vitoria. Una vez terminado el abono taurino gasteiztarra se impone un resumen de lo que ha sido la feria, de las virtudes y defectos de ésta y de las consecuencias que cada una de las corridas pueda tener en el devenir de próximas ferias. No en balde, cada configuración de una feria le debe mucho a los resultados de la feria anterior. A partir de éstos se seleccionan ganaderías y se cuenta con unos o con otros toreros.

Dejando a un lado que la afluencia de público ha sido baja este año, y que deberíamos plantearnos que al margen de la crisis existan otros factores que hayan desanimado al público, en el apartado torista, bien que el nuevo coso de Vitoria se haya autodefinido ya como un coso torerista, las cosas han ido acordes a los niveles de entrada: cayendo y por debajo de lo esperado. Es cierto que se han visto ganaderías de prestigio, pero no es menos cierto que se ha echado de menos un poco más de trapío en los animales y unos cuantos puntos más de fuerza en todos ellos. Por otro lado, ha faltado una corrida que saliera de lo habitual en todos los circuitos, una corrida de ésas que crea emoción sólo con nombrarla y que además abre las puertas de las ferias a toreros que por lo general gozan de pocas oportunidades.

Las corridas han tenido una presentación aceptable en lo que a las cabezas de los toros se refiere. Así los de Núñez del Cuvillo salieron muy bien armados, pero excesivamente terciados y sin remate, lo que desluce notablemente cualquier encierro. En cuanto a comportamiento resultaron nobles y quizás por eso sosotes. Los de Montalvo tuvieron kilos. Quizás en exceso. Y eso les hizo perder presentación. A pesar ello, el encierro seguía estando falto de remate. Fue éste otro de los encierros sosos, que no dicen demasiado, sin fondo y en ocasiones con algo de nobleza. Excesivamente terciados los de Vitoriano del Río. Esta ganadería se había lidiado el año anterior con buen resultado y en cierto modo mantiene su palmarés. Fue corrida encastadita, que no encastada, que se movió entre las telas y que permitió faenas a los toreros, aunque hubiera que tirar de técnicas para el toreo de mansos. A esta corrida, como a la del Cuvillo le faltó un poco más de presentación.

Muy desigual resultó también la corrida del Puerto de San Lorenzo. Sin embargo, fue una corrida muy en el tipo de la casa, tanto en hechuras como en comportamiento. Quizás sea esta corrida la única que merecía estar en el abono por currículo ya que el año pasado Enrique Ponce cortó un rabo a uno de este hierro. Pero este año los del Puerto resultaron sosos también; ha sido la nota común en el aspecto ganadero. Los rejones de Murube tuvieron comportamientos parejos y hechuras similares con pesos distintos. No salieron mal de presentación. Es notable que esta corrida hizo las delicias de público y profesionales y que permitió el mejor resultado de la feria. Los caballos salvaron una feria que amenazaba con terminar con el mismo tedio con el que comenzó.

Lo mismo que se ha echado de menos alguna corrida de las que salen fuera de los circuitos, no es necesario utilizar el término dura, se han echado también de menos toreros no tan entronados. Los más humildes que se han contratado han sido Aparicio, en sustitución a Rivera Ordóñez, y Rafaelillo. Si la sustitución no se hubiera producido el único humilde hubiera sido el murciano. No hay demasiado que decir de las actuaciones de los espadas. La feria se ha basado en exceso en las figuras, a excepción del día 25, y eso siempre hace bajar la emoción del toreo y la del toro. No hay cuestionamiento sobre la contratación de Enrique Ponce en dos tardes. Ponce sabe estar en profesional y el público lo adora. Por otro lado se le reconoce la labor del año pasado.

La feria este año ha caído sobre la de años anteriores. La corrida de rejones ha terminado salvando una feria que se iba casi vacía, aunque se hayan paseado orejas, y que ha rozado el aburrimiento. En cuanto al tema de los rejones, recordar que una corrida no salva una feria, aunque esté colocada al final del abono. Tenemos ya ejemplos de plazas vecinas que han pensado y actuado así durante años y que en la actualidad ven peligrar su futuro.