vitoria. La hipocresía que rodea al mundo de la prostitución no se ve sólo reflejada en el último estudio conocido elaborado en base a la opinión de los clientes en los que la infidelidad se asume como algo natural e innato al hombre. El mundo del sexo profesional también está rodeado de otros tabúes que asumen, por ejemplo, que el dinero pagado por los servicios de una profesional dan carta libre para pedir y realizar lo que se desea con esa mujer. Un error de base que lleva a que muchas meretrices sufran no sólo malos tratos sino intentos de prácticas que no están dispuestas a llevar a cabo.
En esta tesitura se encuentran en mayor medida aquellas mujeres que ejercen en un entorno de redes ilegales o en algunos clubes de tintes casi delictivos. Es en estos ambientes donde, en ocasiones, se ofrecen combos de droga y sexo sin tener en cuenta las repercusiones que ese consumo pueda tener en la actitud del demandante.
Así las cosas, si en los años 80 la heroína era la reina de este sector, hoy en día, los nuevos hábitos han llevado a que la cocaína tome el relevo. De esta forma, no es extraño que los clientes acepten este tipo de oferta e inciten a las prostitutas a consumir junto a ellos. Una práctica que lleva, a veces, a generar hábitos en las profesionales que aceptan este tipo de proposiciones y que ven también una válvula de escape en esta forma de ejercer.
Otro problema llega cuando el acceso a estas sustancias ilegales convierte al cliente en agresivo. En ocasiones, esto deriva en que el hombre solicita servicios que la mujer no está dispuesta a ofrecer o a incitar a malas prácticas, como sexo sin protección, que pueden derivar en serios peligros para la salud. Algo a lo que a veces no se pueden negar sin recibir amenazas. Una demostración más de los peligros a los que están sometidas las profesionales del sexo, sobre todo por causa de aquellos que más tarde las marginan.