Vitoria. Difícil papel el de los magistrados que han de dirimir cuestiones en las que, a falta de pruebas, sobre la mesa se cruzan testimonios tan contrapuestos como el día y la noche. A la luz de las declaraciones realizadas ayer en la sala segunda de lo Penal, donde ayer arrancó el juicio contra ex subdirector de seguridad de la cárcel de Nanclares de la Oca, M.M., por presuntos delitos de coacciones y abusos sexuales sobre diversas reas, sólo caben dos posibilidades: o bien el funcionario propuso a diversas reas mantener relaciones sexuales a cambio de disfrutar de ventajas durante su estancia en prisión, o un grupo de reclusas descontentas con lo puntilloso de su trabajo como vigilante decidieron conjurarse para destituirle a golpe de denuncias. "Yo respeto a las internas y velo por su vida", señaló el acusado, de 54 años, casado y con dos hijos. "Después de decirme que cuando me veía se fundía en mi mirada, me aseguró que si yo quería y no era tonta podía obtener muchos beneficios si entraba en su juego", replicó Begoña, una de las cuatro denunciantes.
Esta reclusa explicó que, dado que quería ir al dentista, se veía en la obligación de solicitar una instancia cada vez que debía abandonar el centro para acudir a consulta, trámite que le obligaba a mantener una entrevista con el subdirector de seguridad. En uno de aquellos encuentros, después de haber pasado un cierto número de visitas con el odontólogo, aseguró que él le comentó que "desde que me habían arreglado la boca parecía que estaba hecha para besar" y que, "dejando al margen mi inteligencia, me veía como a una mujer en un 70%". Cuando se levantó para irse, "me agarró por los hombros y me sentó de nuevo en la silla para, a continuación, recordarme que él era un funcionario y yo una simple reclusa". En cuanto a la naturaleza del juego que M.M. pretendía supuestamente jugar con la rea, "su comportamiento, sus palabras y sus miradas dejaban claro que hablaba de favores sexuales", puntualizó Begoña.
En el caso de Gloria, quien testificó desde la cárcel vía videoconferencia, las acusaciones fueron aún más allá. Habló de que M.M. sabía de su interés por ser excarcelada para acudir a un programa de desintoxicación en Proyecto Hombre y que éste le planteó "si estaba dispuesta a cualquier cosa, a lo que fuera", para conseguirlo. Las "connotaciones sexuales" de sus comentarios se combinaron con una "palmetada en el culo que no me gustó nada" y con una invitación a vestir falda "porque me quería hacer una foto". "En un momento dado me arrinconó contra la pared, me cogió por la cintura y trató de besarme, pero yo bajé la cabeza", aseguró.
Mabel, la tercera en declarar, explicó que al igual que en el caso de Begoña, presentó varias instancias para acudir al dentista, solicitudes que le condujeron al despacho del subdirector. "Me propuso tener relaciones sexuales a cambio de beneficios penitenciarios", explicó tajante. "Me dijo que tenía una sonrisa bonita y que era muy guapa. Habló de quid pro quo y cuando le dije que no iba a hablar de mis compañeras se rió y me dijo que no fuese tonta, que la cosa no iba por ahí", manifestó. Según Mabel, le amenazó con que si no entraba en su "juego" sería "su mayor enemigo" y, para ilustrar su posición de poder dentro de la cárcel, le indicó que "tenía al director cogido por los huevos".
Raquel, la cuarta denunciante, refirió una historia similar. "Me comentó que estaría más guapa si iba al dentista a arreglarme la boca y realizó numerosas insinuaciones con matices sexuales. Tenía una mirada que parecía la de un sátiro", afirmó. Sólo acudió a su despacho en media docena de ocasiones, siempre, según ella, cuando le mandaba llamar, de noche, pasadas las 21.00 horas.
montaje El ex subdirector negó tajantemente todas y cada una de las afirmaciones realizadas por las reclusas y aseguró "nunca haber realizado comentarios sobre su físico a ninguna interna". Al ser "los ojos y los oídos" del director dentro de la prisión, explicó que bajaba a menudo al módulo de mujeres y que el "exceso de celo" que dedicaba a su trabajo molestaba a las internas, que le veían como "el poli malo".
Aludió a Gloria, una de las denunciantes, como su principal "confidente" durante su época como responsable de Nanclares y explicó que ésta le había contado que algunas presas, entre las que destacaban Mabel y Begoña, se dedicaban al "trapicheo" de drogas aprovechando las idas y venidas a los talleres ocupacionales, a la sazón ubicados en las dependencias masculinas del penal. En un momento dado, M.M. ordenó intensificar las vigilancias, los cacheos y los controles, lo cual, a su entender, derivó en un notable malestar de las internas y, a la larga, en un "montaje" entre ellas que se materializó en las consabidas denuncias.
A la hora de establecer el perfil de sus acusadoras, no dudó en describirlas como "inteligentes, manipuladoras y conflictivas". Aseguró que todas ellas eran perfectamente conscientes de que los presuntos beneficios penitenciarios ofrecidos no podían ser otorgados por él, sino que son aprobados o desestimados por una comisión integrada por seis personas "en la que yo sólo represento uno de los votos". Los testigos de la defensa también pusieron en entredicho a Raquel, ya que aseguraron que después del recuento, que se realiza a las 21.00 horas, "nadie puede salir de la celda".