Errenteria. El corazón del Mugaritz dejó ayer de bombear la oferta gastronómica que le ha llevado a este afamado restaurante a ocupar el cuarto puesto del ranking mundial. Un incendio, provocado por un cortocircuito, redujo su cocina a escombros y cenizas. Afortunadamente, nadie resultó herido. A las 2.00 horas saltaron las alarmas, algo se estaba quemando en el caserío Otzazulueta, situado en el límite entre Astigarraga y Errenteria. Tres dotaciones de bomberos respondieron a la llamada. Al comprobar la importancia del fuego, desalojaron a los inquilinos del baserri. Dividido en dos partes, alberga, por un lado, el restaurante, y por otro, la vivienda propiedad de Luis Etxezurieta, de 78 años de edad. A Luis lo despertaron las sirenas de la Ertzaintza. "Me he llevado un buen susto", explicaba. El fuego llegó a extenderse un poco por el tejado de su casa, pero gracias a la rápida intervención de los bomberos, se evitaron males mayores. "Si no llega a ser por la alarma, podía haber sido mucho peor", comentaba un vecino que acompañaba a Etxezurieta. El Mugaritz tampoco estaba deshabitado. En el primer piso dormía parte de la plantilla que también tuvo que ser desalojada, cocineros que vienen de fuera para formarse con uno de los mejores. Su alma mater, el chef donostiarra Andoni Luis Aduriz, recibió enseguida una llamada. Su cocina estaba ardiendo. "Me impactó saberlo. Es lo último que pensaba que me iba a pasar en la vida. Ni me lo había planteado. Se le hiela a uno la sangre", confesaba horas después. Aún con todo, tanto Etxezurieta como Aduriz aseguraban que la suerte se había alineado a su lado. "No ha soplado viento, si no...", reflexionaba el jubilado, que hace sólo unos meses quitó las vacas que tenía en su caserío, donde reside desde 1962. El chef, por su parte, daba gracias por que no se hubiera extendido más hacia la vivienda de Luis. "Es todo de madera, hubiera prendido fácilmente", consideraba. Lo que no se pudo salvar fue la cocina. Donde antes se hallaban los fogones y demás utensilios propios de una técnica de primer nivel, ahora sólo quedaban escombros, cenizas y un especie de barro negro fruto de la mezcla del agua que los bomberos usaron para sofocar el fuego y los restos de los aparatos. La mirada de Aduriz, ante su cocina destrozada, era desoladora. "Tenemos para meses", acertaba a decir, mientras descartaban que el incendio hubiera podido producirse por un error humano. Cada noche siguen una especie de ritual: "Nadie se va sin apagar todo, incluso la llave del gas, por eso interpretamos que ha debido ser algo eléctrico". Con cuidado muestra lo que un día fue el cogollo del Mugaritz. "¡Tened cuidado! La campana se ha desprendido y se ha caído parte del techo", advierte. La cocina es un anexo hacia la cara norte del caserío, cuya estructura, al parecer, no corre peligro. Pero el efecto del fuego se ha dejado notar en la oficina, recubierta de cenizas y con la moqueta levantada por el calor. "No he visto la sala, pero seguro que está ennegrecida", afirma Aduriz, cuyo rostro cansado y mueca torcida refleja la noche en vela pasada. "Hasta las cinco estuvieron los bomberos", añade. El Mugaritz, que posee dos estrellas Michelin, cierra sus puertas obligado por primera vez en sus doce años de historia. Pero lo hace con la vista en un futuro próximo que Aduriz, todavía, no se atreve a poner fecha. "Mejor que sean semanas, pero igual hay que decir meses".