Se aproxima el debate presupuestario envuelto en la polémica. ¿Qué opina de lo sucedido con Aralar y Aspuru?
En estas circunstancias de la política alavesa, donde las preocupaciones de los ciudadanos están centradas en la economía y el empleo, que un Gobierno sea noticia por disensiones internas, porque se rompe y el diputado general tiene que cesar a uno de los miembros que lo compone, no se le ocurre a nadie. Y menos sabiendo que no tiene mayoría suficiente en la Cámara, por lo que necesita apoyo, y que se va a someter a un debate de Presupuestos y de Política General en breve. Nos parece una pésima imagen de este Gobierno, una dificultad para liderar su propio gabinete con lo que, si no es capaz de esto, tendrá también alguna dificultad para liderar el conjunto de la sociedad. Al mismo tiempo que decimos esto, aseguramos que nosotros, que somos un partido de Gobierno y de compromiso con la sociedad, no vamos a utilizar estas cosas para desestabilizaciones y crear tensiones.
¿Habría actuado de la misma forma que Agirre?
La responsabilidad del diputado general es que no se hubiera llegado a esta situación. Hay posturas contrapuestas. Hay quien sostiene que Aralar solicitó un tiempo para resolver esta situación y Agirre dice que no se enteró. Empezamos a ver que existen problemas de comunicación. Luego es una problema de gestión política interna. Yo hubiera evitado que un problema de este tipo saliera a la calle.
Se argumenta que no ha habido consulta con los socios de Gobierno. ¿Ve coherente que se pacten los Presupuestos antes con el PSOE que con ellos?
No es nuestra responsabilidad cómo funcionan, es un problema de ellos que deben saber cómo se relacionan. No elegimos la delegación del Gobierno foral al igual que él tampoco lo hace con la nuestra. Nosotros hemos estado negociando con los interlocutores que ha puesto la Diputación.
¿Está satisfecho con el resultado?
Es un acuerdo satisfactorio para ambas partes. Nos vemos reflejados con las políticas presupuestarias que hemos introducido. Muchas son conocidas y continuistas y afectan a las políticas sociales y tienen interés para la ciudadanía.
¿Ha costado mucho sellar el pacto?
La verdad es que no. Ha habido mucho sentido común por ambas partes. Los dos representantes éramos muy conscientes del momento político-económico y social que estamos viviendo. Había una voluntad enorme de alcanzar acuerdos y se ha sido eficaz y rápido.
¿Se ha quedado algo en el tintero?
Siempre se quedan cosas porque vamos a vivir un ajuste. No tenemos los mismos recursos que hace años y esto significa recortes para todos. Por ejemplo, las prestaciones de tipo socio-sanitario, como el dinero a las asociaciones sin ánimo de lucro, que hacen una labor fundamental para compensar aquello que no atiende lo reglado. También nos gustaría que tuviera un ritmo mayor el plan de carreteras de Álava y que el territorio tuviera proyectos emblemáticos. Pero no hay recursos para acometer esas realidades. Además, hay problemas que tenemos que resolver como Ariznabarra, qué hacer con la balsa de Noryeste o el dinero que prestamos, aunque no nos corresponde, para financiar las Ayudas de Emergencia Social. No vamos a poder atender ni lo que veníamos gastando ni resolver todos estos problemas. Así que, en el tintero, siempre queda la ilusión por hacer cosas nuevas, destacar por algo en el territorio y competir.
Con el pacto parece que todo el pescado está vendido. ¿Queda sitio para la sorpresa?
No, pero sí para la colaboración. Hay que ser un poco serio y riguroso. Uno no puede decir que el Presupuesto es una porquería y luego querer que los colectivos a los que representa tengan una consideración presupuestaria. Éste es un momento en el que hay que mojarse y decir que se tiene un compromiso con la sociedad. Si se limita a sus afiliados y afines es legítimo, pero estará fuera del concurso de las grandes soluciones a los problemas. Nosotros tenemos un perfil, una ideología y unos objetivos, pero no sólo representamos al socialismo. Somos un partido de Gobierno. Buscamos el bien común para el conjunto de la ciudadanía y esto supone que nos enfrentamos a la globalidad de la política. Si los partidos que no están en el Presupuesto, tienen una posición de compromiso con él y, a la vez, planteamientos asumibles, estamos dispuestos a estudiarlos y, si tienen cabida, que entren. En un momento de crisis como el actual, cuanto más consenso tengan las políticas presupuestarias, más fiabilidad y solvencia da a la sociedad. Así que quien quiera trabajar en este camino, nos encontrará.
Ha comentado en alguna ocasión que le gustaría que hubiera un pacto entre los tres grandes partidos. ¿Por qué no ha sido posible con el PP?
Quizás porque todavía no ha resuelto si quiere representar a los votantes y militantes del PP o si quiere trabajar para el conjunto de la sociedad. Es una decisión que tienen que tomar ellos. A mí me encantaría que el Partido Popular dijera queremos que en las Cuentas aparezcan estas cosas que son asumibles y, además, nos comprometemos con el Presupuesto. Nosotros lo acogeremos con los brazos abiertos. Lo ha hecho en el Gobierno Vasco, ¿por qué no lo va a hacer en Álava?
¿Considera que al PP le pesa el deseo de que se presente la moción de censura al gabinete Agirre?
Puede ser. Pero ese tipo de sensaciones no lleva a ningún lado. Una condición para estar en política es sobreponerte a estas tentaciones humanas, pero inútiles para liderar una sociedad. A todos nos gustaría dar de nuestra medicina a otros, pero eso es muy desaconsejable.
Hay una importante reducción en las Cuentas. ¿Obligada, necesaria?
Es obligada porque los recursos van a ser menores en una proporción muy importante para lo que se venía disponiendo. Con unos ingresos mayores ya teníamos el Presupuesto pactado y habíamos recurrido a la deuda. Hay que recordar que ésta tiene límite y no podemos seguir tirando de ella. Además hay que devolverla por lo que después te hará menos solvente y tendrás menos recursos. Luego no queda más remedio que meter la tijera. Pero no lo haremos en los proyectos importantes y necesarios, donde realizaremos un ajuste. Para todo el mundo va a haber un poco menos. El mundo asociativo desea tener una consignación presupuestaria, pero sabe que va a haber recortes. Lo que le produciría el crack es la desaparición de los convenios y acuerdos y eso no se va a hacer.
Se critica la política recaudatoria. ¿Ve posible una reforma fiscal en este sentido?
Sobre los impuestos hay que quitar algunas mitologías que despistan de la realidad. Hay tres impuestos: el IRPF, el IVA y el Impuesto de Sociedades. Luego el resto tienen la importancia que tienen aunque, evidentemente, en una época de crisis, cualquier impuesto por pequeño que sea es una ayuda. En el IRPF el núcleo fundamental de recaudación es el segmento por debajo de los 35.000 euros, es decir, la mayor parte no llega por las rentas altas, sino de consumo. Si en el IRPF queremos recoger más, tenemos el problema de a quién metemos la presión fiscal. Con el Impuesto de Sociedades nos encontramos con cómo está hoy la economía de las empresas. Y, en el IVA, hay una incertidumbre porque va a haber una reforma. Aquí de reforma fiscal habla todo el mundo pero, cuando hay que retratarse y apoyar algo, a algunos partidos les da mucho miedo y, a la hora de la verdad, sólo tienen discurso. No dan nunca un paso adelante.