Vitoria. Nacido en Buenos Aires (Argentina), Fernando Mosquera hizo de Gasteiz su hogar en un ya lejano 1992. Se casó con una vitoriana y, desde entonces, ha desarrollado su carrera en los campos clínico e investigativo de la red alavesa de salud mental. Le avala, por ejemplo, su participación en un equipo integrado en el CIBERSAM, la red de investigación más importante de todo el Estado en esta materia. Ahora, con unas responsabilidades diferentes, afronta "un desafío muy interesante" en el que espera "estar a la altura". Mosquera charla con DNA, el primer medio que avanzó su nombramiento como director médico del Psiquiátrico, sobre los retos e ilusiones que le aguardan en uno de los centros con más solera de la red de Osakidetza.

¿Asusta en cierta medida gestionar la dirección médica del centro más laureado de la red de Osakidetza en Álava?

Es un hospital que tiene una historia de funcionamiento muy buena y una calidad profesional envidiable. Esto hace que la responsabilidad sea mayor. Espero estar a la altura porque es una faceta distinta de lo que habitualmente he hecho, y eso implica ciertas precauciones. Pero para la empresa puede ser bueno que haya una visión a lo mejor más ingenua o diferente de la que habitualmente tiene un gestor.

¿En qué se basa esa visión?

Intentaré que la investigación se integre en la red asistencial de una manera útil, eficiente y práctica para los profesionales. La investigación ha sido entendida como una torre de cristal alejada de la práctica clínica cotidiana, pero es una visión que no responde a la realidad. Debe ser una herramienta para que el especialista siga apasionado, interesado y actualice sus conocimientos. No sólo debe servir como estímulo para el paciente, sino también para el conocimiento del profesional. Para conseguir que el paciente esté bien atendido y se sienta satisfecho, que es lo más importante, los profesionales deben sentirse apoyados para progresar y mantenerse actualizados. La investigación es una de esas herramientas, y tenemos la suerte de contar con un equipo de profesionales de una calidad altísima.

Desde el punto de vista de la investigación en Psiquiatría, ¿en qué campos quedan más vías por explorar?

Toda la salud mental en su conjunto es un campo de desarrollo enorme, comparándolo con otras disciplinas o áreas de la medicina.

¿Las patologías evolucionan?

La incidencia de lo que podemos denominar como enfermedades pesadas, la psicosis, la esquizofrenia o el trastorno bipolar, es la misma. Pero existe un desarrollo enorme en cuanto al conocimiento de la genética, la fisiopatología, la terapéutica... No hay novedades en cuanto a la aparición de más o menos casos, pero sí en este conocimiento de los factores que los provocan. En otros ámbitos, por ejemplo en los trastornos de ansiedad o afectivos, tenemos un aspecto importante que es el condicionamiento social, cómo se vive en la sociedad el sufrimiento humano, cómo cambia la perspectiva. Y cómo muchas veces estamos siendo testigos de una psicologización y psiquiatrización de muchos aspectos del sufrimiento humano.

¿Son éstas las patologías que más están despuntando a día de hoy?

Cada vez vemos más modificaciones o necesidades de asistencia en los trastornos de ansiedad y depresivos, que hoy por hoy son el motivo de consulta más frecuente en los centros de salud mental de todo el mundo. Influye el tipo de vida de cada uno, factores inherentes a cada individuo, pero también sociales o culturales. Y se ven muchos casos en los que la tristeza se transforma en depresión o las tensiones laborales, en estrés. Situaciones que antes entraban en la experiencia de la vida y el sufrimiento humano y que ahora entran en el campo de la medicina.

¿Son consultas que también generan ingresos?

Sí, pero proporcionalmente menos que con los pacientes que ingresan con psicosis o trastornos de la personalidad. Son casos que se ven más en hospitales de agudos, como Santiago. En el psiquiátrico, por lo general, los ingresos corresponden más a las patologías clásicas.

¿Está cambiando el perfil del paciente psiquiátrico?

En las psicosis, llamadas así de forma genérica, hay modificaciones en aspectos de contenido o formas de expresión. Pero el núcleo formal de este tipo de patologías duras es similar, no sólo históricamente sino en muchos países. Más o menos, tenemos una prevalencia de esquizofrenia semejante a la que hay en Sudáfrica o Japón.

Se habla mucho del consumo de drogas como desencadenante de patologías psiquiátricas. ¿Qué tiene que decir al respecto?

Tengo la sensación de que, en general, la sociedad ha trivializado el consumo de ciertas drogas. Esa imagen del heroinómano deteriorado y grave ha hecho que ahora se mire sin ningún peligro o reproche el consumo de cannabis o estimulantes como la cocaína. Pero nos encontramos, cada día más, con un número ingente de jóvenes con trastornos mentales graves, como la psicosis, asociados al consumo de sustancias. Esto es un problema muy importante, porque los jóvenes tienen la percepción subjetiva de que no pasa nada por consumir; pero sí pasa en un número muy importante de casos.

¿En qué medida los consumos generan o desencadenan los cuadros psicóticos?

Aunque en cada caso individual resulte imposible determinar cuánto tiene de desencadenante o de causal el consumo de tóxicos, el problema es el mismo. El consumo de sustancias está haciendo que tengamos un mayor número de psicosis, y psicóticos cada vez más jóvenes, que pertenecen a un grupo de riesgo muy vulnerable en el desarrollo de la enfermedad.

¿Predomina el consumo múltiple?

El perfil del toxicómano ha cambiado, se ha dado un cambio hacia el uso de varias sustancias en un consumo de fin de semana. Quizá por eso mismo surge esa idea equivocada de que es menos peligroso. Es como salir a conducir por una autovía a 200 km/h en dirección contraria sólo un día a la semana. Aunque no lo hagas todos los días, te la puedes pegar igual.

¿Este perfil de paciente es el que tiende a acoger la Unidad de Psicosis Refractaria del Hospital, pensada para los casos más críticos?

Esta unidad está pensada para los pacientes que se han mostrado resistentes a todos los tratamientos habituales con unos resultados muy interesantes. La media de edad de los pacientes ronda los 27 años, y tres de cada cuatro fueron consumidores de drogas antes de ser ingresados ahí. En general, tratamos de utilizarlo en pacientes jóvenes o de mediana edad, que son los que tienen más posibilidades de hacerlo útil. Cuanto más se cronifica la enfermedad, menos posibilidades hay de abordarla.

¿Qué otras problemáticas cree que se va a encontrar en el centro?

La red ha funcionado siempre bien, pero cada vez hay una mayor demanda de recursos, a veces adecuada y otras no tanto. Tenemos que adaptarnos a estos cambios tratando de definir en qué casos hay que intervenir y en cuáles no. Uno de los desafíos es mejorar la coordinación y la integración de todas las disciplinas, es un reto importante.

¿Hasta qué punto es importante desarrollar el campo sociosanitario en la Psiquiatría?

Debemos completar nuestra transición de hospital psiquiátrico antiguo a moderno a partir del desarrollo sociosanitario. Tenemos una limitación en el espacio sociosanitario, en situaciones en las que la patología mental está asociada a un deterioro social. Debemos desarrollar fórmulas para los pacientes cuyos recursos terapéuticos o de rehabilitación tienen ya una limitación enorme, contundente. En los que cabe centrarse en mejorar su calidad de vida.