martes 23, 11.00 horas. El calendario marca el regreso de la negociación entre Osakidetza y los sindicatos tras dos años de paz social en el ente público. La primera mesa sectorial desde el cambio de gobierno en Lakua y las últimas elecciones sindicales servirá como toma de contacto para los nuevos actores de este proceso. El objetivo a largo plazo, renovar el último acuerdo de condiciones laborales para la mayor empresa de Euskadi, que expiró el pasado 31 de diciembre.

Hasta la fecha, el equipo de Julián Pérez Gil, nuevo director general de Osakidetza, y las centrales con representación únicamente han celebrado sendas reuniones bilaterales en las que la difícil situación económica ha capitalizado las conversaciones. A partir de ahora, las demandas concretas de cada sindicato y las propuestas del Servicio Vasco de Salud comenzarán a ponerse sobre el tapete, con la base del reciente acuerdo suscrito en la mesa general de la Administración que contempla, entre otros aspectos, incrementos retributivos y de plantilla y medidas para reducir la externalización de servicios. El precedente de la anterior negociación sanitaria, durante la que se alcanzaron las mayores cotas de enfrentamiento de las últimas décadas, aún permanece en la mente de todos.

el proceso anterior

Conflictividad y acuerdo en minoría

El 14 de marzo de 2008 se ponía fin a un agrio conflicto laboral con la firma del último pacto entre Osakidetza y las centrales, de tres años de vigencia (2007-09). Un acuerdo en minoría, sólo suscrito por el 40% de la sectorial, pero que logró devolver las aguas a su cauce tras largos meses de acusaciones cruzadas, huelgas, manifestaciones y enérgicas intervenciones parlamentarias.

La mecha ya venía encendida de antemano, aunque el fuego se propagó definitivamente después de que el Sindicato Médico de Euskadi (SME) y la dirección del ente público firmasen en octubre de 2007 un acuerdo franja, semanas después convertido en decretazo, que el resto de centrales consideró "discriminatorio". Osakidetza encontró una balsa de aceite en su relación posterior con los facultativos, incrementando en un 30% sus horas de guardia y limitando a 1.500 los pacientes por cada profesional (TIS) en virtud de este acuerdo.

La reacción del 90% restante de la representación sindical (ELA, Satse, LAB, CCOO, UGT, ESK, Utese y SAE) no se hizo esperar. Escenificando una unidad de acción nunca antes conocida, las centrales comenzaron a recrudecer sus medidas de presión enarbolando una plataforma común de reivindicaciones basada en siete puntos.

La enquistada negociación posterior derivó en la convocatoria de una huelga parcial y otra general que contaron con un masivo seguimiento. Las sucesivas mesas sectoriales -llegaron a celebrarse 12 en todo el proceso negociador- no arrojaron acuerdos, hasta que con el paso de las semanas y tras las sucesivas ofertas al alza presentadas por la dirección, la unidad terminó por resquebrajarse. Primero se descolgaron dos sindicatos profesionales, los de enfermeras (Satse) y técnicos (Utese), y más adelante CCOO y SAE. Todos ellos, además del SME, se sumaron al acuerdo con Osakidetza.

La última huelga general convocada el 6 de marzo, a ocho días de sellarse el pacto, sólo fue secundada por los cuatro sindicatos disidentes (ELA, LAB, UGT y ESK) y contó con una mínima incidencia.

Osakidetza, entre otros puntos, se comprometió a incrementar la plantilla en 1.132 nuevas plazas, extender la carrera profesional al personal interino, multiplicar el complemento específico a la enfermería o incrementar en un 30% el presupuesto destinado a la euskaldunización.

los protagonistas

Nueva dirección y distinta representatividad

Los protagonistas del proceso negociador que arrancará pasado mañana variarán ostensiblemente respecto al anterior. Para empezar, la dirección de Osakidetza se ha renovado completamente tras el cambio de gobierno, y el peso de la negociación recaerá a partir de ahora en el nuevo director de Recursos Humanos del ente público, Esteban Ruiz.

En el bando sindical, las últimas elecciones celebradas el pasado 27 de mayo volvieron a coronar a ELA como la central más poderosa de la CAV, con un 36,54% de representación, aunque cedió casi cuatro puntos respecto a los anteriores comicios. Los grandes triunfadores fueron los sindicatos profesionales, Satse y SME, que incrementaron su peso hasta el 30,77% y el 18,59%, respectivamente. LAB repitió en el cuarto puesto con un 14,1%. Pese a que no alcanzaron el 10% requerido, completarán la mesa sectorial UGT y CCOO, por ser los dos sindicatos más representativos en el ámbito estatal. Con este nuevo juego de poderes, Satse y SME prácticamente podrían alcanzar la mitad de la representación de la sectorial uniendo sus votos en futuras negociaciones (49,36%).

las demandas

Viejas reivindicaciones todavía vigentes

Desarrollo profesional para todos los colectivos, definición de funciones, disminución de las cargas y ritmos de trabajo, reordenación de las tablas salariales, reversión de la privatización, rejuvenecimiento de la plantilla y euskaldunización. Muchos de los siete puntos que conformaron la plataforma unitaria durante la última negociación "siguen vigentes" para la mayoría de las centrales. Algunas, como la representante de ELA en el sector sanitario, Mirari Irure, van más allá: "Todos los problemas que existían en 2006 siguen inalterados y sin resolverse; las negociaciones posteriores se han cerrado en falso", censura.

De cara a este nuevo proceso, el sindicato mayoritario exigirá, como punto principal, el "cumplimiento íntegro" del pacto recientemente alcanzado en la mesa general, al que se adhirió junto con UGT y CCOO. Otras prioridades para ELA pasan por establecer mecanismos de control en las autoconcertaciones, "abusivas" a su entender, sentar las bases de un nuevo sistema de desarrollo profesional o apostar por la extensión del complemento de productividad a cualquier colectivo profesional, ya que ahora únicamente lo disfrutan los facultativos. Pilar Ortega, representante de CCOO, también aboga por generalizar este plus a todas las categorías, aun a sabiendas de que "este año será especialmente complicado en lo económico".

Las reivindicaciones de la portavoz de Satse, Encarna de la Maza, se centrarán lógicamente en el colectivo de enfermería. Un punto fuerte de su borrador de plataforma se centra en la asignación de una población de atención propia, una suerte de cupo similar a los médicos, a las profesionales de atención primaria. Otra exigencia que se "arrastra" desde el acuerdo anterior es el desarrollo del decreto de puestos funcionales, dado que la enfermería está asumiendo progresivamente "nuevas tareas sin reconocimiento adicional", lo que supone "una situación triste y lamentable". Además, Satse pedirá que se realicen estudios sobre el crecimiento futuro de empleo e instalaciones en Osakidetza para posibilitar "la reforma sanitaria que se pretende", centrada en la atención al paciente crónico.

Desde LAB, otra central mayoritaria, Mati Iturralde demandará en la negociación un "incremento de la calidad asistencial", basado en la disminución de los ritmos de trabajo y la menor incidencia de la privatización. LAB también pedirá medidas para atajar las desigualdades salariales entre categorías, un futuro plan del euskera "más eficaz" y, similar a la exigencia de Satse, la elaboración de un plan de empresa que aborde las necesidades futuras. "La falta de recursos y organización es muy grave y viene heredada del anterior Gobierno", critica Iturralde.

Por su parte, la portavoz de UGT, Arantza Agote, asume también como puntos estrella la reordenación de las tablas salariales y el "recorte" de las subcontrataciones en Osakidetza, "que salen más caras que el propio trabajo interno". Otra de las centrales que no se sumó al anterior acuerdo, ESK, solicitará el contrato relevo para todos los estatutarios, el principal "caballo de batalla" para su portavoz, Arantza Armentia, que permitirá a la larga "crear empleo y rejuvenecer la plantilla". Las primeras cartas ya están sobre la mesa. Ahora, comienza la partida.