COMPARTIR, no partir. Al igual que en el juicio bíblico del rey Salomón en el que una madre renunciaba a su hijo en favor de un mujer que lo reclamaba como propio antes de verlo dividido en dos, las asociaciones de padres y madres separados abogan por un consenso para el disfrute del menor en lugar de una división que acabe con niños más custodiados que felices.
Y es que estos colectivos llevan años pidiendo que la ley no escrita de conceder la custodia a las madres cambie para que sea prioritario el establecimiento de una custodia compartida en la que ambos progenitores puedan compartir responsabilidades, derechos y gastos sobre su hijo. Una petición que hasta hace no demasiado tiempo parecía una quimera. Y es que, según los últimos datos, en 2008 se produjeron 110.000 divorcios y la custodia a los padres se dio en un número muy escaso de expedientes. De hecho, hoy en día la norma general es que la patria potestad sea compartida y la custodia la mantenga la madre en un 98% de los casos. Pero en los próximos meses esto podría cambiar gracias a la reciente decisión de Aragón de primar la custodia compartida en caso de divorcio.
Después de que ésta se haya convertido en la primera comunidad en llevarlo a cabo, Cataluña y Navarra ya se han puesto en marcha para adoptar la misma decisión. En Euskadi, hace dos semanas hubo una instancia en las Juntas Generales de Bizkaia por parte de varios partidos políticos para tomar una determinación similar. Gipuzkoa y Álava ya están preparándose para seguir sus pasos.
Y es que la presunción de corresponsabilidad en los adultos es una máxima que, en ocasiones, no se cumple o se olvida, demasiado a menudo, en procesos de separación en los que las disputas entre los mayores dejan en un segundo plano el objetivo primero de lograr lo mejor para los menores. Mientras tanto, detractores y partidarios siguen enfrentándose por lograr sus objetivos. ¿Es positivo este régimen para los menores? ¿Debe ser la solución natural en una sociedad que presume de perseguir la igualdad?
Arantza Conejero Ortega es el vivo ejemplo de que la custodia compartida es viable. De hecho, su ex marido y ella se pueden considerar precursores en su implantación de facto ya que, aunque cuando ellos se divorciaron en 1992 esta posibilidad no existía, ellos la convirtieron en una opción de mutuo acuerdo. Así, esta guipuzcoana recuerda que la custodia recayó en un primer momento en sus manos para luego ir a las del padre. Su hijo tiene en la actualidad 26 años y es el ejemplo de que este sistema es el óptimo para alcanzar un sano desarrollo del hijo. "Él siempre ha compartido su tiempo con las dos familias y ha tenido buena relación con los dos. Hoy nos hemos dado cuenta de que fue un acierto compartir la custodia", afirma convencida.
Aunque Arantza sabe que en el inicio de la ruptura llegar a estos acuerdos no es sencillo. De hecho, a pesar de que su divorcio fue de mutuo acuerdo, reconoce que hubo discusiones que se dejaron de lado "porque nuestro hijo nos importaba mucho a los dos".
Pero sabe que esto siempre no es fácil. Por ello, aboga por la mediación en los casos en los que las complicaciones hacen difícil la comunicación entre ambas partes. "Cuando hay un conflicto yo abogo por la mediación familiar. Que vayan los profesionales con unas propuestas que se tienen que acatar. Hay que poner las cosas más claras a los dos".
Una solución por la que también aboga Pedro Cruz Valderrama, también separado y presidente de la Asociación de Madres y Padres Separados de Álava (AMAPASE). Él se divorció en 1996 cuando su hijo tenía diez años y se puede considerar un caso excepcional, ya que pidió a la madre la custodia monoparental y su ahora ex mujer se la concedió. Aun así, sabe que esto no siempre se produce de una manera tan civilizada y ve la mejor forma posible de primar las necesidades del menor recurriendo a la mediación. "Estamos demasiado acostumbrados a pleitear y debemos empezar a pactar y negociar por el bien de nuestros hijos", asume.
Él, al igual que Arantza, ha intentado siempre que su ex mujer formara parte de la vida de su hijo. Y ambos coinciden en que, como todo, la custodia compartida tiene sus pros y su contras. "A mí me ha favorecido porque he podido desarrollar mi carrera profesional y realizar estudios", explica Arantza.
Por su parte, Pedro explica otros factores que también la convierten en la mejor opción. "Puedes contar con el otro en cualquier momento, si no puedes ir a por tu hijo un día, si estás económicamente mal un mes, si necesitas ser escuchado,...", apunta.
Por ello entienden también que, a pesar de que los detractores de esta fórmula argumentan que el hecho de que los chavales tengan que moverse cada poco tiempo de un hogar a otro para disfrutar por igual del tiempo con su padre y con su madre, para los menores al final lo importante es estar con sus dos progenitores sin miramientos a la movilidad. Además, apuntan a que hay muchos acuerdos para poder llevar este tipo de régimen ya que, en ciertos casos, son los propios padres los que se desplazan para ir al hogar común donde se aloja habitualmente el hijo.
necesidad mutua Y, además, ambos ponen de relevancia la necesidad del menor de que ambos formen parte de su vida y de los adultos a poder participar activamente de la vida del chaval. "La custodia compartida es mejor porque el niño debe tener el amor de los dos y así es feliz. Cuando no ve al 50% a una de las partes tiene carencias. Los jueces nos dan la custodia a las madres pero es una trampa porque nosotras les educamos y los padres se convierten en meros visitadores. Nuestros hijos lo único que quieren es estar con los dos", recalca Arantza.
"Considero que ambas figuras son supernecesarias. Los niños tienen que tener claro que sus padres se han separado pero que eso no significa que no reciban el amor de los dos. Que no se sientan mal por querer a uno o a otro. La palabra clave es la coparentalidad de los dos sin posibilidad de escaqueos. No puede haber escaqueos con los hijos", especifica Pedro como la opción ideal.
Y es que los dos saben que, en muchos casos, hecha la ley, hecha la trampa. Por ello afirman que las custodias compartidas deben adoptarse como primera opción, pero siempre con una revisión anual que permita comprobar si ambas partes han sido responsables en el cumplimiento de sus deberes. Si no es así, la custodia debería variar para ser concedida al progenitor que sí ha cumplido con sus obligaciones y al otro imponerle la sanción económica correspondiente.
Aun así, ambos consideran que la custodia compartida es la mejor solución tanto para los padres como para los hijos para que no ocurran casos como los actuales. "Lo que no se puede permitir es que padres con chavales de 20 años no les conozcan porque no han podido relacionarse con ellos. La persona que prohíbe a la otra que les visite debía tener una pena muy grande por la ley. No se puede consentir que sólo se puedan ver en puntos de encuentro", denuncia Arantza.
"Mi hijo no tiene la sensación de no ser querido por la otra parte. No tiene ningún virus que le haga sentirse mal por querer a su madre. Tiene derecho a saber cuál es su progenitor. Por ello, hay que pedir sentido común a nuestros legisladores. Todo lo que sea nutrir a nuestros niños con valores familiares va a hacer crecer una sociedad más saludable", ejemplifica Pedro desde su experiencia personal.
Así que entienden perfectamente las demandas de los colectivos de abuelos que, de un tiempo a esta parte, han salido a la luz para reclamar también sus derechos para ver a los nietos. Una realidad aún más cruda en los casos en los que el progenitor que cuenta con la custodia no permite al otro ver tan a menudo como quisiera al vástago de ambos. Entonces, el tiempo se reduce y apenas si hay opción de que el resto de la familia tome parte de su evolución. "Los abuelos aportan una serie de valores, la experiencia, su saber como padres que han sido y el mimo que a veces nosotros no podemos darles porque estamos a otras cosas", resalta Pedro.
Obligaciones y derechos de una y otra parte que consideran que la participación común contribuye a criar de una manera más sana a los niños y disfrutar de la vida a ambos padres. "A quienes no dejan ver a los hijos a su ex pareja les diría que cualquier cosa que hagan contra su otro progenitor repercutirá sobre la salud del hijo y sobre ellos. No es sano para nadie", advierte.
Por ello, consideran que éste es un tiempo ideal para seguir los pasos de Aragón y lograr que la custodia compartida se prime en los casos de divorcio. "Es el momento de lograrla, sin perder tiempo. Deberíamos pedir a nuestros políticos que lo revisen. La sociedad ha cambiado y ahora se observa otra gestión de la familia que no ve que sólo la madre puede hacerse cargo del hijo. En este sentido, los letrados van por detrás del cambio social. Hay un momento para hacer el cambio y es ahora", invita Pedro.
Así lo ve también Arantza. "Es una rueda que ha empezado en Aragón y seguirá en Cataluña, luego en Valencia y, ¿por qué no vamos a seguir aquí? Los vascos somos muy igualitarios. Me asombra cómo hay gente que se pueda negar a algo tan evidente como compartir con los padres los hijos".
Arantza Conejero Ortega y Pedro Cruz Valderrama son sólo dos ejemplos de cómo la custodia compartida llevada a la realidad del día a día es una opción más que válida tras un divorcio. Desde su experiencia sopesan los pros y los contras y no tienen dudas de que ése es el mejor régimen en caso de divorcio. La pelota está ahora en el tejado de las instituciones.