña parte de todas ellas. "En el jardín eché una mano rebajando la tierra y quitando piedras. También he estado con el hormigón", explica este catalán que "lleva bien" los paseos de media hora en jeep por el monte ya que "los que se ponen al volante son conductores expertos".

susana campesino, 20 años

"Mi primero, pero no el último"

Susana Campesino confiesa que el verano pasado tuvo tanto tiempo libre que se aburría en Madrid. Así que este año, a sus 20, no se lo pensó más y decidió huir de los calores de la ciudad. "Elegí Araia por su ubicación en Euskadi. Vine un fin de semana a la Aste Nagusia de Bilbao y me gustó mucho esto", recuerda.

Al igual que el resto de voluntarios, Susana ha puesto tejas, la pared y el cemento entre las piedras para que no se caigan. Aunque hay dos tareas de las que saca pecho: "Tiré el tabique que está en el deposito externo del agua y el marco de la puerta de la guarida para los animales. ¡Jamás se me hubiese ocurrido hacer un tejado y menos con el miedo a las alturas que tengo, pero lo hice!".

Con tantas hazañas, Susana tiene claro que aunque ayer puso rumbo hacia Madrid, el año que viene se inscribirá de nuevo en estos campos de trabajo. "Pienso repetir. Ha sido mi primero, pero no el último porque todo el mundo repite". Hasta la comida les ha gustado. "Es en abundancia, ¡nos estamos poniendo gordos!". No hay duda de que ha sacado partido de sus vacaciones. "¡Ha ligado, fíjate en la marca de su cuello!", revela uno de sus compañeros de fatiga ante el rubor que asoma en las mejillas de la madrileña.