Vitoria. La pesadilla empezó en agosto de 2009. Los recién llegados habían estrenado sus pisos de VPO municipales hacía apenas cuatro meses. Hasta entonces, todo había sido ilusión. Sus casas ya eran realidad en Salburua, en la zona de las calles Capital de Euskadi y Alejandro Mendizábal. Pero las tornas cambiaron. En pleno verano sucedió lo inimaginable. Una pieza de cristal, de uno por tres metros cuadrados, de las que recubren la fachada del bloque de viviendas, se desprendió desde un séptimo piso de altura. Se estrelló contra el suelo y estalló en varios pedazos. Su caída no provocó más que un susto de enormes proporciones y un anhelo: que lo sucedido fuera sólo una anécdota. Pero no. Fue el inicio de una pesadilla que ha provocado miedo y mil inseguridades. Ahora ya se han desprendido cuatro cristaleras -la última, la pasada semana-. Y ya hay daños. Sólo materiales, pero se requerirán 7.000 euros para arreglar el vehículo sobre el que cayó unos de los paneles. Y lo peor es que nadie sabe por qué se caen los paneles ni cómo evitarlo. Ni el Ayuntamiento, ni el arquitecto, ni la promotora ni la constructora.
Los vecinos están hartos y quieren una solución. Se sienten inseguros y creen que ni ellos ni los viandantes están libres de sufrir algún percance si se desprenden más cristaleras. Dicen estar cansados de mirar hacia arriba cada vez que llegan a las inmediaciones de sus viviendas.
Por todo ello, y ante las consecuencias económicas y legales que se pueden desprender del deficiente estado de su bloque, los residentes convocaron para el pasado miércoles una reunión urgente. A ella estaban llamados los adjudicatarios de la VPO, la constructora EBA, la promotora Larcovi y el arquitecto Roberto Ercilla. No acudió ninguno de ellos. ¿La razón? Según los vecinos, los citados han montado un gabinete de crisis para saber por qué pasa lo que pasa.
A los vecinos ya no les valen las excusas de antaño. Les han llegado a explicar que la caída del recubrimiento era obra de una certera pedrada, de un fallo de fabricación de los cristales o de un vecino con una escoba mientras la sacudía por la ventana. Incluso se llegó a argumentar que la querencia por la gravedad de los paneles obedecía al contraste de temperaturas que sufrían.
Sin respuestas Pero la realidad es tozuda y no entiende de explicaciones baladíes. Por eso los vecinos quieren respuestas. Creen que la situación ha llegado al límite y que no pueden seguir con la inseguridad que provoca su edificio. Temen por todo. Incluso por la forma de romperse de las cristaleras. En principio éstas deberían caer hechas mil pedazos, como les explicó el constructor. Pero no lo hacen. Al romperse lo hacen en bloques de diversos tamaños que pueden provocar daños personales -los materiales, ya se han demostrado-.
Incluso los Bomberos, que acudieron para acordonar la zona tras la caída del tercer panel mostraron su extrañeza por lo sucedido. También se pidió explicaciones al área del Urbanismo municipal que concedió el permiso de habitabilidad del edificio. Por ahora, han recibido la callada por respuesta.