Vitoria. La asociación de víctimas del régimen franquista, Ahaztuak 1936-1977, se hizo nuevamente visible hace unos días para recordar en Vitoria a los que la dictadura franquista quiso ahogar en el olvido. En el Bosque de la Luz, la plaza que los alaveses han levantado para conmemorar a las víctimas de la sinrazón fascista, se rememoró el 73 aniversario del asesinato en Azazeta de 16 presos políticos, entre ellos, Teodoro González de Zárate, el último alcalde elegido en las urnas antes de José Ángel Cuerda. Como él, son muchos los hombres y mujeres que desaparecieron entre 1936 y la Transición por ser incómodos para el régimen, por militar en el bando equivocado, por ser amante de la educación, de la libertad o de la democracia o por ser blanco de la ojeriza de caciques o mal nacidos. El caso es que la historia reciente de España parece a veces lejana. Como si los recuerdos se hubieran enterrado. La necesidad de hacer justicia a veces no sólo es una búsqueda emocional, sino física.

Miles de víctimas de la Guerra Civil y el Franquismo permanecen desaparecidas a pesar de que muchos familiares conocen casi el día y el lugar exactos en los que perdieron la vida. Muchos descansan ahora en fosas comunes. La exhumación de esos restos, así, se ha convertido en un símbolo de esta lucha por recuperar la memoria. La Sociedad Científica Aranzadi es un referente en esta labor, como parte de las investigaciones que ha realizado en colaboración con el Departamento vasco de Justicia. Comenzó en 2000 con el desenterramiento de una fosa en Priaranza del Bierzo (León) y ya ha llevado a cabo más de 70 iniciativas de este tipo por todo el Estado. Sus pasos también la han llevado hasta Álava, aunque hasta el momento no se ha llegado a excavar en el territorio. En los últimos ocho años, Aranzadi ha registrado unas 650 peticiones de información en todo el Estado. De ellas, unas 44 están vinculadas a Álava, ya sea por tratarse de los orígenes del solicitante o del fallecido. Los años con mayor trasiego fueron entre 2003 y 2005, con 38 solicitudes.

Las peticiones alavesas realizadas a Aranzadi se centran en núcleos como Barrundia, Kuartango, Armiñón, Azaceta, Salinas de Añana, Maeztu, Zambrana, Ribera Alta... Este último caso sirve para ilustrar el funcionamiento de la sociedad. Un equipo de Aranzadi se trasladó hasta Ribera Alta, puesto que un vecino asegura que el puerto de Azaceta, en concreto una curva en dirección de Paul a Gesaltza, esconde una fosa con tres cuerpos. Los fallecidos, al parecer oriundos del pueblo de Santa Gadea (Burgos), fueron trasladados hasta el lugar por unos requetés para, después, fusilarlos. En la zona, incluso se encontró en la época restos de pelo de una mujer. Este primer contacto permitió al equipo de Aranzadi recoger otros cinco testimonios de vecinos mayores de la zona que confirmaban estas sospechas. Los detalles varían. Hay quien cree que los fallecidos eran naturales de Villamaderne, otros de Bozo o Santa Gadea, y alguno apunta que incluso se podría tratar de tres miembros de la misma familia. Pero las palabras de los testigos, en cualquier caso, apuntan al mismo lugar, una zona donde se encontraron casquillos.

El equipo de investigación de Aranzadi lo conforman habitualmente veinte personas. La sociedad se sorprende de la recurrente exactitud de algunos testimonios, como en el caso mencionado. En otras ocasiones, sin embargo, simplemente se alude a un terreno sin ninguna referencia concreta, por lo que se tiene que llevar a cabo una prospección con métodos arqueológicos, como un georradar. Y es que, tras la recogida de testimonios y la investigación de documentación de archivo, se afronta la tercera etapa, las exhumaciones. Es la clave, puesto que tras ella se habla de análisis de restos. Ya no se trata sólo de sospechas, sino de evidencias. Aún no se ha llegado a esta fase en Álava. Buena parte de las investigaciones iniciadas en el territorio, por ejemplo, al final han trasladado a los científicos al norte de Burgos, en torno al eje de la N-I, como Ameyugo, Bayas o Pancorbo. La localización de las fosas y la extracción de los cuerpos permite, a través del ADN, identificar a las víctimas y dar descanso, así, a sus parientes. En algunas de las investigaciones, sin embargo, no se consigue hallar la fosa o los restos que se encuentran están completamente degradados.