donostia. Su defensa del diálogo ha sido continua durante su ejercicio como obispo. ¿Ha sentido la incomprensión de algunos políticos?

Sinceramente, sí. He sentido la incomprensión, la antipatía y hasta la calumnia de bastantes políticos a través de medios estatales y algunos locales. Me ha dolido mucho escuchar que estoy más cerca de los verdugos que de las víctimas. Que mi reprobación moral a ETA era tibia y escondía cierta connivencia. Me ha apenado que la defensa de ciertos derechos humanos intangibles como el de la integridad física y moral de todos los detenidos haya sido interpretada de esa forma. Me ha causado dolor e insomnio ser sospechoso por predicar el diálogo en determinadas condiciones, la reconciliación y el perdón, como si la Iglesia pudiese renunciar a este mensaje.

Una acusación general a la Iglesia vasca de que no ha apoyado suficientemente a las víctimas.

Mis visitas a las víctimas no las propago por el periódico. Pero las hago con todo el corazón y todo el alma. Hay muchas víctimas en Gipuzkoa que yo he visitado. Muchas. Este punto y lo referente a mi postura ante ETA está contenido en un libro que se llama Palabras para la paz, donde se recoge todo lo que he dicho respecto a este tema. Respecto a víctimas, a derechos humanos, a las salvajadas de ETA... Si se lee el libro, se constata un gran número reprobaciones morales fuertes, tajantes, sentidas, inequívocas. ¿Por qué a pesar de eso existe una acusación de connivencia y de tibieza? No quiero atribuirlo a la mala voluntad, pero sí a la superficialidad. Es muy fácil profundizar en la superficie, como se hace ahora muchas veces. Y dejarse llevar por la corriente y quizá por determinados intereses políticos. Quien haya leído con mínimo desapasionamiento ese mensaje, no puede seguir diciendo lo que dice de mí en este tema.

Es conocido el papel que jugó al mediar con ETA durante la tregua del 98. ¿Volvería a hacerlo?

No creo que en el futuro mi mediación sea necesaria. Hay instituciones y personas más acreditadas que yo, incluso más ágiles y con más recursos que yo. Pero si fuera necesaria, amo tanto la paz, que si me viniese solicitada por las partes, no duraría un momento en aceptar el reto. Aunque sea iría con bastón.

También han criticado su cercanía con los familiares de los presos.

Son más de 700 las familias vascas que tienen en la cárcel a miembros de ETA o de sus alrededores, en torno a tres centenares de mi diócesis. ¿Cómo no ser sensible a este dolor? Ciertamente, el sufrimiento de quienes han perdido a las más de 800 víctimas de ETA tiene una densidad mayor y merece una atención mayor y una condena más reiterada. ¿Pero por qué aludir a las familias de los presos es un insulto a las víctimas? No entiendo que, haciendo las cosas con la debida mesura y proporción, se puedan producir las críticas y los insultos que se profieren.

¿Por qué los obispos vascos han escrito pastorales conjuntas, que también han sido criticadas?

Hemos escrito tres. En una de ellas -Preparar la paz- nos atizaron de lo lindo. Se trata de una de las labores conjuntas que realizamos las tres diócesis. Cuando hay acontecimientos políticos importantes, hemos dicho en ocasiones una palabra común por la que más de una vez nos han atizado. No solemos responder nunca, menos a lo que se escribe en blogs impresentables.