SE llama Jakiunde y, como su nombre indica, sus metas están relacionadas con el conocimiento. Es la Academia de las Ciencias, de las Artes y de las Letras de Eusko Ikaskuntza, algo así como un compendio de los representantes más ilustres de la CAV. Ayer, como sucede cada cuatro meses, los miembros de esta iniciativa se reunieron para dar cuenta de sus actividades, difundir sus quehaceres y admitir a nuevos miembros. El escenario de su reunión no pudo ser más adecuado: el salón de plenos de las Juntas Generales de Álava, lugar frecuentado por las mentes políticas más preclaras, se llenó de sabiduría.

Las campanas de la gasteiztarra iglesia de San Pedro estaban a punto de dar las diez cuando los miembros de Jakiunde comenzaron a traspasar el umbral del Palacio de la Provincia. Encabezados por su presidente, el físico Pedro Miguel Etxenike, recién nombrado miembro de la Real Academia de las Letras de Bélgica, por las puertas del edificio desfilaron muchos de los nombres más ilustres del panorama científico, matemático, literario y artístico de la CAV. Personalidades reconocidas por su labor en diferentes disciplinas de las ciencias puras y las aplicadas, la creación artística y el pensamiento crítico.

Jakiunde apuesta por poner en común a todas estas personas para ofrecer a la sociedad su percepción ante los nuevos retos de futuro. En el listado de integrantes del selecto club, constan premios Euskadi de Investigación, premios Príncipe de Viana y premios Eusko Ikaskuntza. Especialistas en literatura, derecho, historia, antropología, ciencia, cine, música y arquitectura.

La reflexión de este grupo de expertos sirve para que, entre todos, emitan opiniones acerca de las carencias que aprecian en la sociedad y sobre el rumbo que las letras, las ciencias y las artes vascas deben tomar en el futuro. La academia investiga y elabora estudios, informes y dictámenes, además de colaborar en proyectos culturales y participar en debates en el seno de la comunidad científica. Tal y como establece su reglamento, los miembros se reúnen tres veces al año en sesiones plenarias "con el objetivo de refrendar el trabajo que hagan el resto del año las comisiones especializadas".

El número de personalidades de Jakiunde aumentó ayer oficialmente en ocho. Aunque su admisión fue aprobada por unanimidad durante la anterior sesión plenaria celebrada en abril en Donistia, ayer recibieron la acreditativa medalla y el correspondiente diploma de manos de su presidente. Ana María Echaide, lingüista y catedrática de la Universidad de Navarra; Javier Tejada, físico, catedrático de la Universidad de Barcelona y premio Príncipe de Viana de la Cultura; José Antonio Garrido, ingeniero; Jean Haritschelhar, filólogo, literato y ex presidente de Euskaltzaindia, María del Carmen Mijangos, química; José Ramón Recalde, jurista; Javier Retegui, ingeniero técnico y ex presidente de Eusko Ikaskuntza, y José María Setién, jurista, teólogo y obispo emérito de la Diócesis de San Sebastián, pasaron a formar parte de la nómina de la academia.

arquitectura institucional En su discurso de recibimiento, Etxenike retomó a las palabras que él mismo pronunció hace dos años con motivo de la creación de Jakiunde. En aquel momento, el objetivo de la recién gestada academia era vertebrar su arquitectura institucional, un objetivo logrado. Hoy, con la libertad, independencia, rigor, sosiego en el debate y búsqueda de la verdad como señas de identidad, avanza en pos de consolidar la interdisciplinaridad, una de sus bazas más contundentes.

Dos ejemplos de dicha intredisciplinaridad los protagonizaron el director de fotografía de cine Javier Aguirresarobe y el matemático Enrike Zuazua, encargados ayer de ilustrar al resto de los miembros acerca de su labor profesional. El primero desentrañó los mecanismos de los que se sirve para construir la luz más adecuada para cada escena, para lo cual se sirvió de ejemplos de películas en las que ha intervenido, como Mar Adentro, o en las que interviene actualmente, como Eclipse. Zuazua, por su parte, repasó su carrera y enumeró los retos a los que se enfrentan las matemáticas de la mano de los ordenadores, entre otros la capacidad de discernir entre lo real y lo ficticio.