REZA una de las más célebres frases que donde se cierra una puerta, se abre una ventana y Luis Izaga y su mujer tenían muy clara esta máxima cuando tras varios intentos para aumentar su familia, la naturaleza y las técnicas de reproducción asistida se negaron a darles esa opción.

Pero su determinación era inquebrantable, así que decidieron no mirar más a aquellas puertas y dedicar todos sus esfuerzos a buscar la famosa ventana. Hasta que la encontraron donde menos la esperaban: en la televisión. Cuando un día vieron un reportaje titulado Las habitaciones de la muerte, sobre cómo trataban a las niñas en China, un cosquilleo que dormía en su inconsciente empezó a materializarse.

¿Por qué no convertir su vida y la de alguna de esas chicas en una habitación con vistas a una vida soñada? Y lo hicieron. Esto sucedió hace 15 años y las cosas no fueron fáciles para ellos. La información existente al respecto era escasa, pero su decisión ya era firme. "El proceso fue largo y el papeleo extenso, casi dos años, pero la experiencia fue tremendamente satisfactoria para Maite y para mí. Ya éramos padres y empezábamos a educar a una niña que era más que nuestra por todo lo que la deseábamos. Ahora hace 12 años que trajimos a Ainhoa Ling", recuerda emocionado.

Y es que a pesar de que la espera fue dura y la ansiedad se convirtió en eterna, no se arrepiente en absoluto de la determinación que adoptaron en su día. "No se me olvidará jamás cuando vimos en China la cara de Ainhoa. En el registro civil, cuando la trajeron en un taxi, mi mujer sin ni siquiera verla ya dijo que era su hija", recuerda.

Es más, la andadura que empezaron como padres con Ainhoa Ling fue tan gratificante que decidieron buscar la parejita. "La mayoría de las familias adoptamos un segundo niño. Nosotros retomamos nuestras idea inicial y buscamos un niño de color", relata. Así comenzó una segunda fase en la que Luis se puso en contacto con las embajadas en Costa de Marfil, Mozambique, Congo y Malaui. La primera fue la que más rápidamente y con claridad le especificó los trámites que debían seguir. Así las cosas, la organización de los frailes maristas que se encargaba de las adopciones en Costa de Marfil le envió los papeles necesarios. Luis y Maite acudieron a la Diputación y, tras obtener el certificado de idoneidad y cumplimentar junto a ellos los expedientes necesarios, respondieron a lo que se les pedía. Una complicación en la tramitación dilató la adopción de Alejandro un poco más de lo esperado pero, al final, Ainhoa Ling tuvo a su hermanito. "En Costa de Marfil entonces había inestabilidad porque habían dado dos golpes de Estado así que lo mejor fue cuando le tuvimos entre nosotros en julio de 2000. Entonces tenía año y tres meses y ahora ya lleva 9 años con nosotros", sonríe orgulloso Luis.

Y es que para esta pareja, todas las esperas, costes y trámites pasaron al olvido en el mismo momento en el que tuvo a los niños entre sus brazos. "Son más que nuestros hijos, son nuestra razón de vivir. No son diferentes a los demás. Tienen otro color y otros rasgos, pero nada más", comenta mientras se mentaliza para comprobarlo en sus propias carnes con la llegada de la adolescencia. Mientras tanto, disfruta de verlos crecer bajo su protección y la de Maite y celebra los grandes momentos de su vida como el de este verano de Alejandro, cuando se convirtió en Celedón txiki. "Lloramos un montón", reconoce. Lágrimas que lo compensan todo.