Julen (nombre ficticio) es un niño de Notable y Sobresaliente en clase. Sin embargo, hace quince días le abrieron un expediente en su colegio por su mal comportamiento. Su ama cuenta que no se lleva bien con ninguno de sus compañeros de clase desde que hace seis años la familia se trasladó a Bilbao y el niño se convirtió en el nuevo de la gela.

"No sabe gestionar su comportamiento y, cuando tiene problemas con algún otro alumno, acaba soltándolo todo; no se enfrenta físicamente porque no es de pegar, pero se altera, grita y tira cosas. A sus hermanos pequeños también les grita mucho, pero en casa le cortamos rápido. Sin embargo, en el cole, no sé qué le ocurre, pero se desmadra mucho. Había mejorado, pero este año, con el covid, todo ha ido a peor. Después del confinamiento, la vuelta a clase fue horrorosa", reconoce la madre de Julen. "Antes, cuando podían salir al patio, al menos estaba con niños de otras clases pero, ahora, al no poder juntarse, se ve obligado a estar todo el rato con los de su aula", sostiene.

Julen, en cambio, no lo ve así. Considera que tiene mucha paciencia. "Hay niños que no me dejan en paz, que me están chinchando constantemente y, normalmente, aguanto y aguanto, pero otras veces, ya no puedo más y les insulto, hasta que algún día explote", relata. Estudiar no le apasiona, pero es inteligente y sin mucho esfuerzo, aprende rápido. Se maneja a la perfección con el ordenador, le gusta el balonmano, le apasiona jugar a videojuegos y a sus 10 años, aún no ha decidido qué quiere ser de mayor. Su asignatura preferida es Lengua y la que menos le gusta, Inglés: "no sé hablarlo, y eso me fastidia", señala.

Iker es uno de los voluntarios que en su tiempo libre ofrece refuerzo educativo extraescolar a menores como Julen, uno de los primeros en estrenar el programa Aukerak Suspertzen puesto en marcha por el Gobierno Vasco. Un servicio que ayuda a reforzar las capacidades de niños, adolescentes y familias en un entorno cada vez más digital. "Le viene estupendamente, no tanto en el aspecto académico, porque Julen es muy inteligente, pero sí con su problema de socialización; en el colegio, desde los 5 años no se lleva bien con ningún alumno de su clase y, aquí, en cambio, viene a gusto y se lleva estupendamente con los chavales y con los monitores", explica la progenitora.

El perfil de los escolares que martes y jueves asisten durante hora y cuarto al bilbaíno centro cívico de Altamira para beneficiarse de estas clases de refuerzo educativo es tan variado como sus protagonistas y entornos. Sin embargo, les une un nexo común: por una razón u otra, están en desventaja. "Hay hijos de padres separados, de familias monoparentales, extranjeros afincados en Euskadi, niños contrastornos, hiperactivos, con déficit de atención y problemas de concentración", como Julen. "Me despisto con todo lo que tengo alrededor", asiente con naturalidad. "Pero me están enseñando cómo concentrarme", responde al segundo.

En otros casos, la desventaja es económica. Familias sin dinero ni para comprar un ordenador o pagar la tarifa de Internet. "Se ve clarísimamente. Según donde nazcas y los medios que tengas, vas a tener una vida u otra. Y la realidad es que hay familias que ni tan siquiera tienen dos pantallas en casa, aunque nos cueste creerlo", lamenta Iker.

Para cerrar la llamada brecha digital, el programa Aukerak Suspertzen "iguala sus posibilidades, proporcionándoles dispositivos o conexión a Internet. Pero también refuerzo educativo en el más amplio sentido de la palabra: con los deberes, estudios, exámenes; con su formación lingüística, fundamentalmente euskera y castellano, y con las mates, que se les atragantan a casi todos". En resumen, "les dota de los recursos y herramientas necesarias para que aprovechen todo su potencial, que lo tienen, y no se queden atrás sólo por falta de recursos, que no de capacidad. Tratamos de igualar mundos", concluye el monitor.