Lisboa. La paradisiaca isla portuguesa de Madeira ha quedado destrozada por las riadas del sábado, que causaron la muerte de al menos 42 personas y más de 120 heridos, y los equipos de rescate aún temen encontrar cadáveres en los vehículos y casas enterradas bajo toneladas de lodo.
Algunas de las zonas más turísticas de la bahía de Funchal, la capital del archipiélago, son auténticos barrizales, mientras la población se afana por despejar calles y carreteras de los escombros arrastrados con violencia por las laderas en las que se asienta buena parte de la ciudad.
Las Fuerzas Armadas lusas ya han empezado a preparar puentes militares para rehabilitar varias carreteras arrasadas por las riadas y el primer ministro portugués, José Sócrates, que viajó el mismo sábado por la noche a la isla, garantizó "toda la ayuda que el Gobierno regional necesite" para la recuperación de Madeira.
Entre la población de la región, de 260.000 habitantes y concentrada en un 90% en la isla que da nombre al archipiélago, se vivieron momentos de pánico durante las quince horas de lluvias torrenciales registradas el sábado.
En algunas zonas de Funchal y sus inmediaciones la acumulación de barro sobrepasa los cinco metros de altura y en otras sólo deja ver los techos de vehículos y casas sepultadas. En la lujosa urbanización de Pena, donde vive el presidente del Gobierno regional, Alberto Joao Jardim, la riada se llevó un camión de bomberos, que arrastró a su vez a varios coches con un niño y adultos en su interior.
En otra zona del norte del ciudad un taxi lleno de pasajeros acabó en el jardín de una casa, mientras en Trapiche, también en las partes altas de Funchal, se informó del fallecimiento de una anciana que no sobrevivió a la impresión de ver desmoronarse su casa.
Según las autoridades, uno de los problemas que vive ahora la ciudad es paradójicamente la falta de abastecimiento de agua potable por la destrucción de las infraestructuras de estos servicios.
Tampoco hay luz ni teléfono en muchas zonas de la isla, a las que los servicios de mantenimiento no pueden acceder porque han desaparecido cientos de metros de calles y carreteras.
El alcalde de Funchal, Miguel Albuquerque, declaró ayer que en las áreas más altas de la urbe la situación vivida el sábado fue "dantesca" y ahora una de las prioridades, además de asistir a las víctimas, es limpiar la ciudad y restaurar plenamente sus servicios.
Pero esa tarea puede demorar muchos días porque, pese a los refuerzos de Lisboa, ayer faltaban excavadoras y camiones para desatascar las muchas zonas de la ciudad llenas de las piedras y basuras arrastradas por las riadas.
El responsable regional de Asuntos Sociales teme que en esos depósitos aparezcan más víctimas y subrayó la dificultad de acceder aún a muchas aldeas de la isla.
Entre los concejos mas afectados por las inundaciones están los de Ribeira Brava y Santo Antonio, donde hay varios kilómetros de carretera completamente destruidos y casas que han quedado incomunicadas y al borde de un precipicio.
Pequeñas localidades de la parte sur de la isla estaban aún ayer por la mañana aisladas y las autoridades no tenían información de posibles víctimas entre sus habitantes. La costa norte resultó menos afectada, pero también había algunos problemas de comunicación.
Miguel Ferreira, director del hospital de Funchal, declaró que la respuesta de los servicios sanitarios de la isla, a los que acudieron un centenar de heridos, ha sido buena y no sufrió dificultades.