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Francisco Ayo y Elías Arostegi, dos veteranos anguleros vizcainos pescando angulas en la orilla de río Butrón.

uN kilo de angulas se cotiza a 550 euros en los mercados tradicionales, por lo que la inmensa mayoría de las mesas deberá prescindir estas navidades de este tradicional manjar, convertido en lujo asiático por obra de los gustos culinarios de los nipones. "¿A cuánto está la angula?" Detrás del mostrador de su puesto de pescado, entre merluzas, hielo y perejil, Ane escucha una pregunta que, como el turrón, vuelve a casa por Navidad. "¿A cuánto tienes los cien gramos de angula? Uff muy cara, ponme mejor unas necoritas y unos langostinos que salen bastante más barato".

Pero, ¿se han parado alguna vez a pensar si verdaderamente son caras las angulas? DNA ha acompañado toda una gélida noche a tres anguleros que faenan en el río Butrón y ha podido comprobar in situ cómo en realidad estos feos bichos trasparentes están a precio de coste. Y si no ahí va el resultado de nuestra pesca; un principio de neumonía, cuatro horas a cero grados a la luz del candil, frío incrustado en el tuétano y ni una sola angula en el cedazo.

Una y media de la mañana. Orilla del río Butrón. Apenas han transcurrido tres cuartos de hora desde que José Luis Couso, Francisco Ayo y Elías Arostegi, tres veteranos anguleros han arrancado con su larga noche de trabajo. En el silencio de la oscura noche se escucha el ruido de un motor que delata la presencia de nuevos anguleros alentados por las buenas previsiones meteorológicas para la captura de la angula. "No, no vienen. Se van", advierte José Luis. "Los grandes sabios de la angula cuando vienen y hacen sus primeras tiradas si no sacan nada se marchan". Elías, a pesar de pertenecer a ese selecto grupo al que hacía mención su compañero, lejos de achicarse, lanza una y otra vez el cedazo con la maestría que le otorgan los más de 50 años de experiencia que atesora a sus espaldas. No hay suerte. "Malo. Malo. No vamos a pescar ni una angula. Saben latín", se lamenta una y otra vez. José Luis Couso, presidente de la asociación Butroiko Anguleroen Elkartea observa con curiosidad los primeros intentos de la noche por capturar los tan deseados y cotizados alevines de anguila, mientras no oculta su preocupación por las últimas noticias que llegan sobre el tan codiciado manjar. "Nosotros venimos con toda la ilusión del mundo. Nos da igual que llueva, que haga frío o que granice, pero hay gente que parece que no entiende esto. El Gobierno Vasco nos está fastidiando continuamente. Nos ha reducido los meses de veda de cinco a dos y medio y encima nos ha quitado el mes de febrero, que es muy importante para nosotros. Eso sí, cobrar nos cobran igual", afirma indignado.

Mientras que Francisco Ayo apura sus últimas caladas a su cigarrillo, Elías, veterano angulero gatikarra, lanza un suspiro de resignación con la vista fija en el sombrío horizonte. Dos y media de la madrugada. Elías imparte con maestría la primera lección de la noche sobre la angula. "La angula sube río arriba donde meses atrás desovaron sus progenitores. La presa hace una especie de embudo por donde no pueden subir y ahí es cuando nosotros aprovechamos para echar el cedazo. Cuanto menos luna y más turbia venga el agua mejor. Hoy, las condiciones parece que son buenas, aunque esperanza de sacar algo la verdad es que no tenemos mucha".

Cambio de zona

"No hay angula, estamos todos igual"

A las tres de la madrugada, en vista de los contínuos e infructuosos intentos por capturar los primeros alevines de la noche, el trío de anguleros decide separarse y probar suerte cada uno por su lado por las distintas postas que dividen el río. Francisco, quien mide milimétricamente el frío avance de la noche, pues en pocas horas tiene que abrir el taller mecánico donde trabaja en Erandio, pone rumbo hacia la otra orilla para echar el cedazo en aguas cercanas a la presa. Por su parte, José Luis, que no cesa en su empeño de no volver a casa con las manos vacías, decide seguir probando suerte en la misma posta. Unos segundos más tarde, Elías, comienza a adentrarse río abajo hacia Arrizabaltxu, temeroso de que los peores augurios se cumplan y el ocaso de la angula esté cerca. Mientras el angulero gatikarra se abre paso por el oscuro y enfangado sendero a golpe de su preciado candil de vela, comienza a desgranar con cierta nostalgia las noches de gloria en las que las capturas realizadas se contaban por kilos y no por unidades. "Aquí mismo, donde estamos ahora, llegué a coger una vez ocho kilos. El balde estaba a rebosar y como no tenía dónde dejarlas las metí en un pantalón de plástico pero como estaba lleno de agujeros de pasar entre las zarzas y matorrales, lo mismo perdí un kilo por el camino. Y ahora fíjate, para coger un kilo te tienes que tirar tres meses", recuerda nostálgico.

En la otra orilla del río, la suerte esquiva de nuevo a Francisco, que ya ha perdido la cuenta de las veces que lleva lanzado el cedazo al agua. "Ni una", exclama a lo lejos. "Al empezar la noche había aquí unas 10 ó 12 personas pero poco a poco se van marchando porque no hay angula, estamos todos igual". En el mismo lugar donde apenas una hora escasa los tres anguleros se reunían, José Luis observa atónito el pobre bagaje que han dejado las más de cuatro horas de faena: ni una angula. "Habrá que marcharse para casa. Aquí ya no hacemos nada". A pesar de que la paupérrima jornada plagada de un frío intenso no ha salido como esperaban, los tres anguleros admiten que esta situación no les sorprende en absoluto. "Viendo la nefasta campaña del pasado año no es de extrañar que no hayamos visto ni una mísera angula. Cuando mantenemos reuniones con los biólogos nos dicen que es por el cambio climático que afecta a los corrientes y a las mareas, en fin... No sabemos qué pensar. Lo que está claro es que esta situación no nos pilla por sorpresa", aseguran.

Con cara de resignación y convencido de no volver a probar suerte hasta que un chaparrón enturbie las mansas aguas del río Butrón, Elías termina de impartir su última lección de la noche. "¿El futuro? Negro. Tanto para esta campaña como para las próximas. No hay esperanza. Y ahora con el problema añadido de que no se conceden nuevas licencias para la captura de angulas la cosa va a ir a peor. Los jóvenes no van a poder aprender lo que es ser angulero. Si esto sigue así, en cinco años los anguleros van a desaparecer", afirma mientras ironiza sobre si la tradición de los anguleros ha dejado mella entre sus familiares más cercanos. "Mis hijos lo que tienen es tradición por comer angulas en Navidad, pero lo que es por pescar... poco".

Pasadas la cuatro y media de la madrugada los tres anguleros deciden poner punto final a su triste y negra noche. A pesar de no haber divisado ni una sola pieza no creen que el esfuerzo haya sido en balde, y confiesan que seguirán intentándolo. "Viendo todo lo que hay que aguantar y las noches en vela que pasamos a orillas del río es posible que la gente pueda llegar a entender por qué son tan caras las angulas", confiesan poniendo rumbo a casa.

los Tesoros del río

"El Gobierno Vasco nos está fastidiando continuamente Nos ha reducido los meses de veda de cinco a dos y medio"

"En río Butrón, donde estamos ahora, llegué a coger una vez hasta ocho kilos de angulas"

"Viendo la nefasta campaña del pasado año no es de extrañar que no hayamos visto ni una mísera angula"

La suerte fue esquiva con los tres anguleros que tuvieron que volver con las manos vacías a casa tras una intensa jornada de pesca.

la cifra

550 euros