vitoria. A tenor de las previsiones que maneja Euskalmet, todo indica que las campas de Armentia serán hoy un hervidero de gente. Los caracoles sacarán sus cuernos al sol sin haber catado ni gota de esa lluvia que tan a menudo acompaña las fiestas del patrón de Álava.

Los más madrugadores, aún con eco del ttun ttun y los tambores en la cabeza, se acercarán a la basílica para rezar a San Prudencio, escuchar los primeros txistus y danzar a ritmo de zortziko. Después, tiempo para probar una de las rosquillas típicas del día y dar una vuelta por los puestos instalados a los pies del santo. Un mercadillo que, aunque duela decirlo, cada año recuerda más a un zoco de fiestas que a un mercado propio de las romerías. Nada que ver con el ambiente gastronómico que el 1 de mayo reina en los alrededores del santuario de Estibaliz. Un punto para la patrona.

Pese a los inconvenientes de cualquier fiesta multitudinaria, alaveses y vitorianos, mayores y pequeños, disfrutarán de un buen mantel a base de caracoles y perretxikos, un bocata de tortilla a la sombra o una sidra fresca en conversación con los amigos antes de sucumbir a la tentación de una siesta sobre el verde de Armentia para, a media tarde, volver a soltarse la melena al ritmo de la verbena.

A medida que los adolescentes invadan el terreno, sus hermanos mayores iniciarán la vuelta a Vitoria para no perderse la estruendosa exhibición de pequeños tambores, barriles y barriletes que los más peques protagonizarán imitando la hazaña de sus mayores y con la esperanza de que algún día el ttun ttun será suyo.